Sábado, 16 de marzo de 2013 | Hoy
TEATRO › DOS HERMANOS, UN BIODRAMA FUTURISTA PREMIADO POR IBERESCENA
Los hermanos Dennis y Virginia Smith, dirigidos por Cipriano Argüello Pitt, proponen un rompecabezas escénico que aborda temas universales, como los vínculos marcados por la distancia. La puesta diluye las fronteras entre los registros.
Por Carolina Prieto
Los hermanos Dennis y Virginia Smith están viviendo un momento muy esperado en sus vidas. Los separan miles de kilómetros. El vive en Buenos Aires y en los últimos años protagonizó un puñado de propuestas artísticas independientes y muy atractivas, como el unipersonal Negra, en el que combinó humor negro, biodrama y canciones, y los films Roud Muvi y El ayuno. Ella dejó el país en el ’96; vivió en Londres, Nueva York y finalmente se radicó en México, donde desde hace más de diez años desarrolla una intensa actividad como intérprete. Por primera vez después de mucho tiempo, están conviviendo semanas enteras. ¿El motivo del reencuentro? Un proyecto artístico cuyo germen se remonta al 2010, quedó entonces trunco y el año pasado obtuvo el Premio Mayor a la coproducción otorgado por Iberescena. Un espaldarazo que permitió que Dos hermanos (Un docudrama del futuro) acabe de desembarcar en la sala ElKafka los sábados de marzo a las 21 horas. La propuesta aborda precisamente cómo sobrellevar la distancia cuando hay tanto afecto de por medio, cómo es el imaginario que cada hermano tiene de la vida del otro, cuáles con las dudas y los temores de dos treintañeros que se dedican a lo mismo y a quienes no les alcanza el Skype para sentirse verdaderamente conectados. El director es el cordobés Cipriano Argüello Pitt. Cuando Virginia vio su espectáculo Kassandra no dudó en convocarlo y así formaron la tríada de coproducción entre el D.F. de México, Buenos Aires y Córdoba premiada por Iberescena (entidad que fomenta la integración de las artes escénicas iberoamericanas).
Los hermanos reciben a Página/12 en el departamento de Dennis con una generosidad poco frecuente: la mesa está servida para tomar el té con delicias varias y, como si fuera poco, el director se suma a la charla vía Skype. Entre tés perfumados, bebidas frescas, galletas y facturas se va tejiendo la conversación sobre este rompecabezas escénico que si bien se apoya en datos biográficos se sumerge en la ficción y diluye las fronteras entre los dos registros. “Desde el comienzo del espectáculo estamos muertos, descubrimos que el mundo se terminó y nuestras historias, cual partículas, quedan flotando en el universo, empiezan a caer y a hilvanar la trama. No es un relato lineal, son más bien escenas que ilustran las preguntas que nos hacemos. Qué sentí cuando la fui a visitar a México después de muchos años, qué le pasó a ella al volver y ver cómo yo vivía acá. De alguna manera, el fin del mundo es lo que nos hace estallar las preguntas”, comenta Dennis. Virginia suma más interrogantes: “Si tomé las decisiones correctas, si me llevaron donde quería estar, si valió la pena. Los dos nos dedicamos al arte y nos hacemos preguntas parecidas. Sin dar respuestas, nos preguntamos qué nos pasó con todo esto en nuestros recorridos”. Desde la pantalla de la computadora, el director agrega: “El fin del mundo aparece como metáfora de algo importante. La pregunta sería cuáles son los finales de cada uno, los cierres”.
Para llegar a este punto, el equipo se abocó a un proceso intensivo. Desde enero se instalaron en Córdoba y se pusieron a trabajar todos los días en DocumentA/Escénicas, el centro de investigación teatral que Argüello dirige junto a su pareja, la productora Gabriela Halac. Hubo una primera etapa de entrevistas que la dramaturgista mexicana Marcela Castillo realizó a los actores para conocerlos en profundidad. “Así apareció material sobre la vida de ellos que sirvió para poder improvisar. En la escena fueron surgiendo otros tipos de cuestiones y Dennis se puso a escribir y volvíamos a probarlas. Ese fue el mecanismo: entre la pregunta casi biográfica y esas historias llevadas y transformadas en el escenario. Luego Dennis reescribía a partir de ese nuevo material hasta armar la estructura final”, describe Argüello Pitt.
–¿Cómo fue el pasaje de la biografía a la ficción?
Dennis Smith: –Desde el comienzo nos interesó entramar el material en una ficción potente y creo que llegamos a algo totalmente extrañado porque es un documental del futuro, lo cual es una contradicción en sí. Como un documental de ficción situado en un no-tiempo, en el fin del mundo, y nada más triste que el final de los tiempos nos agarre separados.
Cipriano Argüello Pitt: –Sin bucear en lo psicológico sino trabajando más desde el juego de la representación, desde lo lúdico. Cuando aparece el juego actoral, ellos son casi como dos niños jugando, poniendo sus vidas y sus historias al servicio de la ficción. Pero en ciertos momentos la representación se resquebraja, ellos se dejan ver y aparece algo muy verdadero. Y en otros momentos aparece un absurdo llevado al extremo, tan agudo que te hace sospechar sobre cuál es el lugar de la verdad. Como cuando cantan “Piensa en mí”, una canción horrible del Paz Martínez que canta Valeria Lynch. Pero ellos la cantan bárbaro y de pronto la canción empieza a tener otro sentido. La escena misma va contando y esa forma de contar genera algún tipo de conflicto, no en el sentido clásico sino en el sentido de tensión. Me interesa que el espectáculo provoque diversas tensiones, diversos ritmos y texturas.
Los tres coinciden en que la pieza tiene algo circular, espiral y hasta especular. “Todo el tiempo está hablando de la relación, de la distancia y de la muerte –dice Dennis–. Y tiene una estructura espejada: ciertas escenas son parecidas como si una fuera el reflejo de la otra.” El director asegura que ya conoce a sus actores como si fueran parte de su propia familia. Desde ese lugar desliza: “Dennis tiene miedo de que su hermana haga una vida tan distinta que no se puedan encontrar. Y ella teme que su vida nómada haya sido en vano. Estos miedos forman una trama medio oculta, no del todo manifiesta en el espectáculo, que se va desplegando de a poco y que al mismo tiempo es leve, como un juego”. La mezcla de emoción sincera –que puede alcanzar la tristeza y el dolor– con humor, delirio y juego es algo que Argüello Pitt aprendió con Paco Giménez, referente indiscutido del teatro cordobés que en cada montaje imprime altas dosis de libertad e irreverencia.
Lejos de centrarse en preguntas exclusivas del mundo del arte, Dos hermanos sugiere temas más universales como los vínculos marcados por la distancia. Un fenómeno que en Argentina está bien presente, desde los miles de inmigrantes que desde fines del siglo XIX se instalaron en estas tierras hasta las reiteradas migraciones de argentinos hacia el exterior a raíz de las sucesivas crisis políticas y económicas. “Somos un país de inmigrantes cruzado por la distancia. Tenemos algo muy fuerte en relación con las separaciones, a cómo mantener las relaciones, con la fantasía de irse y de concretar proyectos afuera”, advierte el director. El mismo asegura que este trabajo lo lleva a pensar mucho en su hermano radicado en Irlanda y en varios amigos que en los ’90 decidieron irse. “Hay algo de la trama familiar y afectiva que se vuelve muy importante en la vida de las personas, y que cuando no está o está debilitado, se vuelve dramático”, concluye.
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