CULTURA › A LOS 85 AñOS, MURIó AYER LA ACTRIZ CIPE LINCOVSKY
Su virtuosismo y su voz memorables le permitieron construir grandes personajes y recordadas participaciones, que más de una vez le valieron premios aquí y en otros países. Se lució especialmente interpretando a Bertolt Brecht.
› Por Paula Sabatés
En más de una entrevista citó a la Real Academia Española para definir “memoria”, una palabra que le gustaba usar. “Potencia del alma por la que no se olvida sino se recuerda”, repetía Cecilia “Cipe” Lincovsky. Dentro de veinte días cumpliría 86 años, pero de ahora en más habrá que recordarla, como ella misma exigía (“el que no tiene memoria es un impotente frente a la vida”, decía), porque la gran actriz argentina falleció ayer a la mañana como consecuencia de una deficiencia renal por la que recibía diálisis y que la tenía internada desde hacía tres días. El productor Carlos Rottemberg lo anunció a través de Twitter, lamentando la muerte de esta mujer que desde adolescente contribuyó enormemente a la cultura local tanto en teatro como en cine y televisión, pero que también brilló en distintos escenarios del mundo.
Nacida el 21 de septiembre de 1929, es como si Cipe hubiera estado destinada a ser. Su padre Joel Lincovsky, de origen ruso, llegó a la Argentina y abrió una escuela, una biblioteca y luego un teatro. Al poco tiempo de estadía en Buenos Aires, el joven ya se había convertido en empresario del teatro Excelsior, donde presentó a famosos actores judíos extranjeros (Cipe aprendió allí a hablar el idish, escuchando a esos teatristas recitar Shakespeare), y no pasó mucho más tiempo hasta que fundó, junto con otros inmigrantes, el emblemático Teatro IFT. “Puedo decir que allí nací, crecí. Aprendí a hablar y a caminar sobre ese escenario. Fue algo absolutamente natural. No tuve que luchar contra nada ni nadie, ni forzarme para ser actriz. Te diría que podría compararlo con dejarme llevar por las aguas de un río”, contaba la actriz a Página/12 en 1998.
En el secundario terminó de forjar su destino, nuevamente gracias a sus padres. A los 16 la echaron del Carlos Pellegrini porque, junto con otros compañeros y a raíz de una huelga, impidió la entrada de los estudiantes a clases. Cuando volvía caminando a su casa pensaba cómo iba a explicar lo ocurrido, pero la respuesta no fue la que esperaba: “¡Mejor! Mucho mejor. Así podrás dedicarte completamente al teatro”, le dijeron, a la vez que le explicaron que “el talento tiene que estar al servicio de algo” y “no sólo como gratificación personal”. La actriz nunca más olvidó eso, y desde entonces se dedicó en cuerpo y alma a la escena, que la vio protagonizar algunas de las más emblemáticas piezas del teatro universal.
Así, desde muy chica vivió en, del y para el teatro. Mientras actuaba se enamoró –aunque dijo que nunca hubiera dejado la carrera por un hombre–, tuvo a su hija Paloma, viajó. También se exilió por más de cinco años, experiencia de la cual, hasta hace pocos años, decía no haberse repuesto. El mayo pasado, incluso, cuando la Asociación Argentina de Actores dio a conocer por primera vez la lista de actores prohibidos durante la última y sangrienta dictadura militar, su nombre apareció junto al de colegas de la talla de Norma Aleandro, Norman Briski, Agustín Alezzo y Víctor Laplace, entre otros. “No vamos a empezar a hablar aquí de todos los científicos que están dando vueltas por el mundo. De todos los músicos, actores, docentes que se han ido y no volverán. Y no te hablo sólo de un Premio Nobel como Milstein. Es un proceso muy doloroso y que no ha terminado de revertirme”, dijo una vez a este diario.
Entre sus trabajos más destacados en cine –muy numerosos y recordados– se encuentran La tregua (1974), Boquitas pintadas (del mismo año), El sol en botellitas (1985), La amiga (1988) y Caballos Salvajes (1995) y Un amor en Moisés Ville (2011). También uno de los últimos trabajos que realizó como actriz, en El amigo alemán, dirigida por Jeanine Meerapfel y estrenada en 2013. En todas ellas, su virtuosismo y su voz memorables le permitieron construir grandes personajes y recordadas participaciones, que más de una vez le valieron premios y reconocimientos. También se destacó en la pantalla chica, en ciclos como Alta comedia, El juglar y la reina y Ficciones.
Pero, sobre todo, la actriz se caracterizó por tener una fructífera participación en algunas de las piezas teatrales más relevantes de la escena local e internacional. Brilló en obras clásicas como Madre Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht (a quien luego, por años, dedicaría el homenaje Cipe dice a Brecht, a propósito de los cien años de su natalicio), ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, Anna Karenina, Filomena Marturano, entre otras, y en piezas más contemporáneas como La novia de los forasteros, o La cortina de abalorios, de Ricardo Monti. Además giró por el mundo con obras como Nijinsky, y compartió escenario con centenares de actores y directores extranjeros de gran relevancia, como el gran coreógrafo Béjart, con quien montó Che: Quijote y bandoneón, un espectáculo de tango en recuerdo del Che Guevara.
Por sus trabajos en cine y televisión, Lincovsky fue nombrada en 2007 Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Antes, de todos modos, ya se había coronado como tal gracias a su labor pero también a los numerosos reconocimientos que obtuvo: en 1994 ganó los premios María Guerrero y Florencio Sánchez como Mejor Actriz debido a su actuación en El patio de atrás. Cuatro años más tarde recibió en Israel el Premio Habima al Mejor Unipersonal por Cipe dice a Brecht. Además fue galardonada en dos oportunidades con el Premio Konex, otorgado por la fundación homónima, en las categorías Actriz Dramática Cine y Teatro, en 1991, y Unipersonal, una década después.
Además de su trabajo como actriz, Cipe Lincovsky fue una participante asidua en actividades culturales de la comunidad judía argentina y militante de los derechos de ese grupo, sobre todo en el desenlace de la causa AMIA. Muchas veces dijo que estaba en contra de la construcción del edificio de la Asociación Mutual en el mismo lugar del atentado. “Debería haber quedado como un monumento nacional. Siempre recuerdo que en Colombia un atentado de los narcoterroristas mutiló una magnífica estatua de Botero. Inmediatamente llamaron a Botero a París para preguntarle si iba a hacer una nueva colada para no perder esa escultura. ‘De ninguna manera –contestó Botero–, ahora se tiene que llamar Violencia porque los hechos la han modificado pero sigue siendo ella misma.’ Creo que hay cosas que deben llevar una memoria concentrada”, expresó en una entrevista la actriz, que así se autodefinía con mucho humor en el libro Encuentros. Vida de una artista, que publicó por la Editorial Norma: “Nací argentina, judía y actriz. Lo único que me faltaba para estar bien pero bien jodida era ser negra y comunista”.
¿Creés en otra vida después de ésta?, le preguntó este diario una vez. Su respuesta fue contundente: “Realmente no. Me parece que no. Tampoco en una justicia posterior que administre premios y castigos. Estos premios y castigos son los que nos brinda la vida, aquí en este mundo. Sin embargo, te diría que en mi caso yo no me puedo quejar de nada. No hay un momento de mi vida que no pueda recordar con algún enfoque positivo. Para mí la botella está siempre medio llena. Nunca semivacía”. Así, entonces, habrá que recordarla.
* Los restos de Cipe Lincovsky son velados hoy desde las 8 en el Teatro Nacional Cervantes. A las 9.30 el cortejo partirá hasta el cementerio de Chacarita.
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