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Miércoles, 1 de agosto de 2007

CHICOS › TRES NOTABLES ESPECTACULOS BASADOS EN LA MUSICA CLASICA

“Es hora de romper el prejuicio”

Sergio Feferovich (La vuelta al mundo en un violín), Jorge de la Vega (Manos mágicas) y Ernesto Acher (Los animales de la música) defienden la naturalidad de lo musical ante todo.

 Por Sebastian Ackerman

La música clásica tiene un aura de solemnidad que hace difícil imaginarse a los chicos ocupando las butacas de un teatro en donde una orquesta interpreta composiciones de Brahms, Mozart, Beethoven o Vivaldi. Sin embargo, Sergio Feferovich con La vuelta al mundo en un violín, Jorge de la Vega en Manos mágicas y Ernesto Acher dirigiendo Los animales de la música no sólo lo imaginan, sino que también lo llevan a cabo: los tres ofrecen espectáculos en los que los autores clásicos son el alma mater de la obra, y los chicos los que disfrutan de ellos. Mezclándola con ritmos de la música popular (desde tango y folklore hasta un ¡rap!) y para que los chicos entren en contacto con una sonoridad a la que en general no están habituados, intentan “descontracturar” un ambiente al que le cuesta renovar su público. “Si les gusta, es música y lo disfrutan. Aprovechar esa apertura de los chicos es una manera de generar nuevas audiencias”, comparten con Página/12.

“Mi idea es que la música clásica es para todos”, dice Feferovich. “Y hay que generar nuevos públicos, interés en los chicos. Ese interés no viene de la mano de la idea de exclusividad o elitismo, porque no considero que sea así, simplemente no todos tienen acceso. Y cuando lo tienen, como son naturalmente desprejuiciados, la reciben con mucha creatividad y alegría.” Por su parte, De la Vega afirma que el principal obstáculo que debe eludir este género es el prejuicio: “Dar un espectáculo en donde las músicas se mezclen alternativamente y los chicos, o los grandes, desde ese mundo puedan entender que se puede acceder a un estilo o a otro sin grandes diferencias, más allá de que fueron escritas en diferentes momentos en diferentes lugares, que puede producir los mismos efectos anímicos o espirituales. Creo que eso rompe con uno de los primeros elementos que separa a la gente del placer de la música, que es el prejuicio”, sostiene, y el ex Les Luthiers completa: “La solemnidad no es una característica de una formación orquestal, es una actitud con lo que se muestra. Los músicos se divierten mucho, como los chicos, y estamos jugando todo el tiempo. Es lo que habría que hacer con la música, que es play. En otro idioma es lo mismo, es la misma idea”.

La vuelta al mundo... es un viaje por diferentes países (Brasil, Austria, Francia, Estados Unidos y, por supuesto, Argentina) a través de su música, de sus ritmos, de sus autores. Y tiene una primera parte, “más formal”, explica Feferovich, en la que tres formaciones orquestales diferentes interpretan a compositores clásicos. Los animales..., por su parte, es un juego de palabras: para que los chicos descubran la sonoridad de cada instrumento se los asocia a los sonidos que producen los animales, pero también interpretan obras de grandes músicos. “Rematamos con ‘Manuelita’, una especie de himno nacional, y un viaje que la hace conectarse con Vivaldi, Beethoven, Ravel, Strauss, distintas versiones que pudieron haber sido de la canción. Es un delirio, pero nos divertimos todos”, señala Acher. Y Manos mágicas es la historia de un flautista que es muy talentoso pero vago para estudiar, y sobre esa base intenta remarcar las características de cada uno de los instrumentos de la orquesta, desarmando sobre el escenario a algunos de ellos. “La idea es que el chico cuando se vaya, si no se acuerda el nombre del instrumento, se acuerde por lo menos de sus diferencias y su sonoridad”, dice De la Vega.

Poner esta propuesta sobre el escenario, dicen, es un esfuerzo grande que muchas veces cuesta sostener. “La difusión se contrapone a la idea que casi todo el mundo tiene de la música clásica: si vos le preguntás a cualquier padre si la música clásica es buena para sus hijos, todo el mundo adhiere en que es positivo. Pero es como el Actimel: no sé cuántos lo toman. Me parece que sería bueno empezar a concretar en hechos lo que todo el mundo opina. Para romper con la solemnidad que genera los prejuicios, los músicos tienen que ser muy buenos. Porque son de excelente nivel, se pueden permitir hacer cosas con mucha seriedad y con muy buen humor. Y suenan muy bien”, explica Feferovich, y De la Vega agrega que, según su visión, “el mundo evolucionó, y gran parte de la separación que hay entre el transmisor y el que recibe es culpa del músico, que se quedó sentado en ese trono de papel, encapsulado en una fábula. Por eso, que los chicos no vengan ahora es algo que ya pasaba antes con los grandes: te das cuenta porque si la obra es buena, la disfrutan más los padres que los hijos”. El músico confiesa que su mayor orgullo “es cuando termina el espectáculo y veo a los padres aplaudiendo, y que se olvidaron de los chicos, porque están tan enganchados con la obra que y se olvidaron dónde está el chico, que seguramente está rompiendo todo por ahí”. Al respecto, Acher dice sobre los padres que “uno de los aciertos de Los animales... es que tenemos para todos, se divierten grandes y chicos, y a veces vienen los grandes solos. Nos dicen que vienen por el puro placer de jugar; yo creo que les tocamos el alma de chicos”.

Y para subrayar el intento de quiebre con la formalidad de la música clásica, los tres cuentan cómo es que ellos llegaron a escucharla, hace tiempo ya, cuando ellos eran chicos. De la Vega lo explica como “una actitud de democracia maternal. Mi mamá me dijo: ‘o elegís un instrumento o te lo elijo yo’, y hoy soy flautista de la orquesta del Teatro Colón”; Feferovich cuenta que empezó “con la música popular, tocando piano, flauta, guitarra. A mí me gustaba mucho el tango, y empecé tocando eso. Hice jazz, rock como todo adolescente. Porque si de adolescente tocabas Mozart, te tiraban con algo. Además, para mí, que siempre fui poco atractivo para las chicas, el piano era una buena forma de acercarme”. Acher tuvo un acercamiento similar, ya que, recuerda, “escuchaba en casa... no éramos habitúes de conciertos pero había. Empecé a escuchar orgánicamente, con intensidad, desde los últimos años del secundario. Primero escuché jazz, y después me conecté con otras cosas, Piazzolla, el tango, que redescubrí en esa época”.

* La vuelta al mundo en un violín se presenta los fines de semana a las 17 en el Auditorio San Rafael (Ramallo 2606); Los animales de la música, todos los días a las 15 en el Auditorio de Belgrano (Virrey Loreto 2348), y Manos mágicas sábado y domingo a las 18 en el Teatro Marín (Av. Del Libertador 17.115).

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Feferovich y De la Vega (Acher, ausente con aviso), músicos que contactan a los chicos con el mundo clásico.
 
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