Sábado, 6 de octubre de 2012 | Hoy
HISTORIETA › CIERRE DEL FESTIVAL DE HISTORIETAS VIÑETAS SUELTAS, EN TECNOPOLIS
Los representantes de Bolivia, Brasil, Colombia, Uruguay y Venezuela cuentan sus experiencias, reflexionan sobre el auge de la historieta en el continente y confían en que, con mayor presencia en cada escena local, crezcan también los lectores.
Por Andrés Valenzuela
Cada uno le reza a su santo. Algunos al dios Moore, otros al emperador Tezuka, quien más a San Giraud y no faltan las deidades vernáculas, como el Tata Breccia. Todas las oraciones piden lo mismo: que no llueva este fin de semana en Buenos Aires. Al menos, no a partir del mediodía de cada jornada, cuando Tecnópolis abra sus puertas y albergue las dos jornadas de cierre del Festival de Historietas Viñetas Sueltas. El Festival comenzó el domingo pasado (30/9) y se expandió en talleres, presentaciones y exposiciones por toda la ciudad. Si llueve, esas exposiciones oficiarán de premio consuelo, pues seguirán abiertas al público por un tiempo más (ver http://www.vinetassuel tas.com.ar/ciudad.html). El encuentro trae numerosos invitados internacionales, como la norteamericana Sarah Glidden, exponente del comic journalism; la comitiva de la Isla de la Reunión, los franceses continentales Darshan y Olivier Balez, y un grupo de latinoamericanos, fuente invalorable para construir un panorama de la disciplina en el continente. Página/12 consultó a los representantes de Bolivia, Brasil, Colombia, Uruguay y Venezuela. Inmediatamente asoman coincidencias en los procesos que atravesó cada país.
Por un lado, los países con menos tradición historietística experimentaron una explosión de actividad durante la década pasada. Donde los globitos ya tenían una historia, el cambio más notable está en el cambio de formato y –por ende– su punto de venta: los kioscos ya no son el horizonte, sino la librería.
La Paz alberga uno de los festivales más reputados de Sudamérica: Viñetas con Altura. Tanto, que inspiró a colegas de otros países a organizar sus propios encuentros. Entreviñetas, en Colombia, y el propio Viñetas Sueltas, en Argentina, basan su nombre en él. Sin embargo, la explosión autoral boliviana no terminó de consolidarse en una escena editorial. Marco Tóxico, uno de los representantes más destacados de su país, explica los pormenores del sector. “Seguimos gozando del prestigio de ese período de exposición, pero en los últimos cuatro o cinco años hubo un declive tremendo”, lamenta. “En buena parte, el boom que tuvimos era un boom de autoedición, pero evidentemente eso no se puede mantener muchos años.” El volumen de títulos editados al año está lejísimos de la producción más ferviente del continente. “En La Paz sale un libro al año, en Santa Cruz hay quizás una o dos revistas y algunas cosas ligadas al libro ilustrado”, menea la cabeza Tóxico. “Tienes buenos espacios, buenos autores, pero si no los publica nadie...”, cuenta. Tampoco los blogs son una posibilidad real para ampliar la base de lectores. “Bolivia tiene uno de los Internet más caro y deficiente del mundo, entonces quizás te vean de afuera, pero en el país no te verá nadie”, apunta. “Es más probable que yo encuentre un tesoro de un pirata caribeño en el fondo de casa a que venga un editor y me proponga publicarme.”
“Allá estamos en un momento un poco raro”, comenta en un aparte de su propia exposición el brasileño Fabio Zimbres. “Se está publicando mucho, pero no estamos más en los kioscos, sino en las librerías; se venden álbumes y libros caros, y una característica de la historieta brasileña, que era el humor, ya casi no existe, casi todo es novela gráfica.”
Además de experiencias autorales alternativas, el tanque irreductible de Turma da Mónica y las ediciones locales de superhéroes, la corriente cada vez más fuerte es la de las adaptaciones literarias. “El mayor comprador de libros en Brasil es el Estado, que cada año distribuye en bibliotecas públicas y escuelas”, explica Zimbres sobre el fenómeno.
El intercambio con el resto del continente, más aceitado incluso en mercados más reducidos, es difícil con Brasil. La mayoría adjudica esto a la diferencia idiomática, pero el dibujante disiente. “En Brasil es común que se le dé la espalda a la cultura hispanoparlante”, critica. “Por tradición, Brasil se volcó a Europa antes y ahora Estados Unidos.” Con todo, Zimbres se permite su cuota de optimismo. “Tengo mucho interés en saber qué se hace, me invitan a festivales y traduje autores argentinos y uruguayos, hago mi parte, ¿no? Pero estaría bueno que hubiera más empeño del gobierno o instituciones para aumentar la comunicación entre nuestros países”, desea.
“En Colombia no hay una tradición, pero en los últimos cinco años se pudo consolidar un grupo de personas interesadas en publicar historietas”, plantea el dibujante Joni B., conocido por los lectores argentinos por su paso por el portal colectivo Historietas Reales. A diferencia de la experiencia boliviana, en Colombia el empuje sí permitió la conformación de dos sellos. “Una es Editorial Robot, de la que soy socio, y la otra es Rey Naranjo”, explica el autor a Página/12. Como algunos colegas locales, con su equipo comenzaron con fanzines y luego dieron el salto a la tarea profesional, aunque aún su producción es limitada. “Ahorita mismo también hay algunos festivales jóvenes en Colombia, como Entreviñetas, CaliCómics o el Salón del Cómic de Medellín.” Otro aspecto interesante del sector es que se conformaron clubes de lectura de historieta, que suelen funcionar en las bibliotecas públicas. En 2011, cuenta Joni B., la municipalidad de Bogotá votó un premio estímulo a la novela gráfica de 8000 dólares y compró 15.000 ejemplares.
Estilísticamente, la producción es muy heterogénea. Además de la caricatura y el humor gráficos, algunos dibujantes se vuelcan a los superhéroes, pero no falta quienes se dedican a posturas más autorales o experimentales. “Empezó a despertar cierta corriente documental sobre las vivencias del país”, analiza B. “Es normal que así suceda, por un lado porque no hay una tradición que encasille a la gente en un estilo, y por otro lado porque es un país que necesita hacer memoria en todos los medios posibles, y eso abre miles de historias que la oficialidad de algún modo ha escondido.”
“Desde hace algunos años, con los Fondos Concursables del Ministerio de Educación y Cultura se están publicando muchísimos álbumes”, destaca inmediatamente Renzo Vayra. El excepcional dibujante uruguayo apunta derecho a la clave del resurgir de la historieta del otro lado del Río de la Plata. Pero con la Feria del Libro de Montevideo en plena actividad, la mayoría de los artistas y sellos locales optó por quedarse en la capital del país y afianzar la relación con los propios lectores. “La movida no es muy grande, pero sí acorde a la población que hay, es un mercado medio chiquito”, opina Vayra. “También sé que hay mucha novela histórica porque con todo esto del Bicentenario se le dio mucha importancia. La movida por ese lado es enorme”, destaca.
El venezolano es otro mercado en formación. Hasta el momento, explica la editora Carolina del Valle, sólo hay dos editoriales: Etnica Estudio y la suya propia, Mitos Urbanos. Su tarea se completa con la de “un montón de gente haciendo fanzines y publicaciones periódicas, con gente como Venezuela Cómics”. A esta producción vale sumar la de Biblioteca Ayacucho, del Ministerio de Cultura nacional que adapta una porción de su acervo a historietas y libros ilustrados. “A raíz de algunos eventos, como el Pabellón del Cómic en 2010, dentro de la Feria del Libro, que pudimos exponer publicaciones y mostrar autores locales, pudimos impulsar la actividad”, cuenta Del Valle. Sin embargo, la producción “es cuesta arriba”, reconoce la editora y en general los trabajos son “dispersos debido a la discontinuidad de las publicaciones”. La explosión web, que en Argentina ya está consolidada, allí aún es un proceso incipiente.
La clave, coinciden los entrevistados por este medio, está en afianzar los intercambios, en mostrar la producción y confiar en que con la mayor presencia en cada escena local crezcan también los lectores. Es cuestión, parece, de dejar las viñetas sueltas por el continente.
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