Domingo, 22 de octubre de 2006 | Hoy
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Por Marcelo Zlotogwiazda
En un libro que acaba de publicar, titulado El mito del país rico, el economista Jorge Todesca expone de manera muy didáctica la desigual distribución del ingreso, a la que coloca en primer lugar en la agenda de temas pendientes. Demuestra que si la riqueza producida se repartiera entre todos por igual, una familia tipo dispondría de unos 5 mil pesos mensuales. Esa cifra es aproximadamente el quíntuple que el salario promedio y, según el último estudio de la consultora CCR-Cuore, apenas un poco más que el 10 por ciento de los hogares que conforman las clases top o alta dispone de por lo menos ese presupuesto, mientras que el 40 por ciento inferior de la pirámide no llega siquiera a los 1000 pesos mensuales.
El ex viceministro de Economía durante la primera etapa de la presidencia de Eduardo Duhalde señala que la desigualdad “no es sólo un problema social sino también un fenómeno económico importante con vistas al crecimiento”, porque limita las posibilidades de ampliar el mercado interno, y porque “concentra el consumo más dinámico en los sectores de ingreso más alto y en bienes que tienen un alto contenido importado”. Es por eso que Todesca coloca el tema en el primer lugar de la agenda pendiente, y además afirma que “mientras esa Argentina exista, será difícil afirmar que somos un país rico”.
Es una opinión que a primera vista contrasta con lo que habitualmente argumentan el líder de la CTA, Víctor De Gennaro, y el diputado Claudio Lozano, para quienes es precisamente la característica de país rico la que hace factible la pregonada redistribución del ingreso. Pero si se las desmenuza con un poco de atención, están diciendo lo mismo de manera diferente.
Todesca apunta como otro de los temas de agenda la inserción en el comercio internacional, que a su juicio presenta un escenario propicio para aprovecharlo y “convertir en realidad el mito del país rico”. Al respecto, en los últimos días se difundieron análisis contradictorios. Por un lado, “Una mirada al salto exportador 2002-2006”, que publicó el Ministerio de Economía, puso el foco en el record histórico que alcanzaron las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial, que en valores absolutos van a superar al finalizar el año en curso los 12 mil millones de dólares a los que casi se llegó el año pasado, y pasarán a representar cerca de un tercio del total de ventas al exterior. El documento subraya, como lo hace cada vez que puede Felisa Miceli, que el factor más determinante de esa tendencia es el mantenimiento del tipo de cambio competitivo, seguido por el crecimiento de la demanda en los mercados de destino. Obviamente que la extraordinaria expansión china es clave en lo segundo.
Pero, por otro lado, la consultora Abeceb presentó un trabajo sobre la inserción comercial argentina, a la que califica de “pobre”. Sostiene que “más allá de que el comportamiento actual del sector externo argentino es muy positivo en sí mismo, es necesario destacar que cuando se compara esta performance con el desempeño de los países de la región en los últimos años, nuestro país queda relativamente rezagado”. Al punto de que, a pesar del salto exportador, la participación del país en el comercio mundial ha venido descendiendo y representa actualmente el 0,39 por ciento del total (la mitad que hace cuarenta años y una séptima parte que a mediados del siglo pasado). Seguramente la participación del país en el intercambio mundial mostraría un leve crecimiento de no haber sido por el derrumbe de las importaciones, pero de todas maneras la comparación pone en contexto lo que observado aisladamente puede ser entendido desproporcionadamente.
Volviendo al libro, Todesca rescata como muy positivo el resurgimiento industrial logrado gracias a la mayor competitividad derivada de la devaluación y a través del uso de la capacidad ociosa en una primera etapa y luego con la aparición de nuevas inversiones. Sin embargo, para él la industria está en marcha, pero falta un modelo de industrialización que fortalezca una estructura débil y una infraestructura poco sólida. En palabras suyas: “Se recorre un camino, pero no se sabe qué camino se recorre”.
El libro relata históricamente el fracaso económico del país, que lo atribuye entre otras cosas a la “falta de un proyecto como Nación”, y en ese sentido tiene el mérito de incomodar a los que se obnubilan con la incuestionable bonanza macroeconómica, planteando la necesidad de debatir y definir el rumbo global. Para los que gustan de teorías conspirativas, se recomienda la parte en la cual el autor relata cuando Duhalde fue electo senador y quedó habilitado para la sucesión presidencial en caso de crisis, donde el equipo de economistas que él integraba bajo la batuta de Jorge Remes Lenicov se transformó de un grupo de analistas a otro de hacedores de política económica.
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