de J. P. y L. Dardenne.
Con Thomas Doret, Cécile de France y Jéremie Renier.
2011, 87 min.
AVH.

Los hermanos Dardenne siguen logrando lo que nadie: hacer cine social sin caer en paternalismos, idealizaciones, dedos levantados u otros vicios pequeñoburgueses. La clave es muy sencilla: concentrarse en lo concreto, la historia que se narra. Narrarla como ficción autónoma y no como mera alegoría. En este caso y como es frecuente en su cine, el protagonista es un niño de orfanato, que con la ayuda de una peluquera irá en busca del padre que lo abandonó. También como de costumbre, el pequeño protagonista responde al dolor del modo más productivo: con una energía desafiante y violenta. Energía que tiñe la película entera, con esa cámara que no para y unos planos secuencia que parecen querer llevarse el tiempo (el mundo) por delante.

de Ridley Scott.
Con Noomi Rapace, Michael Fassbender y Charlize Theron.
2012, 124 min.
Fox Video.

El regreso de Ridley Scott a la película que lo consagró (Prometeo termina siendo, aunque esto se devela recién en el último plano, una precuela de Alien) desanda el camino que va de la necesidad a la anomia. Términos que se encarnan en ambas heroínas: mientras que la Ripley de Sigourney Weaver era una guerrera trágica, la Elizabeth Shaw de Noomi Rapace carece de tono y de pathos. Queda, como premio consuelo, una gran escena, la única en la que la heroína se pone a la altura de su antecesora, practicando sobre su cuerpo algo que nunca antes se había visto o imaginado. También ayudan la poderosa presencia de Charlize Theron y el androide rubio de Michael Fassbender, que pasa de un símil de R2-D2 al Terminator malo de T2.