El planteo es arriesgado. Es más: la falta de red está entre las condiciones. El saxofonista Luis Nacht, uno de los músicos más creativos del jazz local, convocó a los mejores de sus colegas con una consigna: reunirse a improvisar en público. A partir de hoy a las 21 y todos los miércoles de este mes –y posiblemente de los siguientes–, en Thelonious (Salguero 1884, piso 1º), tendrá su expresión pública algo que Nacht viene haciendo en privado. “Hace tiempo que nos reunimos con distintos músicos a tocar, en mi casa, una, dos o tres veces por semana”, cuenta a Página/12. “Y gran parte de lo que hacemos es improvisar. Pero no improvisar sobre formas o sobre temas conocidos sino tocar sobre la nada.”

Hoy a la noche, junto a Nacht, estarán el pianista Ernesto Jodos, el compositor electroacústico Nicolás Varchausky (quien trabajará con su computadora en tiempo real), el guitarrista Juan Pablo Arredondo, el contrabajista Jerónimo Carmona, Juan Canosa en trombón y, en percusión, Sergio Verdinelli. “Siempre hay momentos muy buenos y, a veces, momentos que no están tan bien. Pero el todo se sostiene y de lo que se trata es de encontrar maneras en que, además de nuestro propio interés como músicos, esté contemplado el interés de los que escuchan”, dice el saxofonista. “Decir que hay riesgo, de todas maneras, es exagerado. Riesgo hay en una operación cerebrovascular. Aquí lo peor que puede pasar es que nos aburramos. Pero, teniendo en cuenta quiénes son los músicos que participan y la familiaridad que se tiene con la improvisación, diría que hasta ese riesgo está absolutamente minimizado. Son músicos que saben cómo salir de un lugar difícil.”

A lo largo del ciclo estarán, además de los que participarán en la apertura, pianistas como Francisco Lo Vuolo y Paula Shocrón, saxofonistas como Rodrigo Domínguez y Ramiro Flores, los contrabajistas Mariano Otero, Hernán Merlo y Jerónimo Carmona, los guitarristas Miguel Tarzia y Marcelo Guitfrand, el cornetista Enrique Norris y los trompetistas Juan Cruz de Urquiza y Gustavo Bergalli. “El placer que producen situaciones como éstas tiene que ver con que uno termina tocando diferente. Aparecen ideas e incluso maneras de tocar que nunca se nos hubieran ocurrido si estuviéramos tocando standards o estudiando solos en nuestras casas. Y esto, generado colectivamente, produce una música que jamás hubiera existido de otra manera, porque no es el resultado de algo pensado a solas sino que surge de lo que cada uno va tomando de lo que los otros proponen y de cómo las respuestas propias van generando nuevas respuestas en los otros. Pero, aunque parezca contradictorio, tenemos pautas. Una de ellas es que lo que toquemos parezca un tema. Es decir, que la improvisación no implique el desbande o la falta de coherencia para el que escucha.”