A partir de los proyectos que se están discutiendo en la Legislatura para otorgar subsidios a teatros, clubes de música, centros culturales y de jubilados, clubes de barrio, peñas y milongas, se generó un debate sobre el rol que debe desempeñar el Estado. García considera que “la cultura no es un negocio, es una obligación del Estado. Más en una ciudad como Buenos Aires, que trae turistas por su vida cultural”, y Reggiani agrega: “El Estado tiene una obligación de defender, por un lado, a los que menos tienen, de garantizar el acceso a la cultura. Pero si el Estado considera que eso es un gasto no es un Estado, es una empresa, porque sólo las empresas pueden pensar en ganancias”, argumenta. Albistur se pregunta: “Un gobierno que no cuida la educación y la salud, ¿va a cuidar la cultura?”, y agrega: “Si no le da valor a las fuentes de trabajo, ¿qué dimensión puede tener de la cultura? En países como el nuestro primero está el morfi y el laburo, y después la cultura. Nosotros como sociedad habíamos llegado a darle una importancia a la cultura como hace tiempo que no la tenía. Y volvemos a retroceder diez pasos. Por eso hay que organizarse, para defender lo nuestro”, desafía. Szuchmacher, en tanto, analiza que si el gobierno de la ciudad decide no intervenir en el asunto es porque “apuestan a una ciudad con una intensidad cultural baja. Se llenan la boca hablando de la actividad cultural de Buenos Aires pero a la hora de los papeles no hacen nada en esa dirección”, y concluye: “La abandonan a la iniciativa privada cuando es un patrimonio de la ciudad.”