Domingo, 29 de septiembre de 2013 | Hoy
BASIA FIEDOROWICZ, ADRIAN CARDOSO Y SU PUESTA DE MUSTAFA EN ESPACIO ABIERTO
La puesta del Araca Grup hace un impactante retrato coral de la vida en un conventillo en los años ’20. “Nos encantan Shakespeare y toda la gente de afuera. Pero acá tenemos a Discépolo, que escribió grandes obras y no se le da mucha bola”, señalan.
Por María Daniela Yaccar
“Uno siempre mira para afuera. Pero nosotros tenemos una capacidad intelectual muy buena y textos excelentes. Hay que aprender a darse cuenta de que lo propio también vale”, dice Basia Fiedorowicz, quien dirige una obra de Armando Discépolo y Rafael Rosas. La compañía teatral Araca Grup, formada por ex alumnos de la Escuela de Teatro de Buenos Aires (de Raúl Serrano), optó por Mustafá, el paso de Discépolo del sainete al grotesco, estrenada en 1921. El espectáculo cuenta la historia de un turco que vive en un conventillo junto a su mujer y sus dos hijos y que un día compra un boleto de lotería junto a un vecino italiano. El boleto gana, pero a Mustafá lo desvela la idea de volver a su tierra y por eso la única opción que le queda es la mentira (o la traición). La obra se presenta hoy a las 19 y, desde octubre, los viernes, a las 21, en Espacio Abierto, Pasaje Carabelas 255.
Los jóvenes de Araca Grup encararon muy bien la puesta de un texto que plantea una realidad que poco tiene que ver con la actual. Componen válidamente las distintas identidades nacionales que la obra propone, tanto desde el lenguaje como de las posturas corporales. Cuentan que para eso tuvieron que estudiar, un poco como lo hacía Discépolo. Conversaron con inmigrantes, repasaron costumbres, aprendieron a pronunciar como ellos lo hubieran hecho. La idea de montar el espectáculo le surgió a Adrián Cardoso, quien encarna al personaje principal, Mustafá. El venía dirigiendo las anteriores puestas del grupo, pero como en este caso quiso actuar, le pasó la posta a Fiedorowicz y se dedicó a la asistencia de dirección. “Mis suegros vinieron de muy chicos a la Argentina –cuenta–. Son de descendencia armenia pero llegaron de Turquía. Cuando los conocí me llamaron la atención muchas anécdotas que me contaron. Y me dio la sensación de que tenía mucha información para hacer Mustafá.”
Lo último que hizo el grupo, antes de este texto de Discépolo, fue El Petiso Orejudo, obra de Julio Ordano que sostuvo dos temporadas. “Mustafá es una obra que todos conocíamos”, agrega Fiedorowicz. “La habíamos leído, nos gustaba mucho. Habla de nuestros orígenes y antepasados, de la gente que vino sin un peso desde otro país y que quedó lejos de su familia, afectos y lugares. Vemos plasmado en el texto lo que nuestros abuelos nos contaban cuando éramos chicos”, concluye la directora, de nombre y apellido polacos. El elenco de Mustafá lo conforman Pablo Juan, Marcela Chiesa, Javier Maldonado, Giuliana Paz, Javier Schonholz y Facundo Blanc.
–¿Qué tiene para decirle al público hoy Discépolo?
Basia Fiedorowicz: –Hoy se repite la historia. En 2001 mucha gente se fue del país buscando un futuro mejor. La gente sigue yendo de un lado al otro, buscando un mejor porvenir.
Adrián Cardoso: –Me encanta Shakespeare y toda la gente de afuera. Pero acá tenemos este monstruo que es Discépolo, que escribió grandes obras, y no se le da mucha bola. Siempre tuve a Goldoni y a Shakespeare arriba, pero al tiempo me siento muy identificado con Discépolo. Muchos de nuestros dramaturgos, como Cossa, son descendientes de él. Queremos priorizar el texto argentino y hacernos cargo de lo que somos. Por otra parte, a nivel temático, el ser humano es inquieto, no se queda conforme con lo que tiene en su cultura y necesita un bienestar mejor: es lo que les pasó a todos los que vinieron en aquella época a hacer la América y se chocaron con un país devastado. En 2001 se fueron muchos, y de golpe España e Italia se encontraron con muchos latinoamericanos. Y acá llegan los hermanos bolivarianos. Muchos de mis amigos se fueron a vivir a distintos lugares por un futuro mejor. Yo soy muy de acá, de la Argentina. Siempre digo que no me iría.
–¿Cómo trabajaron el tema de los idiomas de los inmigrantes, la mezcla del castellano con la lengua nativa?
B. F.: –Los chicos se pusieron a hablar con inmigrantes y descendientes. Trabajaron la pronunciación, qué letras se “comen”. También los gestos, las maneras de moverse. Como los suegros de Adrián venían de Turquía, tenía materia prima de primera mano, los volvió locos preguntando cosas, buscando la canción de cuna que canta el personaje de Constantina. Pablo Juan, que hace de Gaetano, copió a su abuelo.
A. C.: –Yo soy descendiente de portugueses pero siempre me interesó el italiano, así que ayudé con eso. Siempre me interesó aprender de idiomas y culturas. A mi suegra la maté a preguntas... le preguntaba por las malas palabras, para darle con todo al tano. Llevó tiempo la pronunciación, pero nos divertimos mucho. Los primeros ensayos nos reímos mucho de nosotros mismos. Jugamos.
–En la puesta se destaca el trabajo colectivo, es bien coral.
B. F.: –Es una de nuestras mayores virtudes. Nos movemos como grupo y nadie quiere sobresalir, tiramos para el mismo lado. Prima el grupo sobre las individualidades. Nos consultamos, nos aconsejamos. Tenemos un lindo grupo humano y nos llevamos muy bien.
A. C.: –Yo vengo de Daireaux, donde tuve un grupo. Viví en La Pampa y me ocurrió lo mismo. Cuando llegué a Buenos Aires me costó mucho relacionarme. Pero con una de las chicas en la escuela de teatro decidimos armar un grupo. Yo veía otros que ya estaban conformados, como Carne de Crítica, y quería hacer lo mismo. Somos un grupo que se divierte y que juega. Tomamos esa primera acción que aprendimos cuando éramos chicos: jugar.
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