GANANCIAS E INGRESOS POPULARES
Cambiar las reglas
La crisis argentina reconoce su profundidad y extensión en el
tiempo en un modelo de marcada desigualdad en la distribución
de la riqueza, sostiene Hourest.
Por Martín Hourest *
Contrariamente a los que señalan algunos funcionarios y analistas, ni la crisis nacional tocó fondo ni la economía mundial va a darle respiro al proceso de quiebra del régimen de valorización financiera de capitales instalado desde 1976. De hecho, la sociedad argentina no saldrá de la decadencia y degradación en que se encuentra sin replantear las reglas básicas de funcionamiento impuestas entonces. Esto significa que no existe salida creativa y expansiva de la crisis sin establecer al menos tres nuevas relaciones, a saber:
1. Entre ingresos populares y ganancias.
2. Entre las ganancias y el Estado.
3. Entre las ganancias de los distintos sectores internos o externos.
Para decirlo más claramente, esa forma de organizar la sociedad dio como resultado un PBI per cápita un cuarto más chico que el de 1975, redujo los ingresos medios de los trabajadores a la mitad, arrojó a todo el crecimiento poblacional registrado desde entonces debajo de la línea de pobreza, disminuyó a la mitad la participación de la industria en el ingreso nacional y sumergió a la mitad de la población activa en la desocupación y la subocupación.
Está claro que esto implica establecer un nuevo régimen de distribución del ingreso, un nuevo formato fiscal y monetario y desarrollar una nueva estrategia productiva, que implique una nueva inserción internacional alternativa a esta que compra más de lo que vende, fuga más de lo que invierte y se endeuda más de lo que paga. Estamos, entonces, ante el quiebre de un formato social de producción de ganancias extraordinarias que orientó el funcionamiento del capitalismo local en estas décadas y que puede sintetizarse en:
n Ganancias brutales y “fáciles” de productividad que recayeron sobre el trabajo y no sobre el capital en el marco de un comportamiento inversor rentístico y depredador. Valga como ejemplo el caso del sector industrial donde la reducción de las plantillas de trabajadores explican el 75 por ciento del incremento de la productividad del trabajo o en la evolución de la relación entre la productividad y el salario medio que se incrementó más del 35 por ciento desde 1993.
n Ganancias surgidas de las políticas tarifarias y la inexistencia de marcos regulatorios serios en las empresas privatizadas que triplicaban la tasa de beneficio del resto de la cúpula empresaria.
n Ganancias surgidas de los cambios de manos (básicamente extranjerización) de empresas y de la concentración de sectores.
n Ganancias surgidas de la mercantilización de relaciones y servicios sociales como la salud, la educación, la seguridad y la previsión social.
n Por último, pero no menos importante, la valorización financiera y la fuga sostenida de excedentes convertidos en moneda dura (cerca de 130.000 millones de dólares contra un producto de menos de 100.000 millones y una deuda total que supera los 200.000 millones) que resulta la expresión más clara y terminante de la insurrección de las ganancias frente a la sociedad como proyecto colectivo.
La salida que se prefigura reconoce como ganancias extraordinarias, indicador indispensable del desarrollo del capitalismo, ejes que preanuncian un proceso de inocultable bestialización social:
n Un retorno a las ventajas comparativas estáticas de la naturaleza (gas, petróleo, minería, pesca, agricultura y ganadería).
n Una apuesta precaria y fútil a la presencia de salarios en actividades insertas en el comercio internacional que ronde los 100 dólares mensuales. En el corto plazo dichos salarios no representan una ventaja competitiva fuerte toda vez que las exportaciones locales tienen una baja incorporación de mano de obra y en el largo plazo son otras muchas cosas más que el precio de la fuerza de trabajo lo que determina la inserción en corredores productivos dinámicos. * Una destrucción masiva de capital en el aparato productivo y un proceso de desaparición de empresas en el sector del comercio, los servicios y las finanzas que sólo se encuentra en sus comienzos.
A la estrategia de la desigualdad en crisis se pretende colocarle el respirador artificial de una salida guiada por la expansión de las exportaciones, sin comprender que el objetivo del capitalismo en su desarrollo es la optimización de las ganancias a partir de las cuales se expande a nuevos mercados y no al revés. Precisamente porque el sentido de ese sistema social es la ganancia y no la producción a la que recurre, inevitablemente, para extraer utilidades.
En este contexto nacional de quiebre de la estrategia de la desigualdad y de una situación internacional donde se verifica la crisis del régimen de valorización financiera la salida de la recesión, el incremento del empleo, la convocatoria al ingenio humano y la nueva creación de riqueza sólo puede producirse a partir de una modificación radical de la relación entre los ingresos populares (directos o indirectos) y las ganancias, manteniendo además dentro de las fronteras la circulación del excedente. Es una decisión nacional crecer a partir de los consumos populares, del trabajo y la tecnología y no de la naturaleza vendida en retazos. Es una determinación local si aspiramos a autogobernarnos, alejarnos de la impunidad del poder y construir una sociedad donde la desigualdad sea una opción y no un destino.
* Economista del Instituto Estudios y Formación, Central de Trabajadores Argentinos.