Domingo, 22 de diciembre de 2013 | Hoy
ENFOQUE
Por Claudio Scaletta
Cuando se habla de cuestiones económicas no faltan quienes se embelesan con las concatenaciones de las variables macro. También los que se entusiasman con complejísimas interrelaciones financieras. Sin embargo, no debería perderse de vista la dimensión microeconómica más sencilla: buscar permanentemente que más y mejores empresas produzcan más, demandando la menor cantidad de insumos importados, fortaleciendo la independencia de las cadenas de valor locales y ampliando constantemente la demanda de trabajo. Se dirá que sin buena macroeconomía y finanzas no puede haber desarrollo empresario. O afirmar que el objetivo de que las empresas produzcan más fortaleciendo circuitos locales es casi una verdad de perogrullo. Puede ser, pero enfatizar el momento de la producción responde a una cuestión de foco que merece ser explicada.
Apenas asumido, el nuevo equipo económico realizó el diagnóstico correcto, casi el que se caía de maduro para quienes comparten la perspectiva, y comenzó a desandar el camino de los daños autoinfligidos. En concreto, comenzó a cerrar la brecha cambiaria generada por las restricciones y que, entre otras lindezas, había dado lugar a un tipo de cambio subsidiado para autos de alta gama, turismo y algunas compras en el exterior. Los instrumentos más visibles fueron la suba del dólar tarjeta y el denominado “dólar Audi”, ambos por la vía impositiva, al tiempo que se continuó con la política de devaluación de la cotización oficial. Las señales fueron bastante claras y comprendidas por “el mercado”, que percibió que se había iniciado el camino para el cierre de brecha. La prueba de fuego fue que, tras la suba del dólar tarjeta, el paralelo prácticamente no se movió. No fue necesaria ninguna algarada de apriete a los cambistas “clandestinos”. Mal que les pese a los vindicadores de los soldados de la Patria, el poder del Estado no se expresa cuerpo a cuerpo, sino con la fijación de reglas que respondan a una lógica económica.
Continuando el repaso, el cierre de brecha –como se sabía desde el primer minuto del cepo– tiene un costo de salida: la devaluación. Cualquiera sea el rincón del planeta –la economía es una ciencia y sus conclusiones son universales– las devaluaciones provocan dos efectos: freno del crecimiento, por menor ingreso real disponible y caída de la demanda, e inflación, por derrame de precios internacionales y recrudecimiento de la puja distributiva. Evitar estos dos efectos, más frenar la salida de capitales, fueron en su momento las buenas intenciones de las restricciones cambiarias. Otra razón fue la sobrerreacción frente a las primeras señales de aproximación del déficit de la Cuenta Corriente del balance de pagos y la caída de reservas internacionales.
Este breve panorama define los problemas que deberá enfrentar la economía en 2014. Durante todo el período de expansión posterior a la crisis de salida del neoliberalismo, existió una decisión política de avanzar en el desendeudamiento, todo ello se asentó además en los superávit gemelos, fiscal y de cuenta corriente. Fue una conducta lógica para una etapa ascendente del ciclo económico. Si se siguen las previsiones de organismos internacionales, como la Cepal, el ciclo ascendente terminó y en 2014 se crecería a una tasa de poco más del 2 por ciento, menos de la mitad de lo esperado para 2013, que cerrará con un crecimiento cercano al 6 por ciento. Si el objetivo es mantener una tasa razonable de expansión del PIB, la teoría económica aconseja incurrir en déficit en los períodos contractivos del ciclo. En un contexto de liquidez y bajas tasas globales, la economía local debería observar el comportamiento de sus vecinos y comenzar a analizar mecanismos para financiar, de manera sustentable, algún déficit de cuenta corriente. Los vecinos lo resuelven con tasas de interés para promover la entrada de capitales y algo de endeudamiento. Se insiste en que el país, debido al default de 2002 y al lobby de los buitres y de parte del poder financiero, tiene cerrada esta segunda vía. Desde algunos sectores del Gobierno se considera, no obstante, que llegó el momento de regresar a la política de los gestos hacia el poder financiero. Por ahora ya se decidió pagar selectivamente algunos juicios en el Ciadi, el tribunal arbitral del Banco Mundial, y comenzar a negociar con el Club de París. El camino es complicado. En materia de “confianza de los mercados”, el poder financiero global se demostró un socio no previsible y, sobre todo, un maestro en el arte de correr el arco. Más eficiente en términos de confianza de los inversores y seducción de futura IED (Inversión Extranjera Directa) fue la decisión de acordar una indemnización a Repsol por la recuperación de YPF. Los especialistas en Energía coinciden en que era un paso indispensable para el desarrollo de las formaciones de hidrocarburos no convencionales en la cuenca neuquina. La gira de los ministros Julio de Vido y Axel Kicillof a Rusia y China fueron en la misma dirección: conseguir dólares para la transición, se supone hasta que sea el propio aparato productivo el que permita superar la restricción externa y cambie nuevamente el ciclo económico.
Recapitulando, salir del cepo se paga con devaluación, la que genera freno al crecimiento e inflación. Al mismo tiempo, la restricción externa les pone un techo a las políticas de demanda y ya no hay tiempo para resolverla por el lado de la producción. Si las cosas se hacen bien, es posible que los frutos comiencen a verse en, al menos, un par de años. La apuesta de mediano plazo se concentra, por ahora, en los desarrollos energéticos y de infraestructura con financiamiento externo. En el corto plazo, en tanto, aparecieron algunos nubarrones graves. Las sediciones de algunas policías provinciales no sólo produjeron muerte y millonarias pérdidas económicas distribuidas entre los comerciantes saqueados, sino que socavaron en principio la posibilidad de políticas moderadas de acuerdos salariales. La mayoría de los gremios de trabajadores estatales ya hicieron saber que no se quieren quedar afuera de los megaaumentos forzados por las policías. Gobernar la economía local es, cuanto menos, una tarea dinámica.
Regresando al principio, en el tintero siguen en stand by las soluciones de algunas cuestiones de fondo. La principal es el logro de una sustitución de importaciones de bienes y servicios más agresiva. El objetivo de ingresos de dólares de corto plazo para infraestructura, desde trenes a centrales hidroeléctricas, puede ser un problema a futuro, pero también una calesita de dólares. Es un dato que el financiamiento externo viene acompañado por proveedores externos, lo que adicionalmente reduce el efecto multiplicador sobre la actividad de estas inversiones. Dicho de otra manera, no todas las cosas que se compran o comprarán afuera es necesario comprarlas afuera. No es una buena noticia comprar vagones de ferrocarril chinos o centrales eléctricas en Alemania, Rusia o China. En la vía que conduce al equilibrio de la estructura productiva resta un largo camino por explorar.
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