Dicen los imprenteros que las próximas máquinas para hacer revistas van a venir preparadas para estampar sobre el papel únicamente traseros y tetas. Algo de razón parecen tener, porque la oferta de publicaciones funciona como una picadora de carne por donde los cuerpos pasan de forma seriada hasta degradarse. Las culturas extrañas suelen correr la misma suerte, al igual que ciertas corrientes de pensamiento, que a fuerza de repeticiones vacuas se ven relegadas a operar solamente como santo y seña para levantes de boliche. Antes de que el artefacto que se describió al principio esté listo para empezar a funcionar, vale la pena hacer un recorrido por las alternativas que todavía quedan. Son revistas que también tocan temas vinculados con los placeres y las preocupaciones pedestres pero que, a diferencia de sus primas lejanas, intentan que el pensamiento vuele por sobre la línea de la idiotez. El mercado, mientras tanto, duda entre darles el impulso definitivo o bajarlas de un hondazo.

Carmen Cuervo es secretaria de redacción de la revista La Otra, uno de los emprendimientos que ha intentado salir a la cancha con una agenda distinta. “Las revistas independientes –cuenta– abren la posibilidad de ir más allá de los tiempos del periodismo, para permitir al que lee y al que escribe reflexionar sobre su propia vida y no solamente sobre la de los demás.” Carmen señala que una forma de sintetizar la tarea que su equipo lleva adelante es pensar que son “mediadores entre algunos pensadores y artistas y los lectores”. “En muchos casos, las mismas personas que compran la revista se convierten a la larga en redactores”, remata.

Algo parecido relata Gabriela Stoppelman, farmacéutica que un día se hartó “de vender preservativos toda la noche” y se convirtió en jefa de redacción de la revista El Anartista. Gabriela está convencida de que en El Anartista “uno se puede permitir seis meses para preparar una entrevista, porque te acercás a los entrevistados más como una especie de lector/amante que como periodista”. Desde su óptica, lo que prima son “las corrientes de afectos y el deseo de pensar escribiendo, porque no es lo mismo pensar en abstracto que utilizar la escritura para develar pensamientos que te hagan crecer”.

La posibilidad de dar cabida a las nuevas plumas es otro de los puntos fuertes que reconocen los integrantes de las publicaciones. “Suele pasar que se intenta introducir gente nueva, pero sin un trabajo gráfico importante, lo que hace que se identifique lo nuevo con lo difícil”, diagnostica Alejandro Correa, creador de Negra. “En Negra tratamos de darles la importancia que se merecen a los escritores nuevos mediante una buena presentación. Eso nos permite difundir artistas que por lo general no tienen cabida en otros medios”, afirma.

Ricardo Romero, de Oliverio, da su versión de lo que puede ofrecer: “Intentamos armar un espacio para la literatura nacional en la que se integren los narradores que no representan una marca que interese a las grandes empresas, pero que tienen cosas nuevas para decir”. La “segunda pata del asunto” es rescatar a narradores relegados por el mercado o las dictaduras. “Nos acercamos a autores como Antonio Di Benedetto y Humberto Constantini, tipos muy talentosos que no muchos recuerdan.”

Con una propuesta que se acerca más a la reflexión política, Sudestada proyecta su mirada sobre la actualidad desde un ángulo latinoamericano y de izquierda. Hugo Montero, miembro de la secretaría de redacción, dice que el criterio editorial está determinado sólo por los gustos de los que trabajan en la revista. “Nos llevamos sorpresas con las ventas que tuvieron algunas tapas. Hicimos una con Oscar Alemán, por ejemplo, y vendimos mucho. Los quiosqueros hacían fuerza para difundirla porque habían escuchado al tipo en los carnavales de hace décadas y lo seguían admirando, aunque ningún medio hablara de él.”

Informe: Facundo García.