Miércoles, 9 de abril de 2008 | Hoy
TEATRO › ROBERTO MOSCA Y LA NUEVA PUESTA DE BABILONIA
“El teatro adquiere la dimensión de promotor de los cambios sociales”, dice el director, que subraya la vigencia de la obra de Discépolo que se presenta en el Teatro de la Ribera.
Por Cecilia Hopkins
El sábado pasado volvió a escena un clásico de la dramaturgia nacional. Se trata de Babilonia (una hora entre criados), obra de Armando Discépolo estrenada en 1925, ahora bajo la dirección de Roberto Mosca y con un elenco integrado por Noemí Morelli, Cutuli, Roberto Castro, María Comesaña, Ricardo Díaz Mourelle, Pepe Monje y el propio Mosca, entre otros. Con música de Luis María Serra, vestuario de René Diviú y escenografía de Roberto Almada, la obra se ofrece de jueves a domingo en el Teatro de la Ribera (Pedro de Mendoza 1821). Es la tercera vez que el teatro oficial de la ciudad presenta esta pieza: en 1968 fue dirigida por Juan José Bertonasco, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, y en 1984, dirigida por José Bove, en la Sala Martín Coronado del mismo teatro. Un dato curioso lo constituye el hecho de que tanto Morelli como Rodolfo Rodas participaron de aquellas puestas y también del elenco de ésta.
Es ésta la segunda obra de Discépolo dirigida por Mosca (la anterior fue Stefano) quien, como actor, trabajó en los montajes de muchas otras piezas del autor de Mateo y Relojero, tanto en el San Martín (fue parte del elenco estable durante catorce años) como en los ciclos de teatro argentino del viejo Canal 7. En Babilonia, Discépolo plantea dos mundos irreconciliables: en la cocina ubicada en el sótano de una casa señorial, donde se desarrolla la acción de la obra, los criados –todos inmigrantes menos el mucamo– trabajan incansablemente para que la fiesta de compromiso de la joven dueña sea un éxito. A pesar de tan intensa labor, salen a la superficie situaciones de generosidad y sacrificio, oscuros rencores, amores y traiciones. Cabe destacar que los patrones –un detalle no menor– fueron en el pasado tan pobres como los criados. Sólo que tuvieron la suerte de revertir la situación y adquirir poder y fortuna. En una entrevista con Página/12, Mosca analiza algunos de los temas que plantea la pieza.
–¿Cuáles son las claves para comprender esta Babilonia? ¿Las miserias o las virtudes?
–Todos los personajes se desnudan dejando a la vista sus virtudes y sus miserias. En el área de “los de abajo” se pueden intuir los valores de la solidaridad y del trabajo honesto como forma de vida. No obstante, hay personajes que, a causa de su vulnerabilidad, adoptan decisiones lindantes con el delito. Como José, quien, acusado por su mujer de proponer un robo, afirma que su acción no sería punible porque lo que intenta hacer es salvarse. O el oportunismo de Eustaquio, que sirve de camarero, atento a lo que pueda llevarse. Al mismo tiempo, este personaje toma plena conciencia de cómo se vive en ese ámbito: “Hay que ver cómo vive esta gente aquí abajo”, dice. “Da lástima, pena y rabia.”
–¿Sigue vigente el retrato de país que hace Piccione, el chef italiano?
–Creo que la descripción que hace Piccione en sus dos monólogos mantiene una total vigencia. Me gustaría recordar algunas de sus palabras: “Vivimo en una ensalada fantástica ladrone, vitimas, artistas, commerchiantes, ignorante, profesore, serpiente, pacarito.... O señore habitante, cada cual se agarra cun las uñas que tiene, la cuestión es agarrarse”. Discepolín en su Cambalache describe muy bien todo este panorama.
–En su opinión, ¿el teatro puede promover cambios en la sociedad?
–El teatro, como gran laboratorio de análisis de los conflictos humanos, sugiere alternativas posibles para dar respuesta a los grandes y eternos interrogantes que angustian a las personas. Creo que el teatro, con sus propuestas, adquiere la dimensión de promotor de los cambios sociales.
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