EL RIESGO DEL DEFAULT ARGENTINO AL FONDO
“¿El FMI es sustentable?”
Por Jorge Marchini
Economista, profesor de la UBA
Los técnicos del FMI coinciden hoy con muchos analistas, consultores y gurúes locales y del exterior en una evaluación superficial sobre la situación y perspectivas económicas del país. Afirman que, si bien se ha reflejado algún mejoramiento de indicadores, falta cumplir “muchos de los ajustes pendientes”. ¿Más todavía?
A la hora de comenzar a negociar y exigir qué y quién debe pagar el estropicio del país prevalecen los intereses y las presiones, más que las palabras y los gestos bondadosos. El FMI puede reclamar que es pura visión técnica el exigir a la Argentina que el Estado aumente el superávit primario –antes del pago de intereses– en dos puntos, para alcanzar el 4,5 por ciento del PBI, para el cumplimiento de compromisos externos. No es difícil suponer que 8600 millones adicionales empujarían otra vez a la economía a una nueva recesión.
La misión en Buenos Aires del FMI ha dado a conocer su pliego de exigencias. Reclama aumentos de tarifas, que tendrían por supuesto efectos negativos en los bolsillos de los consumidores. Exigen mayores cargas hacia las finanzas públicas a través de apurar las compensaciones a los bancos de más de 10.000 millones de pesos. Conceptos como “garantizar seguridad jurídica” y “mantener actividades en marcha” son utilizados para ocultar el evidente aval a que grupos privados sean subsidiados por toda una población que sí vive dramáticamente en inseguridad e incertidumbre. ¿Cuántos asalariados han tenido compensaciones para la recuperación de un aumento de más del 45 por ciento del costo vida desde el fin de la convertibilidad?
El FMI no sólo discursea su extraña presentación de una “economía sustentable” sino que prioriza requerimientos propios. Los negociadores del Fondo ya aseveran que vienen a discutir sólo un acuerdo de refinanciación a tres años y que no ofrecerán “fondos frescos”. Aun en el mejor de los casos, la postergación de vencimientos de capital sería parcial y demandaría la continuidad, como hasta hoy, del pago de intereses a los organismos multilaterales.
En Wall Street, el economista jefe para América Latina de la consultora financiera West LB, John Welch, sinceró públicamente la perturbada posición del Fondo: “No quiere caer él mismo en default”. El verdadero temor del FMI, el Banco Mundial y el BID es perder el más alto status de las evaluadores de riesgo –AAA+– para emitir y colocar sus propios papeles de deuda (New York Times, 29 de julio). Es decir, el “duro” fiscal de la economía mundial hace las mismas “tranquilizadoras” piruetas financieras que hicieron Domingo Cavallo y Roque Fernández en la década del ‘90 que desembocaron en el desastre actual.
Ante la apertura de negociaciones vale, sin ironía, preguntar: ¿es el FMI “sustentable”?