Sábado, 12 de enero de 2008 | Hoy
TEATRO › ENTREVISTA A DANIEL VERONESE POR EL ESTRENO DE “GORDA”
El multifacético director teatral llevará a escena, desde el próximo miércoles, la pieza de Neil Labute. “La obra excede el tema de la gordura. Yo me preguntaría acerca del precio de la valentía o la cobardía”, dice.
Por Cecilia Hopkins
Producir varios estrenos por año y encarar giras internacionales son algunas de las cuestiones que desde hace tiempo mantienen en permanente actividad a Daniel Veronese, en estos días, a punto de dar a conocer su puesta de Gorda, obra del norteamericano Neil Labute, en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza. Pero más allá de la dilatada gira que emprenderá con sus versiones de Las tres hermanas y Tío Vania, de Chejov (llamadas Un hombre que se ahoga y Espía a una mujer que se mata, respectivamente) que lo llevarán a Japón y Rusia, Veronese espera la llegada de su segunda hija (la madre es María Figueras, protagonista de varias de las obras del director) y espera también abrir su propia sala en su casa de Palermo, la cual llevará el nombre de su último estreno del 2007, Teatro para pájaros.
Es sabido que Veronese, que es también director del grupo Periférico de Objetos junto a Emilio García Wehbi y Ana Alvarado, no sólo estrena sus propios textos sino que también incursiona en el circuito del teatro comercial. Precisamente, fue el éxito de su primera puesta, El método Grönholm, del catalán Jordi Galcerán, lo que motivó a los productores de este proyecto (Pablo Kompel y Sebastián Blutrach) a volver a reunir parte de ese equipo creativo para el estreno del texto de Labute, un autor todavía desconocido en el país, guionista cinematográfico, director y dramaturgo (ver recuadro). Así, Gabriel Goity y Jorge Suárez, Alberto Negrín y Gonzalo Córdoba (en escenografía y luces, respectivamente) vuelven nuevamente a trabajar juntos. A ellos se suman María Socas y la catalana Mireia Gubianas, la actriz que estrenó en España esta obra, en el rol de la protagonista.
Ejecutivo de éxito, cuidadoso de su imagen pública, a Tommy (interpretado por Goity) le pasa algo que, para él, está completamente fuera de lo previsible: se enamora de Helena (Gubianas), una mujer con treinta kilos de sobrepeso. Cuando el affaire toma estado público en su oficina, Tommy comienza a sentir la presión de la mirada de los otros: los prejuiciosos Charly (Suárez) y Juana (Socas) le hacen la vida imposible con sus comentarios mordaces. La relación con Helena progresa, pero el hombre se debate entre el enamoramiento y el deseo de proteger su imagen de triunfador. “La historia no es complicada a simple vista y es casi un drama trillado –admite Veronese–, pero si agregamos que ese hombre se sorprende a sí mismo enamorándose de una mujer con sobrepeso todo cambia y aparecen los problemas: la unión se considerará, sin ningún disimulo, como un error de la naturaleza.” La defensa al derecho a la libre elección, entonces, es uno de los temas principales de Gorda, más allá de la obvia referencia a la discriminación: “La gente tiene problemas cuando un cuerpo (el propio y el ajeno) no coincide con los cánones de belleza establecidos. Así el protagonista tendrá problemas cuando decida esgrimir un sentimiento que está fuera del pentagrama general”, opina el director.
–¿Ya conocía al autor?
–Había leído la obra hace unos años. También descubrí su cine: Labute es muy buen director de sus propios guiones. El me interesa porque maneja una mirada cruel y realista sobre las relaciones humanas. En cada obra suya hay algo que se refiere a aquel que por alguna razón se ve diferente en relación con sus pares. Tiene una mirada despiadada sobre lo que la sociedad toma como natural. Todas las obras parecen guiones cinematográficos trasladados al teatro.
–Cuando usted trabaja con el Periférico, cuando estrena sus textos y cuando hace teatro comercial, produce obras completamente diferentes entre sí. Tanto, que se podría pensar que son tres personas en una...
–A veces, esto me lo he planteado a mí mismo, desde el prejuicio. A mí me gusta el teatro: veo la vida en función de situaciones dramáticas, me gusta ver la dramaticidad de las situaciones. Me apasionan los conflictos de los individuos y su variedad. Cuando escribo con o para el Periférico o cuando lo hago yo sólo soy de una manera, y cuando dirijo obras de otros tengo la necesidad de encontrar en esos textos su teatralidad y ponerme a investigarla. En los tres casos, quiero –y creo que lo logro– que el trabajo de escena supere lo escrito.
–¿Cómo busca y selecciona las obras?
–Yo leo de todo y no digo “tal autor no es para mí”. Me interesa descubrir el secreto de cada obra. Si tengo actores en los que confío, si tienen la misma vehemencia que yo, sé que vamos a bucear y que llegaremos a algo interesante que de antemano no conocíamos. Hace tiempo que dejé de trabajar con la forma por la forma misma. Desde entonces –hace unos diez años– tengo la necesidad de investigar en el alma humana, de ver qué pasa con los sentimientos y las emociones. Y no estoy hablando de sentimientos ñoños o sentimentalismo. Esto me pasa, claramente, desde que tengo a mi hija. El interés por la pregunta acerca de por qué y para qué vivimos, eso también me apareció y tiene que ver con la edad. Me interesa dramatizar estas cuestiones en forma potente.
–Debajo del título de la obra, en los carteles, se lee: “¿Cuál es el peso del amor?”. ¿Cuál sería para usted la respuesta a esa pregunta?
–Es una pregunta que vende pero yo iría más allá. La obra excede el tema de la gordura. Yo me preguntaría acerca del precio de la valentía o la cobardía. Esto tiene que ver con el personaje de Goity, porque él debe decidir qué resolución va a tomar. Qué va a hacer con la discriminación de los demás. Porque cabe preguntarse: si uno elige estar con alguien distinto, ¿pasa a ser también un diferente? Esta sociedad me permite elegir pero nunca por sobre los parámetros ya impuestos. La obra habla de todo esto, del peso de la falta de iniciativa individual, de las dificultades que se encuentran para ser uno mismo.
–Y sin dejar de ser una comedia...
–Sí, todos estos temas están llevados al registro de la comedia dramática romántica. En este sentido, el Puma Goity dice que podría tomársela como un Romeo y Julieta contemporáneo: no hay dos familias que se oponen pero sí hay pares de opuestos en pugna. Acá será “hombres flacos y gordos”, pero también uno puede pensar en “gente del interior y de la capital”, “homosexual y heterosexual” y así seguir con otros temas discriminables.
–¿Es una obra biempensante?
–Labute es cínico y cruel. Lo que tiene de bueno es que la obra no es maniquea. No está a favor de un mensaje del tipo “usted no debe hacer eso”. Me parece que cuando las obras tienen mensaje siempre hablan de cuestiones que ya conocemos, porque ya sabemos qué es lo que no deberíamos hacer. Para mí el teatro tiene que enfrentarnos al hecho consumado de lo que somos. Si somos monstruos por hacer algo determinado, entonces mirémonos así.
–¿Cree que este teatro puede producir algún cambio?
–Nunca en forma masiva. No creo que el teatro vaya a cambiar nada, aunque ayude a reflexionar. Pero es maravilloso que la gente pueda asomarse a ciertas preguntas, aunque después cierre la puerta porque no logra responderse.
–También puede suceder que el público se identifique con el personaje discriminador...
–Sí, porque el autor está en cada uno de los personajes. Es bien contradictorio, porque así somos todos: no pensamos de una sola manera frente a una situación. Enfrentar al público con esto me parece que está muy bueno.
–¿Cuáles serán sus próximos estrenos?
–En abril o mayo, voy a abrir Teatro para pájaros –una sala para cien espectadores habilitada en mi casa– con La noche canta su canción, un texto del noruego Jon Fosse, autor aún no estrenado aquí. Tiene un aroma beckettiano, por la sordidez, el humor y las repeticiones que existen en la relación entre cinco personajes. Después voy a estrenar una obra que se llamará Todos los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo, una versión de Casa de muñecas y Heda Gabler, de Ibsen, en la cual el personaje de Nora no se va de la casa y se transforma en Hedda en el futuro. También existe el proyecto de hacer Tío Vania en Brasil, con actores de allá.
–¿No cree que estos proyectos presentan muchas más dificultades que un texto como Gorda?
–Para mí todo es teatro. Cuando me gana la escena, cuando allí sucede algo del orden de lo teatral, eso es lo que me interesa. Mi grado de compromiso no está en relación con el tipo de obra. La dificultad que ofrece Gorda es hacer que la obra “suceda” en escena. Y en la cabeza del espectador. Porque uno puede hacer algo bien hecho pero muerto. Yo quiero que la gente entre en ese universo, sea captado por una idea voyeur, que vea algo que no estaba destinado a ser visto por ellos. Y esto requiere de un gran trabajo y de actores disciplinados. Significa un stress tan grande como cualquier otro estreno. Creo que hay una complejidad en resolver lo simple. Y no hay recetas para convertir literatura en teatro.
–¿El público del teatro comercial es menos exigente?
–El teatro oficial, el independiente, y también el comercial, tienen una gran variedad de público. Es cierto que a veces en el teatro comercial se va a ver más a las figuras que las obras. También es cierto que hay una tendencia al producto consumible y que hay una visión televisiva del teatro. Pero hay otro tipo de obras en ese mismo circuito. Yo sé que muchos dicen “Esto no es Veronese”, cuando ven espectáculos como El método...Pero sí, soy yo porque lo hice yo y me gustó hacerlo.
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