Mar 09.01.2007
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TEATRO › JORGE GUINZBURG Y SU FILOSOFIA AL FRENTE DE “UN PAIS DE REVISTA”

“Popular no es sinónimo de poco”

El periodista y conductor dejó momentáneamente la tarea de poner en marcha la tercera temporada de Mañanas informales para dedicarse de lleno a su rol de productor teatral, tarea que lo enorgullece y que le permite un análisis cercano: “Una de las cosas que me sorprendió ingratamente en mi estancia en Mar del Plata es lo poco que se discute la calidad”, señala.

› Por Karina Micheletto
Desde Mar del Plata

Jorge Guinzburg apura el tranquito en el hall del teatro Tronador, saluda a varios, contesta el celular, persigue a sus hijos para que vayan a comprarle el antiácido que –se le nota en cierto rictus– viene necesitando. Tiene cara de cansado, dice que no, que es el problemita de la acidez, o que se siente algo agitado. Pero que, en todo caso, si muere en medio de la entrevista, será un notón. Como al menos dos notas de archivo hacen referencia a lo cansado que se lo ve, habrá que pensar que se trata de cierto modus vivendi. Vino a Mar del Plata por tres días, los suficientes para terminar de ajustar detalles de Un país de revista, que lleva su firma en la producción, idea y parte de los guiones. De regreso a Buenos Aires, comenzará a trabajar en la producción de la tercera temporada de Mañanas informales, el multipremiado programa que inauguró un nuevo formato, entre humorístico e informativo, en las mañanas de la tele. Pero ahora, toda la atención y todos los elogios están puestos en su revista, de la que habla con orgullo de padre primerizo.

El elenco de Un país de revista presenta a sus siete integrantes principales como primeras figuras, en un armado que Guinzburg define como “de ir llenando casilleros”: está el humor, con Bicho Gómez, Campi y Gladys Flori-monte; la música, con María Martha Serra Lima y el imitador Martín Russo, y, por supuesto, los lomazos, en sus dos versiones: la exuberancia de Catherine Fulop y la belleza de modelo de Ingrid Grudke. Todos estos casilleros llenos, más el cuidado en las escenografías y las luces, terminan dándole a Un país de revista un plus de calidad, con momentos sobresalientes. “Con este elenco podría haber hecho dos espectáculos, tranquilamente lo subdivido y lo armo. Hubiera sido más rentable, pero apuesto a la calidad”, se agranda Guinzburg, y hay que decir que es rigurosamente cierto, y que aun así terminarían siendo superiores a varios de los que pueblan las carteleras en esta Mar del Plata donde hay lugar para todo.

–¿Cuál es el “ojo clínico” que tiene que tener un productor de revista, en qué debe lucirse?

–Hay dos maneras de trabajar, no sólo en una revista: una es “tengo tal obra, quiero hacer esto, y busco quiénes son los más aptos para hacerlo”. La otra es: “Tengo este elenco, y busco la mejor manera de hacerlo lucir”. Son dos posibilidades diferentes. Mi mayor virtud es la de lograr hacer lucir a la gente que labura conmigo, encontrarles cosas que pueden sumar. Siempre y cuando encuentre gente muy talentosa, como en este caso. En una revista es como si tuvieras que llenar distintos casilleros: en el humor, tengo a tipos que son una garantía: el Bicho Gómez, Campi, Gladys Florimonti... no hay forma de que salga mal. También tiene que haber belleza: Ingrid es un símbolo sexual más allá de su actividad como modelo, pero además está muy dotada físicamente, hace un salto al vacío que yo no me animaría a hacer. Y Cathi para mí es la vede-tte hoy, tiene la exuberancia pero también el swing y la simpatía caribeños. También quería cubrir la música con humor y el sentimiento: Martín Russo, que hace imitaciones y es un tipo muy dotado, y María Martha Serra Lima, que hacía varios años que no actuaba en la Argentina y es una estrella internacional. En mi rol de productor, además, pretendo que cada cuadro tenga su propia escenografía, cuando en general las escenografías de las revistas solían ser un telón de fondo. Todo está cuidado, con nivel. En un género que algunos viven como menor, y que yo respeto mucho.

–¿Sigue pesando ese prejuicio de la revista como género liviano?

–Ya no tanto. De hecho, los espectáculos que están peleando la punta son todas revistas. Lo cual quiere decir que el prejuicio lo tiene un sector de la sociedad, o del periodismo, pero no el público. Hablo de un género menor porque se supone que no es una obra con argumento, escrita por un dramaturgo reconocido. Sin embargo, en la historia del espectáculo nacional, el sainete y la revista son los dos únicos géneros que se distinguen como argentinos. La revista porteña es diferente a cualquier espectáculo de music hall que pueda haber en el mundo. El sainete estuvo ligado a una época: si pienso en Vacarezza, se me aparece el conventillo donde estaban el tano, el gallego... Si tuviera que hacer un sainete hoy lo plantearía en el Once, con un paisano peleándose con un coreano. Por ahí el negro Dolina sería ideal para escribir un sainete de ese tipo.

–¿Hasta dónde se puede correr de esos casilleros de los que habla, qué cosas se pueden romper en la estructura de una revista?

–En la vieja revista no existía lo multimedia, y ahora yo intento que esté presente. Y pretendo recuperar lo que tuvo la gran revista argentina, el glamour, el vestuario lujoso, las mujeres sensuales. Pero al mismo tiempo, salvo alguna cosita que se dice, este espectáculo podría ser para toda la familia, y ése es un cambio. La revista era un espectáculo adulto, pero porque se planteaba en un tiempo en que la televisión no existía, y donde aquellas cosas que se decían en la revista no se podían decir en los medios masivos. Los monólogos políticos que hacían Pepe Arias o Florencio Parravicini no se hubieran podido hacer en televisión en la época de las revistas históricas.

–Se supone que el humor de la revista es más fácil, tiene que llegar a un público amplio. ¿Cómo trabaja como guionista en este género?

–Yo soy bastante universal para el humor. Disfruto distintos estilos: me gustan los hermanos Marx, Chaplin, Woody Allen, pero también puedo disfrutar el humor de Corona o de Gioia. La revista es esto. A partir de los que están en escena, uno intenta que lo que hace los haga lucir lo más posible. Quizás si yo me hubiera subido al escenario, como en La era del pingüino (la revista que estrenó en 2003), no faltaría un monólogo más político. Lo que pretendo es que el que terminó de ver el espectáculo se haya deslumbrado con lo que vio, y además se haya divertido mucho. Popular no es sinónimo de poco. Yo pretendo que el espectáculo sea de un gran nivel y que al mismo tiempo lo pueda disfrutar gente con tres o cuatro apellidos, y también un obrero textil.

–¿Y cómo vio en general el panorama del espectáculo marplatense?

–Una de las cosas que me sorprendió ingratamente en mi estancia en La Feliz es lo poco que se discute la calidad. Pareciera que lo único que importa es quién va primero. Por suerte me va muy bien, si no no podría decir esto. Nosotros estamos peleando el primer lugar, pero yo no quiero discutir eso. Hoy nadie está hablando de su espectáculo desde el orgullo. El orgullo pasa por el éxito, no por la calidad. Dicen “el público eligió ese espectáculo”, y no “éste es un gran espectáculo”. Eso es muy triste, es que te acepten no dar lo mejor. Me parece de un medio que se está aberretando. Hoy los medios sólo están hablando de eso.

–¿Se aberretó la revista?

–No es la revista solamente: estoy hablando de los distintos espectáculos, todos están discutiendo lo mismo. Me parece abominable.

–Aquí no hay una vedette que salga a pelearse con otras, Catherine Fulop habla bien de todas sus colegas: eso sí que es una ruptura en la revista...

–En la historia de Jordan Producciones, nuestra empresa, no hubo un solo escándalo. No lo permitiríamos, una persona conflictiva no duraría más de dos días. Hay una idea falsa: que el escándalo atrae público. Yo tengo todos los borderó y sé que hay algunos espectáculos que se basan en el escándalo y están en la lona. En Carlos Paz hay uno donde una de sus estrellas hizo acusaciones muy serias sobre otra persona. Está todos los días en los programas de la tarde hablando de eso, pero el espectáculo es un fracaso. Yo sigo creyendo en la calidad y en el trabajo. Quiero que vengan por lo que estoy ofreciendo, no porque Catherine Fulop se peleó con alguien.

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