Jueves, 22 de enero de 2009 | Hoy
LA CONSOLIDACION DEL FENOMENO DE LAS WEBSERIES
Las nuevas tecnologías facilitan la realización de una serie con un costo mínimo de dos mil pesos anuales. La red es el soporte y el medio natural de distribución y difusión. El rol de la industria.
Por Luis Paz
Cámara digital: $ 800. Acceso de banda ancha a Internet: $ 100 por mes. Un grupo de amigos dispuesto a actuar: sin valor comercial. Un poco de inventiva: hay cosas que el dinero no puede comprar. Para todo lo demás, existe lo ya hecho. Para todas las historias que están por ser, las nuevas tecnologías facilitan la realización de una serie con un costo mínimo de dos mil pesos anuales. Tal vez por eso la proliferación en los últimos tres años, pero especialmente a partir de mediados de 2008 de las webseries, o relatos multimediales seriados producidos en, por o para Internet como soporte y medio de distribución por defecto.
Su lógica de producción y consumo no excede a la televisiva: como producto, precisan de una planificación (aunque esto no sea condición sine qua non para sus hacedores), un presupuesto, escenarios, puesta en escena, actores, música, diseño. En fin, la misma cruza de las personas con las máquinas para lograr un fin artístico. Aunque tal vez allí esté lo más interesante: que estas producciones satisfacen los deseos de arte –cuando no los de protagonismo, fetichismo o totemismo de la propia imagen– de la gente común, los prosumidores de Internet –cada vez más productores y cada vez más consumidores, como quedó expreso en todos los estudios realizados sobre su uso en 2008–, por fuera de los fines comerciales del mercado televisivo, y con un cálculo de rating mucho más cristalino: las visitas en YouTube.
A mediados de 2006, Lonelygirl15 y Sam Has 7 Friends sorprendieron a la prensa de espectáculos y a la de tecnología angloparlante como las primeras experiencias. Creadas por Miles Beckett, Mesh Flinders y Grez Goodfriend, la primera, y por la productora Big Fantastic, la segunda, ambas fueron distribuidas vía YouTube y lograron, en poco, millones de visitas. Para la primera llegaron a ser más de cien millones en sus 26 episodios en el éter 2.0. La historia de Sam, en tanto, fue nominada a un Emmy y vivió en la plenitud hasta que un tipo con ganas de hacer negocio le quitó el encanto. Entre medio, llegaron a la Variety, al USA Today y al New York Times. El modelo se reprodujo así mediante vías de acceso global: la prensa convertida en contenido web y la propia red.
En 2007 y en paralelo al desarrollo de las redes de contacto social virtual, las webseries crecieron como fenómeno de masas. La red Bebo albergó a KateMordern, el proyecto posterior de Beckett y Goodfriend, acabadas las ideas para Lonelygirl15. Aquí cabe decir, con todo respeto hacia la gente que está detrás del preestreno de Todos contra Juan en MySpace, que fueron pioneros sólo en tierras locales.
Entretanto, Big Fantastic, productora para televisión, radio y cine, largó Prom Queen, otra serie adolescente con la presunta “novedad” de ocurrir en la red, también estrenada vía MySpace y con un nivel de interacción con los webvidentes similar al aplicado aquí en Dirigime, con la siempre estéticamente perfecta y siempre técnicamente polémica Celeste Cid. Los productores estadounidenses ya estaban seguros de la sustentabilidad del negocio y se mandaron a hacer una megaproducción como Sanctuary, con la actriz Amanda Tapping y un presupuesto de más de cuatro millones de dólares. Consiguió lo mismo que Prom Queen: una nominación al Emmy, varios artículos periodísticos y poco más que eso.
El año de la explosión del fenómeno fue 2008, en sintonía con el crecimiento de las redes sociales y los blogs y sitios personales como herramienta de marketing y negocio online para jóvenes emprendedores independientes, no siempre autogestivos ni creativos, pero que al fin de cuentas renovaron la escena y le aplicaron temáticas propias del cine independiente, por oposición a la “hollywoodización” del formato.
Esperar conectado a YouTube por la publicación de un nuevo episodio empezó a tener así la misma carga narcótica para los propios que los estrenos de Lost para los ajenos y hasta la ABC y la NBC debieron hacerse eco, comprar los formatos y adaptarlos a la televisión, en un punto legalizándolos. Es más, los herederos de los hermanos Warner relanzaron la red online de WB con Sorority Forever, de Big Fantastic.
A partir de allí, a mediados del año pasado, surgieron webseries de diversas calidades, temáticas y estéticas, como Dr. Horrible’s Sing-Along, Foreing Body, LG15: The Resistance (una breve continuación de Lonelygirl15, también de Beckett y Goodfriend) o The Gap Year. Endemol llevó a cabo Kirill por encargo de MSN. Y los australianos, suerte de vanguardia de corte occidental en la producción multimedia, se fueron consolidando en el territorio online con productos propios. MTV editó Road Tour, mezclando el esplendor de la música indie con la webserie.
Más allá del romanticismo nacional, habrá que reconocer que la televisión argentina tiene mucho de cosmopolitismo y poco de creación original: De carne somos y las teleseries costumbristas italianas, cualquier telenovela con Natalia Oreiro y los culebrones tropicales, sin meterse demasiado en la enunciación de formatos importados sin escrúpulos, como Gran Hermano y todo aquello donde aparece Florencia Peña. Por supuesto que existen excepciones a esta impostación estética y genérica, en donde la temática termina dando mayor pulso local, o la creatividad de sus autores –Szifrón como exponente contemporáneo– acaba proponiendo productos de calidad, honestos y originales. En ese mismo diálogo se encuadran las webseries industria nacional.
El caso más representativo, en tanto, partió orientado al mainstream, es el de Dirigime y su secuela Dirigime: La venganza, donde Celeste Cid encarna a una heroína casi cyberpunk à la Angelina Jolie en Hackers, enfrentada a Alejandro Fiore. Lo interesante de Dirigime fue la forma en la que expandió el control del televidente –porque si bien nació en los portales de Terra y la Comunidad Movistar, fue un producto destinado a Telefé–, que pasó de ser remoto al plano, casi, del control en tiempo real. Está bien que esto se usa aquí con bastante masividad desde los reality shows y sucedáneos, desde Escalera a la fama hasta Talento argentino, pero cobró forma de hito al incorporar la elección popular a la ficción.
Como sus ascendentes norteamericanos, europeos y australianos, las webseries argentinas están producidas, primero, para Internet, pero enseguida ganaron lugar en el televisor del living comedor y en las pequeñas pantallas de los celulares, reproductores de MP4 y IPods. La quincena de episodios del Dirigime televisivo, por ejemplo, se desglosaron en websodios de nueve minutos en la red, al igual que las 26 entregas de Lonelygirl15 se multiplicaron en cientos de pequeños relatos de entre cinco y diez minutos destinados a los viajes en metro. El paradigma de la televisión cambia así, ganando movilidad, multiplicidad de formas de acceso y reduciendo costos (YouTube es gratis, DirecTV no), y quedará a voluntad y criterio de los críticos de las artes multimediales si habrá perdido calidad.
Otro de los productos claves del 2008 en esta tendencia argentina que surgió, en cierto punto, con la reproducción televisiva de las webseries de animación El Mono Mario, el lustro pasado, y Alejo y Valentina, durante el actual, fue El Vagoneta. Se trata de una comedia para las picadas de las tardes de verano, sobre un cuarteto de amigos que queman sus ahorros en un cartel publicitario de los que adornan autopistas, con el anhelo expreso de “no laburar nunca más”. El cartel, en definitiva, es uno de esos chivos no tradicionales: la empresa que les paga a los productores de la serie aparece publicitada en la única propiedad de estos vagos prototípicos: un mujeriego, un pensador, un buenudo y un colgado. Trillada, sí, pero bien lograda.
Una propuesta interesante, desde lo más subterráneo del underground es Trashnoche, otra miniserie por entregas donde los personajes tienen particulares poderes sobrenaturales e integran una orden secreta regida por maestros que les enseñan a desarrollar sus habilidades psíquicas. “Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”, lo saben todos los superhéroes de Marvel, pero Eve, la coprotagonista de Trashnoche, se lo olvidó y debe recuperar su poder siendo responsable. Por último, un caso realmente pionero en esto de las webseries: la banda Hamacas al Río, que mediante YouTube muestra paso a paso los procesos de composición, grabación, edición, mezcla y publicación de su próximo disco. No será tan divertida como Spinal Tap, pero vale.
El canal TV ShowTime (de YouTube), el sitio ComedyCentral.com, el índice WebSerials.com y el desarrollo MySpaceTV (cuna de Todos contra Juan) son las bibliotecas públicas más grandes sobre webseries. Pero la indicación es imposible en vista de la agilidad con la que nuevos proyectos suceden. ¿Y usted ya tuvo sus quince minutos de fama?
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