Domingo, 30 de septiembre de 2007 | Hoy
Martín Hourest
Economista de CTA
”En primer lugar la estrategia que tuvo el Banco Central para afrontar la crisis financiera internacional tuvo como objetivo cuidar a los bancos. Lo que tenía que haber hecho, claramente, es lo que se hizo en el mundo desarrollado: salvaguardar el crédito. En ese momento había que cuidar la economía real, no sostener la rentabilidad del sistema. Los bancos restringieron por volumen y castigaron por precio, así perjudicaron a la economía y se protegieron ellos, con el aval del Banco Central. Esto deja al descubierto que en el nuevo set de ganadores posconvertibilidad también están los bancos. La patria financiera sigue vivita y coleando. Hay dos elementos interesantes a analizar. Se vuelve a verificar en la gran tenencia de deuda pública en el balance de los bancos, de la mano de los bonos Lebac y Nobac. Así se asocian en el negocio con el Estado. Un proceso de sintonía fina entre los bancos, el Banco Central y Hacienda. Y en paralelo a esto el endeudamiento de las provincias se va a convertir en nuevos negocios para el sistema financiero privado. Además, hay que ver cómo resolvió la crisis la Reserva Federal de los Estados Unidos y cómo se hizo acá. Ellos no priorizaron la ayuda a algunos bancos; bajaron la tasa: apostaron a bajar el riesgo sistémico. En Argentina, en vez de apostar a la baja de interés, se permitió que los bancos ajustaran mediante la restricción del crédito y la suba de tasas”.
Andrés Méndez y Gustavo Perilli
Economistas de Finsoport
“La rentabilidad en los bancos privados resultó más comprometida que la de las entidades públicas por la mayor contribución de los bonos en la formación de su resultado financiero neto. Desde el punto de vista de la estructura de fondeo, también los privados salieron ‘más lastimados’: cayeron los depósitos de familias y empresas en pesos, al tiempo que aumentó el fondeo minoritario del sector público. En este contexto, los créditos al sector privado en moneda local continuaron gozando de ‘muy buena salud’, particularmente en las operatorias vinculadas al consumo. Planteada así la ecuación, correspondería preguntarse: ¿qué harían las entidades privadas al ver que parte de sus activos se depreciaba (los títulos públicos), en su estructura de fondeo faltaba ‘materia prima’ (pesos) y sobraba demanda (créditos)? Una primera estrategia consistió en conseguir más insumos (fondos del BCRA) para abastecer a sus clientes. Pero el costo de oportunidad de pedirle un pase activo al BCRA (la tasa que retribuye a depósitos mayoristas) generaba desaliento. O sea que el funcionamiento del ‘negocio’ estaba garantizado. ¿Y la rentabilidad que se resignaba por los títulos y por el mayor costo de captación? La respuesta está a la vista: con un mercado de créditos a ‘todo vapor’ (y menos morosidad), los deudores deberían ‘pagar los platos rotos’ cuando el costo financiero de sus préstamos aumentó.”
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