Sábado, 8 de julio de 2006 | Hoy
CHICOS ENTREVISTA CON LA ACTRIZ Y DIRECTORA ANTOANETA MADJAROVA
La teatrista búlgara explica por qué su puesta de Pulgarcita, que presenta con el grupo Kukla en el C. C. de la Cooperación, tiene al mismo tiempo un sentido lúdico y pedagógico.
Por Oscar Ranzani
De las diversas maneras que se puede presentar a la actriz, directora y profesora de teatro Antoaneta Madjarova, la más llamativa es como graduada universitaria de la Facultad de Títeres de Bulgaria: en ese país europeo se ejerce la enseñanza superior de la teoría y práctica de este arte tan apreciado por los niños. Después de cuatro años de estudio, Madjarova ya tenía dónde trabajar en su tierra: “En Bulgaria, en la época del socialismo, había diecisiete teatros estatales. Y nosotros, cuando nos recibimos, ya teníamos el contrato por cinco años en uno de ellos. No es que salías de la universidad y buscabas trabajo. Ya había”, relata la titiritera búlgara a Página/12 acerca de una realidad distante para la Argentina, no sólo por una cuestión de miles de kilómetros. Después de desempeñarse un tiempo en el Teatro de Burgas, viajó a la Argentina con su grupo Kukla –ya que había mucho apoyo del gobierno para exponer la cultura y el arte de Bulgaria en el exterior– a participar del Festival “Con ojos de niños”. Le gustó tanto la Argentina que desde el año 1992 reside en Buenos Aires. ¿Por que decidió emigrar si tenía consolidado su proyecto en Bulgaria? “A mí me faltaba un poco salir de una estructura”, relata tan entusiasmada como cuando le toca manipular un títere. Tenía todo, pero sus inquietudes fueron más fuertes. “Vi que la Argentina tiene muchísimos chicos. Hay mucha energía y talento que, de acuerdo con mi criterio, eran un poco anárquicos, porque en Europa es todo superorganizado. Acá todo es mucho más caótico, pero a la vez hay una cosa muy seductora”, manifiesta la artista.
Después de presentar diversos espectáculos infantiles como Calidoscopio, Cuentopataletas y El invento terrible, Madjarova fue designada como coordinadora del Area de Títeres y Espectáculos Infantiles del Centro Cultural de la Cooperación. Allí está presentando con el grupo Kukla la obra Pulgarcita, los sábados a las 16 y los domingos a las 16.30. Pensada para chicos de tres años en adelante, se trata de un espectáculo de teatro negro con títeres, creado por Madjarova en versión libre del cuento homónimo de Hans Christian Andersen. El libreto, la puesta en escena y la dirección están a cargo de Madjarova; el diseño, la realización de muñecos y la escenografía corresponden a Giselle Bossio y Leandro Lucanera. La historia de la niña que sale de una flor y que debe sortear diversos obstáculos hasta alcanzar la felicidad y el amor deseado fue estrenada en el 2005 en Singapur y Malasia, donde Madjarova y su grupo realizaron cincuenta funciones en el marco del bicentenario del nacimiento de Andersen. “Realmente los cuentos más lindos son El soldadito de plomo o El traje nuevo del emperador que, además, son los cuentos más realizados. Por eso nos decidimos por una obra que no estuviera hecha. Además, Pulgarcita me cerraba más como historia para teatro negro”, manifiesta.
–¿La elección de Andersen apunta a entretener y, a la vez, a transmitir valores?
–Los cuentos de Andersen son muy profundos, teniendo en cuenta que no escribía para chicos sino para todo público. Se adaptaron y quedaron no se sabe por qué razón como cuentos para dormir. También creo que se refleja mucho la vida del autor en todos sus cuentos y personajes. Andersen tuvo una vida muy sacrificada. Y le fue bien únicamente como cuentista porque probó con poesía y dramaturgia. Temas como la tristeza, la desgracia, el fracaso, el destino sin suerte, la desigualdad, la discriminación, se reflejan en todos sus cuentos. Son temas muy tristes y profundos. Pulgarcita dentro de todo es una historia bastante más sencilla y optimista, porque después de su andar por la vida consigue la felicidad y el amor soñado. Desde el Centro Cultural de la Cooperación partimos de que el chico, a diferencia del adulto, está en proceso de formación. No solamente puede despertarle reflexión y diversión el espectáculo sino que también es aprendizaje. Tenemos que cumplir una doble función como artistas y educadores cuando hacemos teatro infantil. Es una tarea sumamente responsable. Hay que pensar que el chico es el futuro ciudadano. Es el que va a transformar o no la sociedad.
–¿Por qué los títeres son un género tan atractivo? ¿En qué favorece su combinación con el teatro negro?
–El títere es uno de los primeros objetos que el niño tiene en sus manos: desde chiquito juega con muñecos profesionales o de decoración. Entonces no necesita un período de adaptación para ver teatro de títeres. Y un poco más tarde, a partir de los tres o cuatro años, él juega. Y el juego infantil es muy parecido a lo que nosotros hacemos con los títeres. Por un lado, es un mundo ya asimilado y muy querido por el niño. El títere tiene mucha atracción por varios motivos. Primero, por su tamaño. Después, por su cosa grotesca y caricaturesca que hace reír al niño, por su capacidad de juego tan espontánea como él mismo lo hace. También por su absurdo porque el niño no tiene en cuenta las dimensiones del espacio y el tiempo. Se puede ir y volver a la Luna en el juego varias veces. El niño no tiene ningún tipo de límite. Y el teatro negro suma una magia: parece que los que muñecos lo hacen solos (a través de la técnica). El chico siempre sabe que hay alguien atrás, pero no piensa en ese alguien. En la caja negra, en la oscuridad total, él ve flotando y moviéndose los objetos y los muñecos solos.
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