Cuando se analiza la estructura económica de cualquier país se encuentra la coexistencia de diversos actores: en particular el sector privado empresarial. En la Argentina, la iniciativa empresarial tomó auge a partir del proceso de industrialización, entre los años 1945 a 1975. Durante el proceso de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), el país se encontró en pleno desarrollo industrial. El Estado cumplía un rol activo en la economía, con expansión de actividades, administraba cuotas de importación, en un contexto de economía semicerrada. Asimismo, el Estado financiaba actividades a través del Banco de Industria y el Banco Central, promoviendo y apoyando nuevos emprendimientos.

A partir del gobierno democrático del ’83 y consiguientemente la denominada década del ’90, las importaciones se realizaban en bienes y servicios que no se producían dentro de nuestras fronteras y en bienes de capital con tecnología modernas, las exportaciones se realizaban generalmente con productos tradicionales agropecuarios y ganaderos en su fase inicial o con valor agregado (derivados de la leche) y el sector automotor.

El proceso económico funcionaba de acuerdo con la demanda interna y la competencia se realizaba sólo a nivel nacional. Dentro de ella predominaba la calidad en la producción (siempre la argentina mantuvo un cierto nivel de desarrollo en tecnología, hasta el advenimiento de la crisis). Pero adolecía de una producción a gran escala, como para exportar.

A partir del gobierno emergente del 2003, Argentina retomó el camino que nunca debió abandonar, el del desarrollo industrial: dejando atrás el período neoliberal de sobreendeudamiento con desempleo y exclusión. Volvió a un modelo de crecimiento económico orientado a la inclusión social. De ese modo, revirtió las inviables políticas que entre 1976 y la finalización del régimen de convertibilidad destruyeron la industria y provocaron un deterioro económico y social como nunca había experimentado el país en toda su historia.

El nuevo marco de política económica e industrial implementado cambió las reglas de juego, favoreciendo la formación de una sociedad más igualitaria y un desarrollo sustentable, a partir de poner el foco de la política productiva en la reconstrucción de la industria nacional.

El sendero de crecimiento sostenido generó además un fuerte proceso de inversión productiva, tanto pública como privada, creación de nuevas empresas y de empleos. El camino de la reindustrialización de la Argentina se sustenta en una concepción amplia del desarrollo, desde la cual se busca promover toda agregación de valor y conocimiento en la cadena de producción, eliminando de este modo la tradicional y falsa antinomia entre “campo” e “industria”, que desde esta perspectiva son eslabones de gran importancia en un proceso económico con inclusión social y más aún en la actividad económica de un país en crecimiento sostenido durante esta ultima década.

Cabe destacar la importancia e injerencia de construcción de entramados productivos fuertes sustentados por pequeñas, medianas y grandes empresas; se basan en el proceso de alianzas y relaciones de fuerzas existentes en la generación de valor agregado en el ciclo productivo, reactivando el rol primordial que tienen en una economía emergente.

Por ello, el Estado tiene enmarcado llevar adelante políticas en virtud de seguir este proceso de crecimiento sostenido durante los últimos años. Este escenario político-económico que caracteriza al país se muestra como altamente favorable para la continuidad de desarrollo nacional y regional con inclusión social.

* Magister en Administración Pública (Unlar).