Contra la mayoría de los pronósticos, los bancos se recuperaron rápido de la crisis. El año pasado obtuvieron utilidades por 1800 millones de pesos y se estima que en 2006 duplicarían ese registro. A diferencia del Tequila, la reconstrucción no se hizo en base a un fuerte ajuste –durante los ’90 el sistema se redujo a la mitad, de 221 a 108 entidades financieras– ni hubo una mayor extranjerización. Los bancos aprovecharon cada oportunidad de negocios que se les abrió a partir de la crisis: desde la apertura masiva de cuentas para acelerar la salida del corralito y la oferta de más cajas de seguridad hasta el encarecimiento de los servicios básicos y de los créditos de corto plazo, aprovechando el boom de consumo. El otro pilar de la recuperación fueron algunas medidas que se tomaron.

El sistema financiero de la década actual no difiere demasiado del anterior a la crisis. El nivel de concentración se mantiene y el negocio bancario se sigue basando en una captación barata de fondos y en prestar caro. Los créditos personales, que son los más extendidos, se otorgan a una tasa promedio del 40 por ciento anual. En contra de las expectativas iniciales, el mayor protagonismo de los bancos de capital nacional no cambió ese comportamiento conservador.

Algunas de las medidas que desintoxicaron el sistema fueron:

• La pesificación. Además de tener límites para prestar en moneda extranjera, los bancos poseen cupos en la tenencia de divisas en sus carteras.

• Bonos. Las entidades financieras, que llegaron a tener un 70 por ciento de su cartera en títulos de la deuda, ahora poseen un 27 por ciento en promedio. Hay sólo tres bancos que, en la actualidad, exceden el límite del 35 por ciento impuesto por el Central: Provincia de Buenos Aires, de Córdoba y el Galicia.

• Créditos. De acuerdo con el último informe del BC, los bancos tienen prestado, en promedio, el mismo porcentaje de sus activos al Estado que al sector privado. Un hecho inédito en los últimos veinte años.