Domingo, 18 de junio de 2006 | Hoy
E-CASH DE LECTORES
Esta plaza es de los trabajadores, de Evita y de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, dijo el presidente Kirchner desde el escenario en el acto del 25 de mayo pasado. ¿Quién hubiera pronosticado hace poco más de tres años, cuando aún el actual presidente no había asumido, que esto iba a suceder en la Argentina 2003? Seguramente nadie, y mucho menos Roberto Lavagna, que en ese momento ya era ministro de Economía. Tampoco nadie acertó en pronosticar una acción de gobierno que promueva la redistribución del ingreso, la reconstrucción de la economía del país bajo el signo de un perfil en el que los servicios –omnipresentes en el modelo de los ‘90– van cediendo paso a la producción industrial. Pero no todos estuvieron en la Plaza el 25 de mayo. No estuvieron los poderosos grupos del campo que siempre consideraron que la tierra es propiedad exclusiva de las familias que las poseen desde hace siglos, y no un recurso natural de la nación Argentina, y entonces ahora están muy enojados con la política que les impide igualar los precios que pueden obtener en el mercado internacional, con el de un mercado interno en el conviven aún grandes desigualdades y hay que adecuarse a las posibilidades de los que menos tienen. No estuvieron algunos sectores exportadores que siguen sosteniendo que necesitan reducir costos laborales para que sus productos sean competitivos, ni otros que venden en el mercado interno y dicen que los aumentos salariales los obligan a elevar los precios. Tampoco se hicieron presentes en forma masiva y espontánea un amplio espectro de sectores medios por una variedad de razones, que van desde sus históricas dificultades para acercarse a la cultura de los cabecitas negras hasta las limitaciones para entender que los trabajadores apoyan este proceso por las políticas que los benefician, y no porque los convocaron los burócratas de toda laya reacomodados en los últimos días a paso forzado. Lavagna lanza su candidatura apenas unos días después del 25 de mayo. Busca hacer pie primero entre los que hasta ahora apoyaron este proceso y manifiestan distintos niveles de descontento. Esa clientela está entre los que no les interesa que se avance en la redistribución de la riqueza, pues eso limita las ganancias que se seguirán apropiando en un contexto internacional que –salvo que un blanqueo abrupto de la crisis norteamericana arrastre a la economía mundial– seguirá siendo favorable, y reniegan de una unidad latinoamericana que trascienda los límites del mero intercambio comercial. Por eso no es casual que los ejes más visibles de sus críticas apunten a la política de control de precios y al impulso de la unidad latinoamericana, en esta última haciendo centro en la relación con la Venezuela de Hugo Chávez que cumple en estos días un innegable rol dinamizador para el fortalecimiento de la integración. Busca traducir el descontento de estos sectores en quiebre con el conjunto del proyecto que encabeza el presidente Kirchner, disfrazado con un discurso “plural y democrático” dirigido a los sectores medios, ayudado por la alianza con radicales y otros que pueda incorporar en el camino. Estamos a la salida del infierno y para salir definitivamente hay que redoblar el paso. No hay marcha atrás con la integración latinoamericana. No hay marcha atrás en la búsqueda de caminos para renovar las formas y los métodos de hacer política. El espíritu del 19 y 20 de diciembre de 2001 sigue vivo en la presencia de la movilización popular. Estuvo en la Plaza del 24 de marzo y en la del 25 de mayo.
Isaac Yuyo Rudnik
Movimiento Libres del Sur
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