Domingo, 8 de agosto de 2010 | Hoy
LA ECONOMíA-FíSICA
Por Carlos Weitz
¿Por qué Dios creó a los economistas?
Para que los pronósticos del tiempo pareciesen buenos.
El ser humano desde que tuvo uso de razón ha intentado entrever su destino. Los métodos predictivos han oscilado entre lo sobrenatural y lo racional. El deseo atávico por adivinar el porvenir lo ha llevado a hurgar –entre otros caminos– en los movimientos de las aguas, los cambios de color del cielo, el vuelo de los pájaros, la astrología, la numerología, la lectura de manos, el tarot, el I Ching, la interpretación de los sueños, hasta complejos modelos económicos. Sobre esta última metodología, los economistas han ganado merecida fama por los recurrentes y estrepitosos yerros al efectuar predicciones, que han constituido territorio fértil para que florezcan nuevas teorías alternativas, críticas del saber económico tradicional.
Dentro de este conglomerado de teorías, una de las más originales ha sido la que combina el saber económico con el de la física (econophysics). Esta nueva ciencia constituye un campo de investigación interdisciplinario que aplica teoría y métodos desarrollados por la física para resolver problemas económicos. El término fue acuñado por Eugene Stanley, debutando académicamente en 1995 durante una conferencia sobre estadísticas de física, en Calcuta.
Un artículo aparecido esta semana en The New York Times reavivó el tema al efectuar una analogía entre el desarrollo de las crisis financieras y el de un terremoto. La misma describe los temblores iniciales producidos por la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, que desencadenaron el colapso sísmico de Lehman Brothers, y las consecuentes réplicas que luego fueron ocurriendo, como la reciente crisis europea. Los especialistas en la economía-física utilizan herramientas de las ciencias naturales abjurando de las elegantes teorías macroeconómicas basadas en el funcionamiento de mercados eficientes y autorregulados, incapaces –según ellos– de comprender acabadamente y pronosticar fenómenos complejos y multidimensionales. Para estos científicos las convulsiones que suceden periódicamente son el resultado de una cascada de eventos tales como los estruendos tectónicos que ocurren bajo la superficie terrestre. Los sismólogos actuales que analizan los mercados bursátiles señalan que las réplicas posteriores al terremoto principal siguen un comportamiento similar al de las crisis financieras.
Los terremotos también modifican sustancialmente el medio ambiente en el que se desarrollan. La súbita liberación de energía que produce la corteza terrestre crea ondas sísmicas que pueden mover montañas, mientras que las crisis financieras producen modificaciones que afectan la regulación de los mercados, la percepción de riesgo y la psicología de las personas.
Pese a lo atractivo de estas nuevas teorías (que surgen ante vacíos conceptuales en la ciencia económica tradicional), las recientes tragedias naturales sufridas por Haití y Chile como la brutal crisis financieroeconómica y social de 2008 ponen de manifiesto que la capacidad de predecir fenómenos de estas características aún se encuentra en un estadio muy primitivo. Los sismólogos que analizan los movimientos de la falla de San Andrés saben que la posibilidad de que suceda un terremoto devastador (superior a 6,7 en la escala Richter) en los próximos años es superior al 99 por ciento.
Estos especialistas no saben, tal como les ocurre a los economistas con las crisis financieras, cuál será la dimensión exacta de la catástrofe o, más importante aún, cuándo o dónde ocurrirá. Pequeños detalles que seguramente seguirán alimentando arteros ataques o chascarrillos contra la noble profesión de economistas
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