Domingo, 14 de febrero de 2016 | Hoy
ENFOQUE
Por Claudio Scaletta
Dura la tarea de escribir sobre temas económicos. Difícil hacerle pasar un momento de solaz al lector con temas tan abstrusos para un domingo de verano como la inflación o el déficit fiscal. Sobre todo cuando abundan los periodistas especializados que lo cuentan muy fácil y para que todos lo entiendan. Es más; lo vienen contando, alterando apenas unas pocas comas, desde hace décadas. Difícil agregar algo nuevo. Un camino para no aburrirse es meterse un poco con los argumentos y repasar algunas de las cosas escritas durante la semana:
Caso 1, leído en La Nación: “La estrategia macrista para vencer a la inflación pasa por disminuir progresivamente el déficit fiscal y la emisión, y recomponer el frente externo, arreglando con los holdouts, para bajar el riesgo país y volver al crédito internacional en condiciones accesibles”.
Caso 2, leído en El Cronista: Sobre cómo financiar el déficit: “... cuanto más bonos emitan Gobierno y provincias y menos pesos el Banco Central menores serán las presiones del circulo vicioso inflación-devaluación. De ahí la desesperación del Gobierno por cerrar cuanto antes el conflicto con los buitres, o al menos conseguir que el juez Griesa restablezca el amparo para poder volver a los mercados internacionales de crédito. (...) El endeudamiento en dólares es la salida expansiva que imaginan Macri-Prat-Gay”.
La lógica de los dos textos es la misma. La economía tendría un problema esencialmente fiscal, de gastos que superan a los ingresos, es decir de déficit. Como se gasta más eso lleva a “monetizar el déficit”, es decir; a emitir más dinero, lo que según la vulgata provocaría inflación y obligaría a más devaluación. Hasta aquí toda la sarasa ortodoxa conocida, pero el dato nuevo es el agregado del endeudamiento externo; en divisas; los que pone en primera línea a los buitres y al riesgo país.
La tensión principal que enfrentaría la alianza PRO es de velocidad. Como el déficit fiscal no se puede bajar de golpe como le gustaría a una presunta “ala dura” del Gobierno, sería necesario convivir con él mientras se lo reduce lentamente. Y aquí la genialidad: en vez de emitir todo lo que haría falta para cubrirlo, la emisión se mecharía con emisión de deuda; lo que demandaría la buena letra con los buitres y la zanahoria de bajar el riesgo.
En economía existe una fórmula casi infalible para no repetir lugares comunes. Consiste en preguntarse por los mecanismos reales de los procesos. En el caso de la relación entre la emisión y la inflación, la argumentación es que como hay más dinero, entonces vale menos y los precios aumentan. Parece completamente lógico, una simple cuestión de oferta y demanda. Ello supone que los consumidores tienen nominalmente más dinero para gastar pero ¿cómo llegó ese dinero a los bolsillos de los consumidores? ¿Solamente porque se emitió? ¿Raro no? Luego, si se observan las series, la emisión suele ser, en casi todos los países, posterior a los aumentos de precios, no anterior. Lo mismo ocurre en Argentina. Si no se expandiese la base monetaria junto con los precios y el producto se produciría un parate de las transacciones y de la economía. Todo esto sin contar el dinero que “emiten” los bancos cuando prestan. Por eso la cantidad de dinero no es neutral y tiene efectos sobre el nivel de actividad económica. El gasto es el mecanismo que tienen los gobiernos para inyectar liquidez a la economía. Sería distinto si la monetización se llevase al absurdo y se estableciesen mecanismos de indexación automáticos, pero no es el caso en discusión.
Luego entra el segundo punto de los razonamientos, la nueva genialidad; tomar deuda en divisas para financiar déficit en pesos. La pregunta por el mecanismo es aquí todavía más simple que en el caso anterior. Los gastos que generan el déficit por sobre los ingresos, digamos los sueldos de policías y maestros o la obra pública ¿Se pagarán con dólares billete o con pesos que el Estado deberá emitir? ¿Y si es así, siguiendo la lógica, no generarían inflación de todas maneras? Raro otra vez. Las divisas son en realidad para otra función, pagar deuda externa y financiar exportaciones. Lamentablemente, en países con problemas de inestabilidad, también funcionan como instrumento de atesoramiento (“fuga”). Lo que diferencia a un Estado de la economía de una empresa o de una familia es precisamente la facultad de emitir dinero y hacer política monetaria.
Por último quedan las razones reales de los déficit cíclicos. Si el objetivo de un gobierno es el bienestar de los asalariados intentará influir en los ciclos económicos evitando las recesiones. En contextos internacionales adversos, como el de los últimos años, con caída de los precios de las commodities y de las economías de los mercados de destino, la opción es compensar aumentando el gasto. Ello significará la aparición de un déficit que se compensará “automáticamente” más tarde cuando el PIB se recupere. La relación déficit - PIB es inversamente proporcional. Si se baja el gasto en momentos de contracción, se provocará recesión y por lo tanto más déficit.
Los diagnósticos de los economistas de la alianza PRO están equivocados, por eso las medidas no tendrán los resultados que enuncian. Las causas actuales de la inflación desatada no son el déficit y la emisión sino el derrame de los aumentos de costos de los insumos importados provocados por la devaluación, aumentos exacerbados por la eliminación de retenciones a todos los productos salvo la soja. A partir de febrero, sumarán los tarifazos en los servicios públicos, que también son costos. Más allá de su discurso ideológico, el Gobierno sabe que la única manera de evitar una aceleración de la inflación es compensar estos mayores costos mediante la poda de otros costos: los salarios. Si se consiguen paritarias “exitosas”, es decir por debajo de la inflación acumulada el último año, un recorte del poder adquisitivo, la inflación podría reducirse luego, pero no porque se recortó el déficit y la emisión, sino porque se frenará la economía. Si mientras esto ocurre se aumenta el endeudamiento externo aprovechando el desendeudamiento de la etapa anterior, solo se habrán generado grandes negocios para el poder financiero, pero reducido los grados de libertad para reanudar el ciclo de crecimiento una vez que termine la fiesta de la restauración conservadora.
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