Sábado, 26 de noviembre de 2011 | Hoy
CULTURA › ESTE FIN DE SEMANA, EN LA TRIBU, UNA NUEVA EDICIóN DE FáBRICA DE FALLAS
Esa es una de las posibles definiciones que arriesga Sebastián Vázquez, uno de los organizadores de un encuentro que ya no es solo el intercambio entre programadores de los comienzos y que busca reflexionar sobre la cultura y las formas de comunicación.
Por Facundo García
No es el primero ni será el último. El cuarto Festival Fábrica de Fallas –que estallará este fin de semana en FM La Tribu (Lambaré 873)– tiene reservados más errores productivos para seguir agrupando a los defensores de la cultura libre y el copyleft. Junto a un programa en el que figuran importantes referentes, los organizadores lanzan al viento sus ganas de “prender fuego la civilización” y “a(r)mar a los obreros”. Nada de afirmaciones timoratas, pues.
¿Y por qué “cultura libre”? Sebastián Vázquez, de La Tribu, resalta el protagonismo que ha adquirido para el grupo la acción de elaborar, modificar y distribuir conocimiento y expresiones de diversa índole. “La cultura libre, entendida como un gran relato de época, impactó profundamente en las discusiones que nos damos al interior del colectivo, así como en las síntesis públicas que construimos, pirateamos y compartimos. Es otro nombre para las luchas de siempre –sigue el activista–, que contiene y desborda nuestras resistencias históricas: la democratización de la cultura y la comunicación, el odio profundo a la propiedad privada en todas sus formas, el enfrentamiento con los dueños y sus lógicas de muerte y la disputa por el sentido común de cómo se deben habitar territorios éticamente, amar o luchar o bailar.”
Lo concreto es que hoy y mañana habrá fiesta. La grilla incluye conferencias con oradores tan destacados como Daniel Link, Daniel Melero, Anki Toner o los miembros del Grupo de Reflexión Rural. Pero además habrá digitalización y copia de libros, talleres para reparar bicicletas, trabajo con los neoperiodistas de Hacks/Hackers, graffiti, sténcil, muestras de arte, trueque, intercambio de archivos, música y hasta un bailongo en La Casona de Humahuaca (Humahuaca 3508) para cerrar el domingo.
Atrás quedó la época en que los eventos de este tenor se llenaban de programadores nerds que presentían algo nuevo y no sabían cómo verbalizarlo. En el último lustro, la confluencia de mentes humanistas, técnicas, artísticas y emotivas fue desdibujando los límites de cada disciplina rumbo a una instancia superadora. Desde La Tribu –que, vale aclararlo, es una radio comunitaria– redoblan la apuesta y confiesan que pretenden establecer “un laboratorio de otras formas de vivir, una máquina deseante y actuante y, sobre todo, sostenida en el tiempo”. “Siempre en un espacio de encuentro y amor”, subrayan.
Como en ediciones anteriores, en esta Fábrica de Fallas habrá conferencias relacionadas con la identidad en los tiempos digitales y entrevistas con campesinos que se oponen al monocultivo, más los aportes de pueblos originarios y de pensadores del palo. ¿Está la izquierda empapada en estos temas o el presente le está pasando por arriba? Analiza Vázquez: “A nosotros nos importa ese asunto si por izquierda consideramos al campo popular, infinitamente más amplio que la izquierda partidaria, la cual no nos importa demasiado, así como ningún partido, Estado ni corporación. Pero incluso esta ‘izquierda’ más amplia tiene una agenda bastante desactualizada y Fábrica de Fallas hace lo posible para contribuir a instalar determinados temas, construir síntesis de época, metáforas que transformen y conmuevan; para formar ese gran frente unificado contra el único enemigo que tenemos: el capital y sus apéndices estatales, académicos y policiales”.
La invitación parte de un diagnóstico. “Estamos en una situación de bisagra, donde el fascismo avanza en el mundo, el capitalismo está en ‘crisis’, pero las luchas están intensamente desarticuladas”, sintetizan desde la FM. En ese panorama, Fábrica de Fallas se la juega por avizorar el futuro y a la vez “rescatar universos simbólicos revulsivos del hielo esencial de la Historia”. Y por encima, la ilusión de conocerse. De hacer planes y –aunque suene un poco naïf– hasta de abrazarse. “Como decía Deleuze, la grieta es una palabra hasta que el cuerpo se compromete con ella. La libertad con que soñamos no puede ser prudente, siempre es un exceso”, cierra Vázquez.
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