Domingo, 28 de enero de 2007 | Hoy
E-CASH DE LECTORES
En varias oportunidades he leído en el suplemento Cash, que se conceptualiza a la Federación Agraria Argentina como “representante del campesinado”. Si tomamos cierta conceptualización clásica (Cfr. El Capital, Tomo III, FCE), ese actor social, para ser considerado como tal, debe poseer propiedad comunal de la tierra, mano de obra familiar, medios de producción artesanales o de baja tecnicificación, producción de subsistencia global con excedentes mínimos destinados al mercado. Entendida así, toda la literatura historiográfica específica afirma que el campesinado no existe –ni existió jamás desde mediados del siglo XIX– en la zona núcleo de producción capitalista agraria actual, es decir, la Pampa argentina, que nació con propiedad privada, explotada por dueños o arrendatarios. Lo que sí podemos afirmar es que en la escala de organizaciones rurales, la FAA representa históricamente al sector pequeño burgués pampeano, en oposición a la mediana y gran burguesía que encarnan la SRA o CRA, es decir, unos y otros pertenecen a una misma clase, estratificada por tamaño de explotación e ingresos. Mal, en el actual contexto de altísima concentración de capital –sojización mediante–, podríamos afirmar que un supuesto sector campesino afrontaría la explotación capitalista requerida. En realidad, estos pequeños capitalistas o pequeños burgueses –propietarios o arrendatarios– comparten la renta absoluta extraordinaria del sector agrario, aunque claro, en tamaño menor de la “torta”, aunque alguna vez puedan tener contradicción con los intereses de los grandes productores, la mayoría de las veces –basta ver el rechazo de la FAA al reciente aumento de retenciones a la soja impulsada por el gobierno nacional– comparten alianza con los primeros.
Marina Redondo
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En la edición del 13 de enero pasado de La Nación se cita la opinión de dos destacados corredores de cereales acerca de las medidas recientes del Poder Ejecutivo sobre el “subsidio cruzado” para reducir costos de alimentos de primera necesidad. Javier Bujan, presidente de la corredora Kimei Cereales, afirma: “Cuando los productores comenzaron a diagramar su estrategia para la campaña sojera 2006/2007 tenían como rango de precio esperado entre 160 y 170 dólares por tonelada. Hoy el mercado ofrece, con el 27,5 por ciento de retenciones incluido –en lugar del 23,5 anterior– 195 dólares por tonelada”. Y Adrián Seltzer, de la firma Granar, agrega “las retenciones están y los productores van a ganar menos que antes de su incremento pero con la suba registrada en el mercado internacional y en el nivel local la medida pasa desapercibida”. Si se acude a los datos de la semana siguiente, los incrementos en los precios de los productos primarios citados continuaron manifestándose. En síntesis: no se trata de enviar al quebranto a los sojeros sino recortarle algo del adicional de ganancias que gozan por razones ajenas a su capacidad decisoria desde que programaron la siembra hasta estos días. El reclamo que oímos hoy en día es, entonces, totalmente injustificado y propio de un segmento social ávido de acumular beneficios totalmente desmedidos. La avidez y el egoísmo de quienes protestan debería contrastarse con las desventura de millones de habitantes del país que, sin haber sido corresponsables del descalabro de la perversa convertibilidad, han pagado duramente el costo de la crisis.
Alejandro Rofman
Profesor Honorario Facultad de Ciencias Económicas
Universidad de Buenos Aires
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