Desde Pinamar

Si en El hombre de al lado Daniel Aráoz sorprendía componiendo un personaje totalmente alejado de sus trabajos anteriores como comediante, puede asegurarse que con su protagónico en 8 tiros, ópera prima de Bruno Hernández, empieza a consolidar un camino actoral más allá del mundo de la risa y con una contundencia interpretativa que demuestra una versatilidad escondida hasta el momento. “El protagonista es un duro, pero a la vez tiene una búsqueda de venganza y de purificación absoluta. Entonces, me parece que, en ese sentido, Daniel rinde de una manera muy interesante”, señala Hernández sobre la decisión de contar con Aráoz en este thriller que combina acción y elementos del policial negro. El film se presentó a sala llena en el cine Oasis, en el marco del noveno encuentro cinematográfico argentino-europeo Pantalla Pinamar.

Aráoz compone a Juan, un hombre que se ha mantenido escondido del mundo en general y del universo turbio de la prostitución y de la droga en el que todavía sigue su hermano Vicente (Luis Ziembrowski). Cuando muere la madre de los hermanos, Juan decide volver, después de siete años, para vengarse de su hermano por un episodio sucedido en el pasado, pero a la vez pretende iniciar un camino de redención.

Hernández señala que la construcción del personaje en un mundo hostil “donde no sale el sol” fue “muy difícil”. Y explica que resultó complicado encontrarles el tono y la verosimilitud a todos los elementos del personaje: desde la manera de hablar hasta cómo debía mirar. “Lo trabajamos arduamente debatiendo, leyendo, ensayando las escenas en términos de lectura, hasta que orgánicamente dijimos: ‘Así es’. Pero hasta el último minuto, antes de tirar la toma, estábamos discutiendo qué quedaba y qué sacábamos, tratando de limpiar y de encontrar la esencia, y contar sólo lo que cuenta y lo que este personaje diría”, explica Hernández.

El director interpreta que Juan podría tener contradicciones en términos de su pasado y de su presente, pero en el camino de venganza que recorre en la trama “está muy preciso”. En su pasado, Juan formó parte de una estructura mafiosa y corrupta del hampa, sin escrúpulos. En ese sentido, Hernández considera que su película tiene elementos de thriller psicológico “en cuanto a que son dos traumados, tanto él como su hermano. Y te vas dando cuenta un poco con lo que han vivido de chicos. Y Juan se da cuenta de que ha vivido toda esa cantidad de tiempo creyendo algo que, en realidad, no era y quiere limpiarse, lo cual rompe los códigos del hampa, porque como dice su hermano: ‘De eso no se sale’”, define Hernández.

La venganza y la justicia son palabras muy diferentes pero, a veces, van de la mano. “Para Juan, la venganza significa que su hermano pague el daño que le hizo y que la gente que, de alguna manera, le hizo daño a él o a quien él quería también pague. En cuanto a la otra palabra se podría decir que está más cerca de una justicia casi divina que él busca en términos de su limpieza, pero creo que está directamente anclado en estos códigos que ellos entienden muy bien”, comenta Hernández. “Y el motivo de esa venganza está en los propios diálogos: ‘Hay un tiempo para dejar de matar’, le dice Juan a su hermano. Y creo que básicamente ése es el clic que hace el personaje, y su búsqueda de redención nace en ese momento”, concluye Hernández.

En cuanto a la producción europea, se exhibió La voz dormida, tercer largometraje del español Benito Zambrano, ambientado en tiempos del franquismo. Se trata de una adaptación de la novela homónima de Dulce Chacón. El relato, que combina drama con elementos románticos, reflexiona sobre las terribles consecuencias del franquismo y busca “sacar a la luz la brutal represión de los vencedores, que es hacer justicia a todos los que la padecieron”.