Por Naúm Minsburg
Economista.
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A finales de los años
80 América latina se encontraba en una situación socio-económica
calamitosa. La región se encontraba inmersa en la tristemente célebre
“década perdida”. Con el objetivo de impedir la realización
de los cambios estructurales imprescindibles para encauzar el necesario desarrollo
económico y social, los organismos multilaterales trazaron un esquema
para “cambiar algo que no cambie nada”. Y se la nombró como
“la década de la esperanza”. Se modificaron las tradicionales
directrices de los organismos financieros por otras que pudieran ser exhibidos
como nuevos y diferentes. En 1989 se constituyó lo que se denominaría
como el “Consenso de Washington” fruto del accionar del FMI, Banco
Mundial, BID, G-7 y representantes del establishment local e internacional que
elaboraron un rígido programa de ordenamiento universal. Basado en diez
puntos principales denominamos como “los diez mandamientos” los del
Consenso. La Argentina ha aplicado dichas exigencias escrupulosa e incondicionalmente
y por ello fue presentada hasta hace muy poco tiempo como la “mejor alumna
del FMI”.

Entre los principales “mandamientos” figuran:

1. El pago irrestricto de la deuda externa (eterna).

2. El equilibrio fiscal nunca alcanzado.

3. La apertura económica y financiera. Trajo como consecuencia la irrupción
indiscriminada de importaciones, innecesarias, suntuarias y/o con precios subsidiados.
Produciendo la quiebra y el cierre de gran parte de nuestro aparato productivo
y el incremento acelerado de la desocupación y de la subocupación.

4. Las privatizaciones que “la mejor alumna” realizó con una
velocidad que no se hizo en ningún otro lugar del mundo, a precios viles,
con fuertes evidencias de elevada corrupción, y mediante contratos leoninos
para el consumidor.

5. La convertibilidad o el mantenimiento a ultranza de un tipo de cambio fijo,
que se convirtió en un corset de hierro para el crecimiento económico.

La connivencia y/o complicidad del FMI y los países del G-7, con los
intereses del establishment local se evidencia en las continuas exigencias que
excediendo el plano económico pasan abiertamente a lo político.
Ahora imponen a un grupo de “expertos internacionales”, con poder
de decisión, para que nos “ayuden” a delinear un sistema bancario
y financiero eficaz... para sus intereses.