Domingo, 23 de abril de 2006 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL › EL BAÚL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
La reciente alza en el precio de la carne y su repercusión en la sociedad argentina nos permiten analizar el fenómeno con la precisión de un experimento. El primer efecto fue un golpe al bolsillo, como si alguien nos metiera la mano y nos quitase algo de nuestros ingresos. Claro que esto no fue sentido así por el puñado de gente satisfecha, que ni siquiera van ellos mismos a comprar la carne que consumen. El segundo efecto fue pensar en cómo zafar: ¿hacerse vegetariano?, ¿comer pescado?, ¿comer ave? Ideas por el estilo pasaron por la mente de infinidad de amas de casa que, a la vez que redujeron en alguna medida el gasto en carne, ya comprando menos o solicitando cortes más baratos, ensayaron otras fórmulas alimenticias. Como los aumentos en determinados precios son tan antiguos como los precios mismos, y asimismo lo es el malestar que causa ese tipo de agresiones, los economistas tienen desde hace tiempo respuestas preparadas para el caso. La más antigua fue la ley de la demanda, que señala que ante el aumento en el precio de un bien, se reduce la cantidad demandada del mismo. Posteriormente (en 1915) se ofreció una explicación equivalente, pero más refinada, que distingue en la caída total de la demanda los dos efectos indicados antes. El primero es un “efecto ingreso”, que representa la caída de bienestar del consumidor al restringirse el campo de sus compras posibles. El segundo es un “efecto sustitución”, debido al reemplazo en alguna medida de la demanda del bien cuyo precio aumentó por otros bienes sucedáneos. La separación entre estos dos efectos fue presentada rigurosamente (mediante matemáticas) por el ruso Eugenio Slutsky (1880-1948), miembro del Instituto de Comercio, de la Universidad de Kiev, en el artículo “Sobre el equilibrio del consumidor”, publicado en Giornale degli Economisti, la revista del grupo de Pareto y Pantaleoni. Es obvio que ningún efecto produce el aumento de precio de algo que no consumimos, o de algo que es una parte insignificante en nuestro gasto total. El revuelo que se armó con la carne tiene que ver con lo tremendamente desigual que se ha tornado la sociedad argentina, donde un 10 por ciento de los habitantes pueden soportar cualquier aumento de los bienes alimentarios sin que se les mueva un pelo, mientras el restante 90 por ciento tiembla al ver que se le hace inaccesible el último refugio que tenía para ir sobreviviendo.
Este año se cumple un siglo del nacimiento de Roy George Douglas Allen, profesor en la Escuela de Economía de Londres desde 1928. Quizá su obra más conocida es Análisis matemático para economistas (1938), que en su momento compendió todo el instrumental matemático utilizado por los economistas neoclásicos. En 1934 publicó, en colaboración con John Hicks, el artículo “Reconsideración de la teoría del valor” (Económica, 1934) en el que, según sus autores, redescubrieron la llamada “ecuación de Slutsky”, que separa el “efecto ingreso” y el “efecto sustitución” de un cambio de precio sobre la demanda del bien respectivo. Su compañero de equipo, Hicks, en el libro Valor y capital, así describió tales efectos: “Una alza del precio de una mercancía influye en realidad sobre la demanda de ella en dos formas diferentes. Por un lado, coloca al consumidor en peor situación, reduce su ‘ingreso real’, y su efecto en este respecto es igual al que produce una disminución del ingreso. Por otro lado, altera los precios relativos y, por consiguiente, aparte del cambio en el ingreso real, habrá una tendencia a sustituir la mercancía cuyo precio ha subido por otras mercancías. La suma de estas dos tendencias es el efecto total sobre la demanda. (...) la importancia relativa de tales tendencias depende de las proporciones en que el consumidor dividía sus gastos entre esta mercancía y las demás. Pues el grado en que empeore su situación como consecuencia del alza en el precio dependerá de la cantidad que compraba inicialmente de esa mercancía; si era grande relativamente a su ingreso, se encontrará en una situación mucho peor, y el primer efecto (al que podemos llamar ‘efecto ingreso’) será muy importante; pero si la cantidad era pequeña también lo será el perjuicio que sufra.” Allen se incorporó como miembro de la Academia Británica en 1952, y en 1966 fue ungido caballero. En la Escuela de Economía de Londres enseñó estadística, y dirigió su departamento de estadística desde 1944, expandiéndolo de un puñado de cinco miembros hasta un total de veintiocho. En 1973 fue nombrado Profesor Emérito. Entre sus otras obras están: Estadística para economistas (1949), Economía matemática (1956), Matemática básica (1962), Teoría macroeconómica (1967), Los números índices en la teoría y en la práctica (1975) e Introducción a las estadísticas de las cuentas nacionales (1980).
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