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Domingo, 22 de diciembre de 2002

EL BAúL DE MANUEL

Baúl I y II

LECCIONES

A un año de los infaustos sucesos del 19 y 20 de diciembre del 2001 hemos aprendido, sin tiza ni pizarrón, sin leer ningún texto extranjero, y se nos han grabado como escritas con buril, ciertas lecciones de economía que difícilmente olvidaremos. Primera, que un sistema sin moneda se paraliza. Juan Bautista Say había escrito en 1815 que era falso que los negocios anduviesen lentos porque “escaseaba el dinero”; lo que escasea, decía, son los productos; el dinero no era sino el “carruaje” que transportaba los productos desde sus productores a sus consumidores; que nadie se quejaba nunca de la falta de carruajes, sino de cosas que llevar en ellos; y que, finalmente, el comerciante sabía muy bien cómo suplir la falta de la moneda habitual mediante sucedáneos. Ya vimos los innumerables problemas que generan las cuasi-monedas, o bonos, y cómo ello entorpece e impide las transacciones. Segunda: con los precios relativos no se juega. Como aprendices de brujo comenzamos a fijar a capricho tipos de cambio (precio relativo peso-dólar) sin mirar que toda transacción o todo contrato involucran dos partes, y que si una se beneficia por una medida graciosa, la otra se perjudica en igual forma. En lugar de establecer reglas justas e iguales para todos, se recurrió a la buena voluntad, cambiando discrecionalmente los precios relativos, y con ello se produjo una redistribución gigantesca de riqueza, que no se ha revertido. Tercera, que un régimen monetario opera a través de un sistema de bancos, y el sistema de bancos que pacientemente se urdió en la década de los noventa, -suprimiendo la banca provincial, fusionando bancos nacionales y configurando lo que se llama una “banca extranjerizada”, que supliría la extinguida función de prestamista de última instancia del Banco Central– operaría negativamente para la economía, favoreciendo especulaciones y declarándose en rebeldía a la hora de proveer crédito a los productores. El banquero opera con información privilegiada, y ella se usó para fugar capitales. Por otro lado, el ajuste en 250 por ciento del peso respecto del dólar puso al país en situación altamente competitiva, en precios de sus productos en el exterior. Hoy las plantas argentinos debieran operar a pleno, pero siguen paralizadas por falta de capital de giro. No es esa una banca útil, y deberá sustituirse o complementarse por una banca de fomento.

TUDO BEM

El incremento en 3 por ciento de la producción industrial del mes pasado respecto de igual mes del 2001 ha causado alborozo en el Gobierno y motivado que su cabeza decrete el fin de la recesión y el inicio de la recuperación. Nada más lejos de mis deseos no querer que el incremento se repita y consolide. Sin embargo, parece que se están confundiendo las perspectivas electorales de ciertas personas con la situación concreta de la población. Es una suerte de transferencia perversa, según la cual, si a los que gobiernan las cosas les pintan mejor, a todos nosotros nos va mejor. Quizás ésa fuera la razón por la cual durante una década vimos a un presidente vestir brillantes y variados trajes, pasearse por todo el mundo, conducir automóviles de carrera por las rutas nacionales, y comer todos los días. También es posible que a algunos la suerte les haya cambiado para bien durante el año que corre: bueno sería que con un tipo de cambio 2,5 veces más alto los productores industriales o agropecuarios no tuvieran mayores ingresos. Sin embargo, para enormes mayorías éste fue el año del retroceso más importante de que tengan noticia. Para millares de pequeños ahorristas (incluidos jubilados, empleados y asalariados) sus ahorros en los bancos se extinguieron, primero pesificados y luego consumidos para afrontar un costo de nivel de vida mucho más alto. Para la totalidad de los asalariados, y en particular para los empleados públicos cuyos ingresos están congelados desde hace doce años, el poder de compradel salario descendió en picada. Los nacimientos con peso insuficiente, que ya hace años vienen denunciado los colegios de médicos de la provincia de Buenos Aires, atribuidos a la desnutrición materna, proliferaron en el país como hongos después de la tormenta. Y así podría seguirse. Estas realidades no ocurren en otro país de América latina, por ejemplo, Haití, mientras aquí celebramos un 3 por ciento de expansión industrial. Sería interesante saber qué festejan nuestros gobernantes. ¿La caída vertical del salario de los trabajadores?, ¿la incautación de los depósitos de los pequeños ahorristas?, ¿la situación de pobreza de más de la mitad de los argentinos, y la de indigencia de una cuarta parte, en un país capaz de alimentar a diez Argentinas?, ¿el retardo del desarrollo neurológico de los neonatos desnutridos? Nos preguntamos, como en la canción: ¿de qué te reís?

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