Viernes, 3 de junio de 2016 | Hoy
CULTURA › EN EL OFF TEATRAL Y EN LOS CLUBES DE MUSICA DEBATEN SOBRE LA CRISIS DEL SECTOR
Sebastián García (Beckett), Roberto Perinelli (Del Pueblo), Rubén Szuchmacher (Payró), Agustina Albistur (Tasso) y Flavio Reggiani (CAFF) analizan pasos a seguir frente a la política del Gobierno: “No queremos ser salvados, pero necesitamos herramientas para pelearla”.
Por Sebastián Ackerman
Entre las características que definen a Buenos Aires, la actividad cultural está entre las más destacadas. Claro, según Proteatro y Asociación Argentina de Empresarios Teatrales hay casi 250 salas teatrales, muy parecido a Londres, París o Nueva York. Y si se suman los clubes de música y espacios donde se realizan recitales, son cerca de 400 los lugares donde, todas las semanas, actores y músicos se suben al escenario. Sin embargo, esta abundancia se ve amenazada por las medidas económicas del gobierno nacional, que aumentan los gastos de mantenimiento y reducen la afluencia de público. Página/12 convocó a Sebastián García del Teatro Beckett, Roberto Perinelli del Teatro del Pueblo, Rubén Szuchmacher del Teatro Payró, Agustina Albistur del C.C. Torcuato Tasso y Flavio “Ministro” Reggiani del Club Atlético Fernández Fierro e integrante de Clumvi, para charlar sobre el estado actual del sector, cómo ven las medidas que se debaten en la Legislatura y para qué sirven las protestas que se llevan a cabo, entre otros temas.
En algo coinciden: la actividad cultural independiente tiene como objetivos la difusión y la promoción artística, más que la rentabilidad. Y la situación actual puede llevar al cierre de muchos de estos lugares. Szuchmacher sostiene que lo que pasó a partir de las nuevas políticas fue “acentuar la precariedad constitutiva que tienen estos emprendimientos, que frente a un embate hace que se note muchísimo más. Es una lucha permanente que ahora se redobla porque de verdad se puso más complejo”. Por su parte, Reggiani cuenta que un requisito para los clubes de música es tener una capacidad máxima de 300 personas, por lo que para él “es el equivalente al off de la música. La mayoría de los que estamos en Clumvi tenemos un promedio de 100 personas por noche, o sea 4.000 espectadores por noche; 40 u 80 bandas, porque a veces tocan dos por noche. Calculá lo que es por mes, y te das cuenta que cerrar esto es cerrar un foco cultural importantísimo en la ciudad de Buenos Aires”, lamenta.
Los servicios tuvieron un incremento que va del 300 al 700%, dependiendo el caso. Con un agravante: después de las 18 el precio de la energía eléctrica es mayor, cuando la actividad teatral y musical recién está empezando. La Carpintería y Teatro del Pueblo pasaron de pagar facturas de 1.000 pesos a casi 8.000; Timbre 4 de 5.000 a 25.000; El Picadero de 8.500 a 34.500, entre otros. El aumento que tocó el cielo, aunque del circuito comercial, fue el que recibió El Nacional: de pagar 15.000 pesos pasó a casi 100.000. “El teatro independiente, comparado con el fútbol, es 1º B: amor y corazón. La mayoría de los actores tiene otro trabajo. Nosotros no tenemos empleados, estamos Nicolás Castañón y yo de lunes a lunes los 365 días del año al frente de la sala”, explica García, y Albistur afirma que lo que están haciendo en el Tasso es “agudizar la imaginación”. “Cuando te das cuenta de que tenés que inventar cosas todo el tiempo es que estamos viviendo una crisis. Y esto como modelo no se sostiene.”
–Lo que parece suceder es que por un lado, les aumentan los costos de mantenimiento, como servicios o alquileres, y por el otro les bajan los ingresos por entradas, o se mantienen estables porque deciden no aumentarlas. En este marco, ¿en sus espacios en particular qué está ocurriendo?
Sebastián García: –Es imposible hacer economía porque Edenor y Edesur tienen tarifas de T2, de actividad comercial. Es parecido a lo que pasa con AySA, que cobra por metro cuadrado por no tener medidor. En el Beckett tenemos dos baños y una bacha, ¿cuánto puede consumir de agua eso? Nosotros tenemos una sala para 89 espectadores, y debemos andar por los 20 o 30 por función, y eso que cerramos el 2015 a sala llena la mayoría de los espectáculos y algunos haciendo giras por Europa como Viejo, solo y puto de Sergio Boris. Macri acaba de decir que hay que esperar un año, o sea que la esperanza del segundo semestre ya la están postergando…
Flavio “Ministro” Reggiani: –El CAFF es un espacio autogestivo, somos 16 dueños. Es de la orquesta, que toca también en otros lugares y colabora con eso para mantener al espacio. Realmente la estamos sufriendo, estamos tratando de mantener los precios para que pueda seguir siendo accesible. Queremos que siga existiendo la música en vivo, que la gente pueda seguir yendo a ver espectáculos y que no sea exclusivo de sectores altos. La crisis la estamos aguantando en el espacio. A los espectáculos con proyección internacional vienen turistas, pero el público local cayó bastante. Las crisis siempre golpean a la cultura.
Roberto Perinelli: –Somos nueve los que dirigimos el Teatro del Pueblo y nadie saca un mango de acá. Da bronca laburar para los servicios. A nosotros nos gustaría invertir esa plata en el teatro, pero ahora es una utopía. La sala grande tiene 179 localidades, y ni con 100 personas por función podemos sostener el teatro, pero no podemos trasladar los aumentos de costos a las entradas porque va a haber una retracción: los aumentos nos vinieron a nosotros y también a la familia que vive en un departamento de tres ambientes. Con sacar los gastos mensuales, que antes eran alrededor de 40.000 pesos y ahora no sé, nos conformamos. En este momento, Terrenal por suerte está funcionando bien, porque si no, no sé cómo haríamos para pagar las cuentas. Lo que más lamento es que estábamos en un momento de crecimiento notable, no sólo por cantidad sino también por la respuesta del público. Me animaría a decir que casi único en su larga historia. Es una cuestión de hábito, y si ir al teatro sale del hábito de la gente, va a tardar muchos años en recuperarse.
Las protestas en repudio a las políticas culturales y los dichos negacionistas del secretario de Cultura de la Ciudad Darío Lopérfido (el apagón de un minuto del pasado sábado, o la volanteada e intervención en la última feria ArteBA), son apoyadas por todos y convocadas por las distintas agrupaciones de las que forman parte, como Artei, Escena, Clumvi, MECA y otras, nucleadas en el colectivo de Cultura Unida (ver recuadro). Y las respuestas del Gobierno de la Ciudad no los satisfacen: frente a la oferta de aumentar en 50.000 pesos el subsidio que reciben las salas a través de Proteatro, la respuesta de “analizarlo” se debe a que en este momento toda ayuda ayuda a mantener abiertos los espacios, aunque no todas las salas tienen ese subsidio. De hecho, los clubes de música, de barrio, centros culturales y de jubilados y peñas están excluidos de esa oferta (ver recuadro).
–¿Cómo analizan los proyectos legislativos que se discuten para el sector?
S. G.: –Hay proyectos que plantean descuentos en las tarifas a los teatros independientes, centros culturales, clubes barriales, centros de jubilados, que pueden aportar algo. El fin principal es la urgencia, porque la mayoría de las salas no puede pagar estos servicios, entonces el cierre es inmediato. El subsidio, más allá de que no es la solución, nos da algo de oxígeno, nos permite trabajar, que la gente nos venga a visitar, para que los estudiantes de teatro sigan estudiando. No queremos ser salvados, pero necesitamos herramientas para poder pelearla.
R. S.: –Los momentos de crisis obligan a repensar las estrategias y paradójicamente son épocas muy ricas. Me parece que es una situación grave, pero hay que analizar también por qué van menos personas al teatro. Obviamente que tenemos que luchar para mejorar las cosas, pero en ese sentido soy bastante inflexible. Si van 15 personas también hay algo que es que sólo les interesa a esas 15 personas. Sé que esto suena un poco antipático cuando estamos hablando de construir una lucha, pero me parece que es lo que obliga el sector. Para mí, la solución es simple: aplicar en nuestros teatros, centros culturales, milongas y donde se desarrolle una actividad cultural la misma tarifa que le aplican a un jubilado. La tarifa social me parece que es una tarifa lógica, entendiendo que la actividad que estamos desarrollando es una actividad social.
A. A.: –Ninguna situación es mágica. La unión de las centrales obreras sirvió para remarcar que con el trabajo no se juega, por ejemplo. Pero este es un gobierno temerario, con lo cual vamos a requerir de un mayor esfuerzo: el gesto de unión, solo, no sirve. Están bien las protestas, hay que generar unidad en la acción, más allá de las diferencias que tengamos. Pero la legislación es fundamental. Eso va a ser importante para paliar y sostener un poco más de tiempo. Ahora, si la economía colapsa queda solo en lo paliativo. El peligro real de los teatros y los clubes de música es que no venga nadie a vernos.
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