TEATRO › EL PANORAMA ACTUAL DEL TEATRO MUSICAL EN BUENOS AIRES
Más allá de los referentes clásicos, aparecen cada vez más creadores y obras que le dan un giro interesante al género. La mayoría de estas nuevas producciones le añaden texto y otros recursos teatrales a la música.
› Por Paula Sabatés
Hay algo que parece estar cambiando en el teatro musical argentino. Si bien el grueso de espectadores se los lleva la sociedad conformada por Pepe Cibrián Campoy y Angel Mahler, indiscutibles referentes del género desde hace más de 20 años, con Dorian Gray, el retrato y El Jorobado de París, sus espectáculos en cartel, aparecen cada vez más creadores y obras que le dan un giro interesante al género. La mayoría de estas nuevas producciones no son íntegramente cantadas, como las de la famosa dupla, sino que a la música le incorporan texto y otros recursos teatrales. Además dejan de lado el costado más filarmónico y lírico para explorar nuevos estilos, como el rock y el punk. Hay musicales unipersonales, de estéticas pop, de humor negro y hasta eróticos. En abril, incluso, se estrenará uno con canciones de Joaquín Sabina. “Lo que se está logrando hoy es tener un lenguaje propio y dejar de copiar lo que viene de afuera. La investigación local hace que se vean cosas muy diferentes y que haya muchas formas, no sólo una, de encarar el género”, afirma Marcelo Caballero, uno de los nuevos creadores, a Página/12.
El rasgo más notorio entre los nuevos directores del teatro musical –mal denominado, según Cibrián (ver opinión) “comedia musical”– es la inclusión, cada vez mayor, de texto hablado. El y Mahler estrenarán en el Konex una nueva versión de Calígula que incluirá texto. Más que una revolución, sin embargo, es una vuelta a los orígenes del musical. Y es que en sus comienzos los espectáculos también eran actuados. Recién con la aparición de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, creadores de piezas emblemáticas como Cats, El Fantasma de la Opera, Jesucristo Superstar y Evita, entre muchos otros, el teatro musical empezó a ser íntegramente cantado, tradición que se mantuvo por largo tiempo y que aún sigue vigente en varios creadores del mundo.
Para Rubén Roberts, director de Encerra2 en un club, musical que se puede ver en el Teatro El Cubo, el texto y la música son cosas bien separadas. “La canción, para estar, tiene que estar justificadísima. El actor no puede decir en un texto lo mismo que cuenta en una canción, porque si no es una redundancia”, dice. Su espectáculo transcurre en el vestuario de un club, donde dos socios se quedan encerrados sin comida ni teléfonos y deben pasar la noche. Tiene el sello que lo caracteriza desde que dirigó el proyecto Desconcierto de musicales, que parodiaba a las obras maestras del género: el “humor desopilante”, como lo llama. También “un toque de erotismo”. Acostumbrado a trabajar en el circuito independiente, Roberts prepara tres proyectos que siguen esa línea: un musical sobre la vida de Leonardo Da Vinci, una parodia a El gorrión de París que se llamará La cotorra de Claypole, y una versión humorística del Drácula, de Cibrián-Mahler, autorizada por ellos.
Otro espectáculo que combina la música con el texto es Las relaciones peligrosas, de Caballero. Basado en la novela homónima de Pierre Choderlos de Laclos, cuenta la historia del vizconde Sebastián de Valmont y la marquesa Isabelle de Merteuil, dos aristócratas de la Francia prerrevolucionaria que, aburridos de su rutina, se enfrentan en una apuesta que les cambiará la vida. También Caballero coincide con que los distintos elementos de la puesta cumplen funciones diferentes, aunque complementarias: “Los textos de la obra son súper complejos para los actores y los espectadores, así que la música entra para resaltar las pasiones de los personajes, para ayudar al público a entender sus cabezas”.
Esta bifurcación de los espectáculos en actuación y canto requiere, necesariamente, de artistas que sepan hacer bien las dos cosas. “Los actores del teatro musical tienen una preparación extraordinaria”, asegura el macoco Daniel Casablanca, quien dirige la versión local del exitoso musical noruego Forever Young. “El del musical era un mundo que no me era familiar pero que me sorprendió. Que los actores sean eficaces y puedan seguir lo que uno les propone desde la actuación y que además canten y bailen, es una animalada.” La obra, que se apoya en el humor para tomar el tema de la vejez y lo hace con un cuidado tal que emociona al público en cada función, tiene la particularidad de contar con reemplazos rotativos. Así, los actores convocados para el proyecto ensayan desde el comienzo los distintos papeles para luego turnarse en las funciones y experimentar cada uno de ellos. “Es un entrenamiento extraordinario”, dice Casablanca.
Sobre este punto, Roberts dispara: “Los protagonistas de las comedias musicales totalmente cantadas son grandes cantantes y eso se nota. Lo que no sabemos es si pueden hacer una obra de texto en el Teatro San Martín”. Para él es fundamental que los intérpretes puedan “componer personajes, tener buena dicción y aparte cantar”. Contrariamente a lo que opina Mahler (ver recuadro), para quien es importante que haya “buenos cantantes que actúen”, Caballero sostiene que es fundamental contar con “actores que tengan la habilidad de cantar”.
Ese cantar, sostienen todos (incluso Mahler y Cibrián) “no necesariamente debe ser un cantar lírico ni sinfónico”. En Encerra2..., la mayoría de las canciones son “pop y pegadizas”, en Forever Young abundan los clásicos del rock y Las relaciones peligrosas cuenta con una banda sonora de jazz sinfónico, a cargo del joven compositor Esteban Ghorghor. “Lo importante siempre es adaptarse a nuestra idiosincrasia, darle al público música que escucha, hacerlo sentir parte de todo el menú”, resalta Casablanca, para quien los formatos importados que no son adaptados a lo local son “forzados y muy difíciles actoralmente ya que no le permite al actor explorar y lo obligan a imitar”.
Por lo demás, aquello que refiere a estéticas, temáticas y formas de producción, las posibilidades de exploración son tan grandes como creadores hay. Así como Roberts y Casablanca se enfocan en el humor para hablar de temas tabú como la homosexualidad y la vejez, respectivamente, Caballero hace uso de la tensión y la intriga para seducir a un público que es históricamente lejano a la historia que se cuenta. Ya sea en un gran teatro de la avenida Corrientes o en una minúscula sala del off, con producciones importantes detrás o con escasos recursos económicos, la oferta musical de la cartelera porteña demuestra la diversidad y la inteligencia creadora de los libretistas y compositores locales. También, la intención de éstos de seguir germinando un movimiento que promete. “Se trata de explorar, de no pegarse siempre a las primeras corrientes. Y de hacerle entender al público que el teatro musical no es simplemente brillos y plumas, que es un género que cuenta historias, que lo puede hacer reír y emocionar y fundamentalmente que está lleno de contenido”, sintetiza Caballero.
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