Jueves, 22 de octubre de 2015 | Hoy
CHICOS › SANTILLANA PRESENTó EL NUEVO SELLO DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL “LOQUELEO”
La nueva marca reemplazará a Alfaguara Infantil, pero incorporará los cuatrocientos títulos de su catálogo, que serán reimpresos. Además, se sumarán nuevas propuestas y lanzamientos, que incluyen nuevos libros de Andrea Ferrari y Pablo de Santis.
Por Karina Micheletto
“Somos lo que leemos”. Desde esta idea como slogan, una convicción compartida por muchos, Santillana lanzó ayer en forma simultánea en las veintidós casas de su grupo –que tiene presencia en doce países– el nuevo sello de literatura infantil y juvenil loqueleo, una marca que reemplazará a Alfaguara Infantil, incorporando su histórico fondo. De este modo, los cuatrocientos títulos de este catálogo serán reimpresos dentro de este nuevo sello, al que se sumarán las nuevas propuestas y lanzamientos. Entre esas novedades, están las de dos autores que ayer formaron parte de la presentación del sello en la Argentina: Andrea Ferrari, autora de Las marcas de la mentira –la continuación del policial que comenzó con Sol de noche– y Pablo de Santis, del que próximamente se lanzará El juego de la nieve, tercera entrega de la saga que comenzó con El inventor de juegos, que inspiró una película y ya superó los cien mil ejemplares vendidos.
“Este nuevo proyecto recupera todo el fondo clásico que fuimos construyendo desde hace treinta años, con un cambio de marca, de diseño y de formato de los libros, incorporando nuevos autores y proyectos que tienen que ver con lo digital”, marca María Fernanda Maquieira, directora editorial de “loqueleo”. “Todo el proyecto tiene que ver con el espíritu que enunciamos como ‘somos lo que leemos’: nos construimos individual y socialmente a través de las lecturas que vamos haciendo a lo largo de nuestra vida, desde que nacemos, somos niños y adolescentes, hasta que llegamos a adultos. Por eso ponemos el acento en el lector y en la construcción de ese lector”, destaca la editora.
En esa construcción, los libros dirigidos al segmento infantil y juvenil tienen una característica que los hace únicos, y que lleva a Maquieira a definirlos como “long sellers, antes que best sellers”: se trata de libros que siguen reeditándose a lo largo de los años, y que pasan de generación en generación con la fuerza de clásicos como Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann, que desde su primera edición en 1975 –y censura de la última dictadura militar mediante– ya lleva más de un millón ejemplares vendidos. Un fenómeno similar, más cercano en el tiempo, se verifica con la serie de Luis Pescetti que tiene como protagonista a Natacha, que también superó el millón de ejemplares con sus ocho libros, editados en todos los países del grupo. Otros títulos millonarios son Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl, Cuando Hitler robó el conejo rosa, de Judith Kerr y La historia interminable, de Michael Ende.
“Estas cifras contundentes demuestran que la calidad literaria no está necesariamente divorciada de la parte comercial”, destaca Maquieira. Es algo que también se comprueba con nuestro catálogo, en el que conservamos títulos clásicos y reconocidos y autores muy importantes, locales y extranjeros, en constante reedición”. Dahl, Ende, Yolanda Reyes y Jordi Sierra i Fabra entre los extranjeros; Laura Devetach, Ricardo Mariño, Graciela Cabal, Ferrari, Pescetti y De Santis entre los nacionales, forman parte de ese catálogo multiplicado con los años, con cifras que resultan sorprendentes en relación a la escasa visibilidad de los libros de este segmento, por ejemplo, en la crítica periodística tradicional. Maquieira agrega otro dato: este año, lo que hasta ahora era Alfaguara Infantil y Juvenil –y pasa a ser “loqueleo”– verificó un aumento de un treinta por ciento en las ventas con respecto al anterior. Y el año próximo, con la reedición de todo el fondo, el sello estará poniendo en las librerías argentinas más de un millón y medio de libros (en estas cifras se contabilizan solo las ventas en librerías, sin incluir las grandes compras que el Estado nacional realiza a través del Ministerio de Educación, que ha distribuido en las escuelas 40 millones de libros, de todas las editoriales, en los últimos diez años).
El cambio de nombre, de logo y de formato serán las transformaciones más visibles del nuevo proyecto, que sin embargo mantendrá la misma numeración y diagramación en las páginas interiores, pensando, sobre todo, en la circulación escolar de estos libros. Otro cambio destacable se da en las colecciones conocidas como “juveniles”, ese segmento siempre lábil, de difusas fronteras de público. Los nuevos títulos como Las marcas de la mentira y El juego de la nieve saldrán ahora sin esa codificación, y ya no se especificará el público al cual van dirigidos. “Es una manera interesante de dirigirse a un lector que no es el convencional, que no responde a una determinada edad, que es, simplemente, un lector”, evalúa Ferrari sobre este cambio. “En mi experiencia con lectores adolescentes, he comprobado que a ellos en general no les gusta ser catalogados como ‘lectores jóvenes’, que, como es lógico, prefieren elegir sus lecturas. Considero que esta es una forma de respetar a esos lectores.”
“Como muchos, siempre estuve en contra de que se marquen las edades a las cuales van dirigidos los libros, pero siempre ha funcionado. Esto es sobre todo para los libros infantiles, es una manera de guiar a los adultos que no tienen elementos a la hora de elegir o comprar un libro, porque no están empapados del tema. Pero en el terreno de lo juvenil, esa barrera es mucho más ambigua, y ahí ya no hay un adulto comprando o eligiendo por ellos. Para ellos, no creo que haga falta un cartelito que indique la edad.”
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