El patrón del circo
Por Julio Nudler
China, durante los doce meses concluidos en junio, tuvo un superávit de 60 mil millones de dólares en su comercio con Estados Unidos. ¿Quieren saber qué hizo con tal excedente? Metió esos dólares en las reservas, o los invirtió en títulos norteamericanos. ¿Por qué lo hizo? Fundamentalmente, porque a los chinos, como a todos sus vecinos que exportan copiosamente a USA, les interesa evitar que sus monedas se revalúen contra el dólar. Así, lo que Estados Unidos pierde por la cuenta corriente lo recupera por la de capital. Y no es poco dinero: este año los norteamericanos están necesitando que les convaliden un déficit corriente de casi 500 mil millones de dólares.
Por otro lado, como buena parte de las transacciones reales y financieras mundiales se efectúan en dólares, incluso cuando ningún estadounidense interviene, el mundo –que funciona con una especie de patrón dólar de facto– necesita del déficit norteamericano para no caer en la iliquidez.
Para Ronald McKinnon, de la Universidad de Stanford, la única amenaza real para el dólar puede provenir de una eventual inestabilidad monetaria en Estados Unidos. En ausencia de ésta, el patrón dólar se sostendrá indefinidamente, y “cualquier corrida contra él sería neutralizada por los restantes bancos centrales, que acumularían reservas en dólares para prevenir la apreciación de sus monedas...”
Tampoco importa que EE.UU. sea el mayor deudor del mundo. Otros países sufren el problema del descalce, bien conocido por los argentinos: mientras sus deudas públicas y privadas están denominadas en dólares, sus activos están en moneda local. Al crecer el descalce, esos países se ven forzados a repagar sus deudas para evitar un ataque especulativo contra sus monedas. En cambio, Estados Unidos está por definición libre de descalce y es invulnerable a cualquier devaluación del dólar. Tampoco es vulnerable a un mayor crecimiento económico en el resto del mundo, porque en tal caso aumentaría la demanda internacional de dólares.