Domingo, 26 de marzo de 2006 | Hoy
BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat
En los momentos de más tensión, cuando los nervios parece que estallan, los sentimientos más profundos del inconsciente afloran. En algunos casos pueden ser momentos de reparación y comienzo de un proceso sanativo. En otros, la exposición de las miserias más hondas, cuando se expresan las ideas y se exteriorizan comportamientos reprimidos por normas socialmente aceptadas. A nivel individual se trata de casos para el diván del psicólogo o, si se prefiere, para un tratamiento de sesiones cortas. Cuando la cuestión abarca a un grupo de personas, definido por la clase social a la que pertenece por nivel de ingresos, el trabajo les corresponde a un psicólogo social o a un sociólogo. Para esos profesionales es una labor usual analizar diferentes sociedades, de orígenes diversos, pero sus herramientas son insuficientes cuando se quiere abordar la relación de los sectores de mayor poder contributivo con el compromiso de sus obligaciones fiscales en la Argentina. Lo que pasa es que aquí no alcanza con evaluar reacciones y comportamientos colectivos para poder comprender semejante desprecio y desvergüenza. “Es inmoral”, gritó el dueño de un auto de lujo, BMW, en la entrada a una reducto acomodado, el country Miraflores, lindero a un barrio humilde con calles de tierra. Ese estallido de indignación fue porque Rentas de la Provincia de Buenos le reclamaba por patentes impagas de ese vehículo de alta gama.
Ese alarido desencajado de la pareja atrincherada en el BMW es una pintura fresca de una clase social, desconectada del entorno que la rodea, que permite empezar a comprender el fracaso de un país con destino de potencia, como repiten frustrados los nostálgicos conservadores. El descalabro de la economía, la destrucción de la sociedad más igualitaria de la región y el deterioro político siempre son responsabilidad de los otros. Los once consignatarios del Mercado de Hacienda de Liniers también reaccionaron con esa misma indignación cuando fueron suspendidos por contabilizar deudas con la AFIP. “Es un apriete”, chilló uno de ellos. Y es probable que lo haya sido. Pero el Gobierno –a través del fisco– sólo puede apretar a quien no está en regla, ya sea por una deuda pequeña o por una abultada.
En uno y en otro caso lo más sorprendente es que el infractor se coloca en el lugar de víctima. El Estado ejerce el poder de policía para cobrar impuestos, que es la forma que tiene de financiar sus actividades. Y el incumplidor se siente perseguido. Existe espacio para el reclamo, pero éste debe apuntar a cómo el Gobierno gasta el dinero que cobra de impuestos; no a que cumpla la tarea de recaudar. Esa alteración de los valores, de las formas en que asumieron los vínculos con el Estado en una sociedad deteriorada por décadas, explica esa impunidad de los inmorales.
En esa construcción de una cultura tributaria, además de avanzar en la “percepción de riesgo” del contribuyente como hace Rentas de la Provincia con los autos de lujo y ahora con los yates y también la AFIP con el “agente encubierto”, el fisco debería empezar a trabajar en los grandes baches de evasión y elusión que aún persisten. Las rectificatorias en las declaraciones juradas de los grandes contribuyentes reflejan una buena gestión, pero especialistas en la materia sostienen que eso no es suficiente, puesto que sigue habiendo deficiencias en la fiscalización de precios de transferencias entre filiales y casas matrices. Mencionan también que la normativa impositiva, pese a los paquetes antievasión I y II, no cerró las vías para la persistencia de sistemas de fideicomisos en el exterior “a la Eurnekian”, entre otras maniobras.
A la luz de los resultados de la recaudación impositiva, destacan expertos tributarios, la AFIP está realizando una tarea eficiente. Los ingresos tributarios y previsionales aumentaron 21,3 por ciento en términos nominales en 2005 respecto del año anterior, alcanzando los 119 mil millones de pesos. Sin embargo, el informe del mes pasado del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos (IEFE) precisa que en términos reales ese incremento “apenas es del 10,6 por ciento ajustado por el Indice de Precios al Consumidor”. Esto indica que en términos reales la recaudación subió apenas un punto porcentual por encima del crecimiento de la economía.
Ese recorrido abre el desafío de cómo seguir con un ritmo creciente de ingresos por encima del avance del Producto. Para los técnicos del IEFE, el saldo del año pasado confirma “la hipótesis de un agotamiento del crecimiento de la recaudación vía el ciclo económico”. Esa afirmación la sostienen comparando los datos de los dos años anteriores: la variación real de la recaudación fue de 27 y 30 por ciento en los años 2003 y 2004, respectivamente. Por lo tanto, afirman que “los incrementos en términos reales de 2006 deberán venir de la mano o bien de fuertes ganancias producto de la administración tributaria o bien de cambios en la estructura impositiva que modifique pilares sobre los cuales está sostenida la recaudación, basada en la regresividad y la prociclicidad”. Respecto de esa última característica del sistema –que la evolución de los ingresos públicos acompaña el ciclo económico–, surge en esa investigación un dato sorprendente. El IVA neto de reembolsos aumentó un 18,9 por ciento, que ajustado por la inflación resulta 8,4 por ciento, porcentaje inferior al crecimiento del Producto de 9,2 por ciento durante el año pasado. Es una performance llamativa teniendo en cuenta que es inferior a la recaudación total. Más aún: en una comparación de un período más largo surgen también datos decepcionantes. En términos reales la recaudación del IVA DGI del año pasado es igual a la de 1998, mientras que el PIB real es un 5,6 por ciento superior. Esto refleja un mediocre resultado de ese impuesto en una evaluación de mediano plazo, además de chocar con el consenso de “prociclicidad” del IVA, tributo que es expuesto por economistas como termómetro del nivel de actividad y del consumo.
En cambio, el impuesto al cheque creció 22,8 por ciento el año pasado, tributo que también es considerado procíclico por acompañar el nivel de actividad, aspecto que lo confirmó en su performance. Entonces, si dos tributos procíclicos tienen comportamientos diferentes, teniendo en cuenta las particularidades de cada uno, se deduce que en el IVA persisten importantes islas de evasión, mientras que el de las transferencias financieras, calificado como “impuesto distorsivo,” está capturando rentas ocultas.
Los inmorales siguen dando vueltas.
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