Domingo, 8 de agosto de 2010 | Hoy
OPINIóN › LA FERTILIDAD DEL SUELO AGRíCOLA ES UN PATRIMONIO COLECTIVO
Por Enrique M. Martínez *
Vuelve a plantearse la discusión sobre las retenciones de la soja y demás granos. Esta vez desde la apetecida situación para algunos, que imaginan conseguir la soñada transferencia de ingresos que llegará por reducción del tributo. Creo que nos estamos equivocando fiero al poner el foco en la forma de distribuir la renta actual del muy buen negocio agrario.
La soja sigue siendo la alternativa más rentable, aún con los niveles de retención vigentes. Esto no solo tiene su origen en los precios del producto, sino también en el bajo costo de labores y de fertilización. Sin embargo, esto último no es a consecuencia de que no necesita buen suelo, sino que no se puede fertilizar con nitrógeno sintético, porque es contraproducente. La soja retira mucho nitrógeno en el grano cosechado, del cual la mitad lo fija del aire y la otra mitad lo retira del que estaba incorporado al suelo. Por lo tanto, el efecto neto del cultivo de soja es que inexorablemente disminuye el contenido de nitrógeno en el suelo. Empobrece el suelo.
Si la ecuación económica señala que siempre la soja es lo más conveniente y se instala el monocultivo en un campo, éste pierde materia orgánica, pierde fertilidad acumulativamente a lo largo de los años. La solución para esto es únicamente rotar con otro cultivo como trigo o maíz a los cuales se fertilice con nitrógeno y dejen un excedente en el suelo para que luego lo use la soja. O rotar con ganadería.
¿Por qué tanto detalle? Porque lo que quiero mostrar es que si se reducen todas las retenciones en la forma que se propone, se producirá una transferencia de recursos hacia los que ya están ganando, y eso es todo. Si se mantiene la ventaja económica de la soja, el problema persistirá. Los 12.000 grandes productores pampeanos que dominan la actividad sojera tendrán mucho más pan hoy; pero a través de la caída sistemática de la fertilidad global, todos tendremos más hambre mañana.
La mirada debe ser totalmente distinta. La fertilidad del suelo agrícola argentino debe ser considerada patrimonio colectivo. De ella depende la producción global, que aunque sea administrada por actores privados, aporta de manera relevante a la comunidad a través de los impuestos. Todo lo que la mantenga o mejore, bienvenido. Lo contrario, evitado. Lo contrario, es esencialmente el monocultivo. Solo una ley de uso racional del suelo agrícola, que establezca un estricto menú de rotaciones posibles y permitidas, puede evitar el deterioro de la fertilidad.
La aplicación de este concepto obligaría a los productores, cualquiera sea su dimensión, a planificar su negocio en función de rentabilidades promedio entre los diversos granos y la ganadería, sin poder correr hacia el negocio ganador de hoy, que –reitero– nos convierte en los perdedores del mañana. A todos. Porque en el país con mayor superficie arable por habitante del mundo, el campo somos todos
* Presidente del INTI.
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