¿Qué medidas están tomando para preservar la diversidad de los cultivos frente a la expansión de la soja?
–Al país no le conviene que haya monocultivos de ninguna especie. La diversidad productiva siempre fue una fortaleza del sector agropecuario. La rotación ayuda a mantener los recursos y la sustentabilidad a largo plazo y hay que seguir promoviéndola, pero sin demonizar a la soja.
Pero en provincias como Santiago del Estero la superficie sembrada con soja aumentó más de un 250 por ciento en siete años.
–Somos conscientes de que no se puede hablar de sustentabilidad cuando se desmontan tierras de modo indiscriminado y se ponen en producción ecosistemas muy frágiles. Por eso en la secretaría estamos analizando diversas estrategias para potenciar la competitividad de los otros cultivos. Por ejemplo, en el caso del trigo, promovemos la calidad de las exportaciones a través del Programa Nacional de Calidad de Trigo.
¿Qué impacto agroecológico puede producir la soja transgénica?
–Antes de aprobar cualquier transgénico, analizamos el impacto sobre el ambiente, la salud y los mercados. Existen materiales que fueron retirados de la comercialización porque podían tener problemas de mercado. Siempre tuvimos una posición muy cauta con la biotecnología.
Pero la Unión Europea ha planteado objeciones.
–Hoy no hay ninguna evidencia científica de que los transgénicos aprobados en el país sean nocivos para la salud, pero en las negociaciones el tema está latente. La Unión Europea otorga subsidios a sus productores y pone requisitos difíciles de cumplir a países que tienen una mayor competitividad, aun sin subsidios.