Domingo, 8 de agosto de 2010 | Hoy
ENFOQUE
Por Carlos A. Larriera
¿Las retenciones son un impuesto? ¿Son una disminución de la ganancia de los productores agropecuarios? ¿El Estado les “saca” a través de las retenciones lo que es de ellos? Si se considera como concepto general de impuesto un porcentaje de las ganancias de una empresa o persona, las retenciones no son un impuesto. Por la simple razón que no son un descuento a ganancias. Las retenciones están destinadas a reducir la renta agraria. A transferir una parte de la renta agraria al Estado. Después, cómo el Estado la distribuye, es otra discusión.
Las retenciones no son un descuento a Ganancias porque se aplican sobre la renta agraria. Esta no es ganancia: es, valga la redundancia, renta. ¿Qué es la renta agraria? Es un ingreso que “proviene” del “trabajo” de la tierra y no del trabajo humano. Y el concepto de ganancia se refiere a un producto del trabajo humano. Ya los economistas clásicos, Adam Smith y David Ricardo, entre los principales, con antecesores como William Petty, descubrieron que el valor de las cosas estaba dado por el trabajo que implica fabricarlas.
En el caso paradigmático del trabajo fabril, todo lo que produce tiene valor porque todo se debe al trabajo humano. Qué parte del producto se llevan los obreros como salarios y qué parte los dueños de la fábrica como ganancia es otra discusión. Pero lo que no está en debate es que todo el producto fabril, salarios más ganancias, es fruto del trabajo.
En el producto agrario una parte la genera el trabajo humano y otra la tierra. Esta es el único factor que existe aparte del productor humano. En general, en la actividad agraria la mayor parte del producto proviene del “trabajo” de la tierra.
Las dificultades para obtener rentabilidad de pequeños productores se deben a múltiples factores derivados de que están inmersos en el sistema capitalista: costo de insumos, impuestos, falta de crédito, etc. Pero en las grandes explotaciones la mayor parte del producto se debe al “trabajo” de la tierra. En el precio del producto agrario no se visualiza qué proporción corresponde al trabajo de la tierra y al trabajo humano.
Los grandes capitalistas y capitalistas-terratenientes del campo reclaman que no les rebajen sus ingresos, que no les cobren retenciones sobre su renta. Pero no dicen “sobre nuestra renta” sino “sobre nuestras ganancias”, “sobre nuestra rentabilidad”. Dicen: “No nos saquen lo que es nuestro”. Incluso se ha visto por la televisión a miembros de familias tradicionales del campo afirmando una y otra vez, con extrema vehemencia, revelando una convicción arraigada por siglos: “Nos quieren sacar lo que es nuestro”. Lo único que puede ser “nuestro” es el producto del trabajo. Los dueños de fábrica se llevan una parte del trabajo producido por sus obreros, pero se llevan trabajo. Los dueños de la tierra se llevan renta, el producto del trabajo de la tierra.
Lo producido por la tierra pertenece a toda la población del país. No se puede reclamar la propiedad individual de algo que no es producto del trabajo. Los dueños de la tierra se consideran dueños del trabajo de la tierra por la simple razón de ser dueños de la tierra. Ganan dinero simplemente por ser dueños, no por trabajar, o por hacer trabajar a sus peones, sino comercializando el producto del “trabajo” de la tierra, y a esa ganancia –que es renta– la consideran su “ganancia legítima”.
Que sólo tiene valor lo que es producto del trabajo humano lo descubrieron los economistas clásicos. Lo que no cuesta trabajo no vale nada, es gratis, como el aire o el sol. Los dueños de la tierra cobran dinero por algo que no tiene valor real, por algo que se obtiene sin trabajo. Pero el dinero es representante de valor. Al tener dinero lo usan como si realmente tuviera valor. ¿Cómo puede representar valor su dinero si lo que producen no es producto del trabajo? Porque a través de la venta en el mercado se apropian de valor trabajo producido por el resto de la población. O sea que no sólo los grandes dueños de la tierra no sufren ningún descuento al producto de su trabajo con las retenciones, sino que sus rentas en dinero provienen de apropiarse del trabajo del resto de la población. Las retenciones lo único que hacen es compensar en parte esa apropiación del trabajo ajeno.
Cabe aclarar que la apropiación privada de la renta agraria producida por el “trabajo” de la tierra no es una necesidad estructural del capitalismo. El capitalismo puede funcionar perfectamente si la renta agraria pasa en su totalidad al Estado, distribuya éste o no. No es necesario para el funcionamiento del capitalismo la propiedad privada de la tierra, como no es necesario para la producción de la fábrica que el edificio fabril sea propio o alquilado. Dependiendo de las circunstancias, del sistema que se utilice en determinado país, el capitalista puede explotar la tierra usándola en usufructo o alquilándola, pero no es imprescindible que sea su dueño. Y puede funcionar igualmente como capitalista si sus ingresos provienen únicamente del trabajo humano de la tierra y toda la renta producto del “trabajo” de la tierra pasa a poder del Estado. Esto se prueba perfectamente en la práctica. Hay miles de productores agrarios que aceptarían de buen grado la explotación capitalista de la tierra en esas condiciones. Si desaparecieran completamente los grandes capitalistas y capitalistas-terrateniente del campo, habría miles de chacareros o futuros chacareros que los reemplazarían de buena gana a cambio de obtener su ganancia, aunque la totalidad de la renta agraria se la lleve el Estado, la redistribuya o no.
La producción agraria no está en peligro con las retenciones. En este momento sólo está en cuestionamiento la apropiación de la extraordinaria renta agraria por parte de los grandes capitalistas-terratenientes. En este momento no está en cuestionamiento su ganancia, proveniente del trabajo humano de la tierra.
La frase “los gobiernos pasan, la tierra permanece” puede traducirse como la gran propiedad privada agraria permanece y, consecuentemente, la gran renta de la tierra nos pertenecerá siempre
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