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Domingo, 7 de abril de 2002

¿Quién lo dijo? ¿Cuándo lo dijo?

Cualquier semejanza con situaciones o personajes reales es mera coincidencia. Queda el desafío, entonces, para los inquietos lectores del Cash descubrir ¿quién lo dijo?, ¿cuándo lo dijo? La respuesta se recibe en [email protected]. Esas incógnitas se revelarán el próximo domingo en la sección “Suma Cero”. También se acepta otros nuevos ¿Quién lo dijo? (no más de 35 líneas por 70 espacios).

“Su penuria financiera colocaba de antemano a la monarquía bajo la dependencia de la alta burguesía, y su dependencia de la alta burguesía convertíase a su vez en fuente inagotable de una creciente penuria financiera. Imposible supeditar la administración del Estado al interés de la producción nacional sin restablecer el equilibrio del presupuesto, el equilibrio entre los gastos e ingresos del Estado. ¿Y cómo restablecer ese equilibrio sin restringir los gastos públicos, es decir, sin herir intereses que eran otros tantos puntales del sistema dominante y sin someter a una nueva regulación el reparto de impuestos, es decir, sin transferir una parte importante de las cargas públicas a los hombros de la alta burguesía? El incremento de la deuda pública interesaba directamente a la fracción burguesa que gobernaba y legislaba a través de las Cámaras.
El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento. (...) Cada nuevo empréstito brindaba a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota; éste no tenía más remedio que contratar con los banqueros en las condiciones más desfavorables. Cada nuevo empréstito daba una nueva ocasión para saquear al público que coloca sus capitales en valores del Estado, mediante operaciones de Bolsa. (...) Y si el déficit del Estado respondía al interés directo de la fracción burguesa dominante, se explica por qué los gastos extraordinarios. (...) Las enormes sumas que pasaban así por las manos del Estado daban, además, ocasión para contratar suministros, que eran otras tantas estafas, para sobornos, malversaciones y granujadas de todo género. La estafa en gran escala al Estado, tal como se practicaba por medio de los empréstitos, se repetía al por menor en las obras públicas. Y lo que ocurría entre la Cámara y el gobierno se reproducía hasta el infinito en las relaciones entre los múltiples organismos de la Administración y los distintos empresarios.”

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