Domingo, 30 de julio de 2006 | Hoy
CHICOS › EL TITIRITERO RUSO NIKOLAI ZYKOV
El artista construyó más de 80 muñecos, de los cuales trajo doce. Hoy presenta, como parte del ciclo Al sur del sur, un espectáculo, Exclusivo, armado con fragmentos de sus obras.
Por Silvina Friera
No imagina, ni siquiera quiere pensarlo, qué hubiera sido de su vida si no fuera titiritero. Nikolai Zykov nació en Moscú hace 42 años, pero lleva más de 30 viajando por distintas ciudades de su país y del mundo con un par de valijas de cuero marrón en las que guarda sus muñecos más preciados. Su primer acercamiento al mundo del títere fue a los cinco años con pequeños bocetos de obras que representaba en su casa, bajo la mirada atenta de sus padres y de su hermana menor. A los once ya era integrante de una compañía amateur y construía sus propias marionetas, que fueron conquistando el corazón del público moscovita. Ahora, invitado por primera vez al país para participar del festival Al sur del sur, le toca el desafío de seducir a los espectadores argentinos con Exclusivo, un show solista de Zykov, que se presentará hoy a las 15 y 17 en el Teatro Verdi (A. Brown 736).
“Los títeres abren el corazón de la gente, llegan al alma y resultan mucho más digeribles y amables que el teatro de actores”, dice el artista ruso en la entrevista con Página/12. Los títeres de Zykov no comulgan con los monólogos ni los diálogos. Tienen el extraño encanto de ser silenciosos y de hablar con las miradas. “Nunca hay palabras en mis espectáculos; con la música y con la danza consigo que mis muñecos se comuniquen con el público”, explica el titiritero. “Puedo decir muchas cosas sin necesidad de que mis títeres hablen”. En Exclusivo, suerte de compilado de escenas de muchos de los espectáculos de Zykov, el artista ruso utiliza sólo doce de los más de 80 títeres que ha construido en los últimos 30 años.
Están los que él llama “alegre compañía”, hechos con plumas y pelotas de ping pong; el famoso e imperdible “muchacho ruso” –que se anima a bailar una danza fol- klórica rusa llamada Kalinka– realizado sólo con las manos; “fantasma”, un títere que está construido de acuerdo con una antiquísima tradición india; “hombre del siglo XXI”, que combina las marionetas con efectos eléctricos y lámparas, y “fantasma de la ópera”, una original parodia del famoso musical, entre otros. Cuenta que prefiere trabajar con las marionetas de hilo porque son más difíciles de manipular. “El títere de guante es parte de tu cuerpo, en cambio las marionetas de hilo tienen más independencia y eso las hace más problemáticas y al mismo tiempo mucho más atractivas e interesantes.”
Aunque obtuvo el título de ingeniero constructor mecánico, Zykov nunca dejó de ejercer el oficio de titiritero ni de construir sus propios muñecos. “Tardo como un año para la confección de cada uno porque primero dibujo al títere y después veo qué quiero hacer con él y cómo construirlo mejor. La mirada de un títere es fundamental. Cuando le pongo los ojos a un muñeco, siento que le estoy dando el alma y que empieza a vivir”, subraya el titiritero ruso. “Sin ojos, sin una mirada, los títeres estarían muertos”. La relación entre el creador y sus bellas criaturas es de carácter paternal. “Mis títeres son mis hijos, les tengo que dar un cuerpo y un alma, los tengo que ayudar a nacer, pero después me corresponde educarlos y cuidarlos, y cuando ya están crecidos, los dejo para que sigan su propio camino y hagan lo que quieran”.
–¿Qué lugar ocupan los títeres en la cultura rusa?
–Tienen un papel muy importante. Los títeres cuentan con un notable apoyo por parte de la comunidad y del gobierno, y el teatro de títeres está tan arraigado en la cultura rusa que hay desde grandes grupos, con elencos que a veces superan los 100 integrantes, hasta pequeñas compañías independientes. Los títeres están más vivos que nunca, no sólo en los teatros sino también en la televisión.
–¿Cómo se llevaban los títeres con los gobiernos comunistas?
–Fue un vínculo muy complejo. Como todo en la vida había dos caras en la relación entre los títeres y el régimen comunista. Por un lado había mucho control sobre los guiones, los libretos y hasta sobre el armado de los muñecos, pero por otra parte había un gran apoyo, quizá más que ahora, que llevó a que cada ciudad tuviera su teatro de títeres con grandes elencos. A Stalin, que fue un hombre peligrosísimo y siniestro, le fascinaban los títeres.
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