Sábado, 20 de agosto de 2011 | Hoy
TEATRO › DIEGO KOGAN Y SOLANA LANDABURU HABLAN DE PICNIC 1955, QUE PUEDE VERSE EN EL PAYRó
Al director se le ocurrió una ficción sobre el bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, que la dramaturga llevó adelante. “Como otros hechos, fue sistemáticamente borrado y sólo reapareció en los últimos años”, puntualizan.
Por Hilda Cabrera
El contrapunto entre un alborotado picnic organizado por compañeros de un sindicato y la experiencia de un bombardeo constituye el eje ficcional e histórico de un relato que cuentan escénicamente el director e iluminador Diego Kogan (Criminal, Martha Stutz, Velada Vian, La lista completa, Las razones del bosque y, entre muchas más, Una comedia bareback sobre el sida) y la autora y directora Solana Landaburu (Yo no miento y así me va, entre las recientes). Este nuevo trabajo se titula Picnic 1955, “comedia dramática que está en contra de todas las bombas” (según la definen), y no solamente en contra de las que fueron arrojadas desde 34 aviones militares sobre Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, asesinando a 366 personas e hiriendo a 800. Este episodio, prólogo del gobierno del general Eduardo Lonardi, y días después, del también general Pedro Eugenio Aramburu, fue recordado con profusión de notas y videos en 2005, pero olvidado durante años a nivel oficial. “No aparecía siquiera enunciado. Como otros hechos, fue sistemáticamente borrado, y sólo reapareció en los últimos años”, puntualiza Kogan, junto a Landaburu, en esta entrevista con Página/12.
–¿A qué se debe este regreso ficcional sobre aquel 16 de junio?
Diego Kogan:–A que ese bombardeo –tan silenciado por los distintos gobiernos– fue el prolegómeno del golpe militar de 1955 y el anticipo de otras brutalidades. ¿Cómo podía imaginar el pueblo que se arrojarían cuatro toneladas de bombas sobre la Plaza?
–¿La obra está hecha de a dos? ¿Cómo se organizaron?
Solana Landaburu:–Diego aportó el tema y parte de la estructura. El quería destacar el estado de bienestar que venía disfrutando la clase obrera a partir de los cambios que fueron sucediéndose durante el primer peronismo. Pensamos, también, en aquel “estado de ingenuidad” que se perdió con el golpe del ’55.
–¿Por qué ingenuidad? ¿Suponen que hubo ingenuidad histórica en los trabajadores peronistas, en el sentido de no prever que se producirían cambios?
S. L.: –Es que, comparado con períodos anteriores, existía bienestar tanto en la clase trabajadora de la ciudad como en la del campo. Se había mejorado la situación de la mujer: tenía derecho a votar...
–Derecho por el que antes lucharon otras mujeres, pero no lograron instaurar.
D. K.: –Lo que buscamos fue oponer a ese “estado de ingenuidad”, como dice Solana, ese otro feroz, que tomó desprevenida a la gente común, al pueblo. Porque aquellos primeros años del peronismo fueron de construcción de un proyecto de país en el que la clase trabajadora no había quedado al margen. De todas maneras, esta obra es, ante todo, una metáfora sobre un momento de nuestra historia. Con Solana intentamos hallar una imagen poética, imprescindible en el teatro, se trate o no de un acontecimiento político determinado.
–¿A qué se debe la inclusión de un picnic?
S. L.: –A querer mostrar un hecho cotidiano y festivo. Nos guiamos por la idea de confraternidad, buscando el “tono” adecuado a esa necesidad de fiesta. Lo encontramos, en parte, en novelas de la época, leídas o escuchadas por radio, y en las películas de entonces. Aclaro que ese tono es solamente el del comienzo.
D. K.: –Me gusta el pastiche, y usamos colores y matices que provienen de la industria cinematográfica y de las emisiones radiales. Soy de los que rapiñan.
–¿Hallaron buen material de época?
D. K.: –De todo. La historia está al alcance del que se interesa, pero nosotros tomamos aquello que permite mantener el juego teatral.
S. L.: –Y lo desarrollamos en un día de picnic, con todos sus rituales.
D. K.: –Recomendamos al espectador que venga “comido”, porque en escena se come, se bebe y también se baila.
S. L.: –Los personajes son trabajadores de un frigorífico que, además, integran una orquesta. Incorporamos a una niña, hija del director de la orquesta, y a una abuela.
D. K.:–Ellos están allí, reunidos por la música, el trabajo y la militancia. La música juega un rol importante en sus vidas. Utilizamos temas de la época y otros compuestos para el espectáculo.
–Por afuera de los ensayos que circulan por Internet, ¿obtuvieron testimonios cercanos, de familiares o amigos?
S. L.: –Mi papá, que era muy niño entonces, estaba con mi abuela a dos cuadras de Plaza de Mayo y recuerda algo, muy vagamente, pero que lo impresionó mucho. Con Diego hablamos con gente que conserva alguna imagen de lo sucedido. Algunos cuentan sobre las reacciones que se sucedieron en clase, en la escuela. Todos mencionan ese ataque como un hecho que los marcó. Por eso resulta todavía más llamativo que esta historia no hubiera estado tan presente a nivel popular.
D. K.: –Las bombas fueron arrojadas nueve años antes de que yo naciera, y no recibí información de parte de mi familia ni, por supuesto, de la escuela. Lo que supe después fue por iniciativa propia. Testimonios familiares no tengo, pero en Internet abundan los relatos, desde la investigación más objetiva hasta las que provienen de una ideología peronista o de la versión “gorila”.
–¿A qué atribuyen esa masacre?
S. L.: –Al odio. Visto desde hoy nos parece inverosímil que se bombardee a la población civil. El nuestro no era un país en guerra y, sin embargo, sufrió un bombardeo. Imagino que esto sólo puede generarlo el odio. Pensemos que murieron chicos que viajaban en un trolebús, gente que andaba por la calle. ¡Es tan irracional! A diferencia de Diego, supe de esta historia desde chica, porque mi papá y mi abuela estuvieron cerca de la Plaza.
D. K.: –Como dice Solana, es el odio, pero también un tema ciento por ciento político. Eso nos condujo a organizar la obra a la manera de un slogan, aunque planteándola siempre desde una poética teatral. El slogan es “en contra de todas las bombas”, porque también hoy existen acciones políticas que se transforman en bombardeos, en hechos aberrantes, aunque diferentes del ataque del 16 de junio de 1955. Picnic... nació de la necesidad de tomar aquella aberración política y ponerla sobre la mesa.
–¿Qué pasó con ese odio?
D. K.: –Vivimos en un país que tiende a repetir situaciones, aunque a veces logra superar ese rasgo de nuestra historia, como creo que sucede en este momento.
S. L.:–Esa repetición aparece, pero por suerte –y como dice Diego– nuestro pueblo tiene capacidad de aprender y, por lo tanto, de evitar situaciones dolorosas.
–Sin embargo, el encono, como el veneno, se transforma y a veces se potencia...
D. K.: –Es que los que tienen poder se manejan siempre igual, en todos los tiempos. En esa pelea estamos nosotros, los que tratamos de construir, de volver a mirar la historia, recordar qué nos ha sucedido y aspirar a algo distinto.
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