INTERNACIONALES › QUE VIENE DESPUES DE LA ELECCION ALEMANA
El pacto de inestabilidad
En 1988, Alemania impuso a la zona euro un límite de un 3 por ciento del déficit. Ahora sería la primera en violarlo.
Por Claudio Uriarte
El debate alemán rumbo a las elecciones de hoy estuvo signado por cierta irrealidad. Primero fue el desempleo, que el gobierno rosa-verde de Gerhard Schroeder fracasó en bajar de su marca de 4 millones; después fueron las inundaciones, que revalorizaron el contenido verde de la coalición (y particularmente al canciller Joschka Fischer) y dieron a Schroeder una oportunidad única de ponerse espectacularmente al frente de las operaciones; luego Schroeder salió a enfrentar, con exageración electoralera, la presunta guerra de Estados Unidos contra Irak; y por último Edmund Stoiber, cuya ventaja de varios meses gracias al problema del desempleo había sido largamente barrida por las inundaciones, trató de reflotar prometiendo deportaciones masivas de extremistas musulmanes. Fue una campaña rara, a la norteamericana o a la argentina, donde ningún candidato tiene un tema fuerte mientras la economía está entrando en problemas cada vez más graves. En otras palabras, fue una campaña de dos oportunistas de poca monta.
Una ironía es que Alemania está a punto de caer víctima del mismo cepo fiscal que tanto insistió en imponer en los tiempos de Helmut Kohl, cuando se estaban estableciendo las reglas de juego dentro de la nueva moneda única europea, el euro. En ese momento, el Bundesbank (Banco Central alemán), con su ancestral temor a la inflación, logró imponer un límite del tres por ciento para el déficit público de los países que se unieran al euro; a esa autoprohibición se llamó “pacto de estabilidad”. Pero esta conducta virtuosa no se ha sostenido: la mayoría de las estimaciones indica un déficit del 3,5 por ciento para Alemania este año, y Francia, Italia y Portugal también estarían a punto de quebrar el tabú. De hecho, lo sorprendente en el gobierno de Schroeder y en la campaña de Stoiber es lo “conservadores” que han sido los dos en pos de mantener los rasgos centrales del Estado de Bienestar que en tiempos de su apogeo se autodenominaba pomposamente “capitalismo renano”: Schroeder, que asumió amenazando con convertirse en el Tony Blair alemán (es decir en la derecha de la socialdemocracia), bloqueó por acción estatal toda extranjerización o reestructuración de Volkswagen, y se apuró a salir al rescate de Bertelsmann; Stoiber no sólo se cansó de distanciarse del capitalismo estilo norteamericano sino que su programa de gobierno incluye la inversión de 20.000 millones de euros en aumentos en subsidios familiares, recortes de impuestos, subsidios para trabajos de baja remuneración y mayor gasto militar. Y cuando llegaron las inundaciones, los dos candidatos competían para ver quién mandaba al diablo más estentóreamente al pacto de estabilidad: si el socialdemócrata de los sindicatos o el democristiano campeón de la familia y de las pymes.
En el período que viene, las cosas sólo pueden empeorar. Se calcula que Alemania debería recortar unos 20.000 millones de dólares de su presupuesto si quiere terminar con el déficit. Algunos ya empiezan a hablar de aflojar un poco los requerimientos: Francia dice de descontar los gastos militares de la suma, Italia de hacer lo propio con la inversión gubernamental. De la mano de Alemania, Europa puede estar entrando al nuevo mundo de “contabilidad creativa” de los fraudes estadounidenses.