Martes, 29 de mayo de 2007 | Hoy
EL FENOMENO DE LAS ESCUELAS QUE ENSEÑAN A ESCRIBIR, A CONTRAPELO DE LA ERA DEL BOMBARDEO AUDIOVISUAL
Carlos Lutteral, director de Casa de Letras, Pau Pérez, de la Escola d’ Escriptura, y Paloma Mayordomo, de la escuela Alonso Quijano, detallan el modo en que se está profesionalizando lo que antes se consideraba pura intuición, las expectativas de los alumnos que acuden a sus instituciones y el papel que están jugando Internet y los blogs en la difusión y desarrollo de la palabra escrita.
Por Silvina Friera
Las escuelas de escritura son un fenómeno reciente para europeos e hispanos. Ahora generan menos resistencias –la tradición de la “inspiración divina” y el mito del escritor que se forma a sí mismo parecen estar definitivamente agotados–, tienen más alumnos y egresados, y más escritores que enseñan técnicas de escritura, convencidos de que hay un lector en la historia de cada escritor, y que contar y leer son formas de reescribir la literatura y también la vida. Los anglosajones, “adelantados” en estos menesteres del oficio, han practicado y reivindicado la experiencia de la escritura creativa. Raymond Carver siempre admitió la importancia que tuvo su encuentro con John Gardner, en 1958, en la Universidad de Chico, California. “Me hacía una crítica concienzuda y me explicaba los porqués de que algo tuviera que ser de tal forma y no de otra; me prestó una ayuda inapreciable en mi desarrollo como escritor”, confesaba el autor de Tres rosas amarillas en el prólogo de Cómo ser novelista, de su maestro Gardner. La Universidad de Iowa fue la primera en tener un curso académico de “Creación literaria” en 1897, por el que han pasado una docena de premios Pulitzer, como Michael Cunningham.
Casa de Letras es la primera escuela argentina que propone la profesionalización de la escritura mediante una carrera de creación literaria, especialización en Escritura Narrativa, de dos años de duración, con un cuerpo docente integrado, entre otros, por Leopoldo Brizuela (ver aparte), Daniel Guebel, Vicente Ba-ttista, Eduardo Berti, Martín Kohan, José María Brindisi, Aníbal Jarkowski (ver aparte) y Patricia Suárez. Una delegación de la Escola d’ Escriptura de l’Ateneu Barcelonés y de la Alonso Quijano llegó a la Argentina para organizar juntamente con Casa de Letras una serie de actividades que tendrán como eje la formalización de un hermanamiento: intercambios, becas, concursos, ediciones conjuntas, auspicios desde gobiernos e instituciones asociadas, capacitación y actualización docente. Carlos Lutteral, director de Casa de Letras, Pau Pérez, de la Escola d’ Escriptura –una de las instituciones que convocó, recientemente, a apadrinar “palabras en vías de extinción” con el fin de conservarlas (ver aparte)– y Paloma Mayordomo, de la escuela Alonso Quijano, analizaron el fenómeno de las escuelas de escritura, la profesionalización del oficio y el rol de los blogs en la democratización de la escritura. “Las escuelas de escritura tienen larga tradición en el mundo anglosajón, décadas de historia; en Cataluña y en el resto de España han empezado a funcionar hace unos 15 años con la misma idea con la que desde hace décadas existen los conservatorios de música, las escuelas de danza y de artes plásticas: que todas estas artes tienen una parte técnica, elementos que constituyen un oficio, que se pueden transmitir”, señala Pérez en la entrevista con Página/12. “Las escuelas de escritura sistematizan estos conocimientos, a través de un programa de estudios homologable al de cualquier carrera universitaria, y desempeñan el papel que antes han jugado otros vehículos de transmisión de los conocimientos literarios, como las tertulias o los grupos organizados por escritores.”
Y para quienes aún se escandalizan con estas “fábricas de escritores”, a las que consideran una suerte de sacrilegio, bastaría recordar algunos antecedentes o “precursores” más o menos cercanos de las escuelas de escritura. En el Siglo de Oro se hacían reuniones en las casas de los nobles para hablar de literatura. Lope de Vega leyó su Arte nuevo de hacer comedias en una reunión de la Academia Mantuana; y más cerca en el tiempo, en los siglos XIX y XX, tertulias como el Café Gijón y la Residencia de Estudiantes de Madrid fueron espacios donde se foguearon muchos escritores, aunque sólo compartieran lecturas, comentarios y estuvieran lejos de aprender técnicas como en las escuelas actuales. Una de las tertulias más famosas, y que acaso se pareciera más a los talleres literarios, fue la de la escritora Gertrude Stein. En su casa de París, en los años ’20, se juntaban escritores como Arthur Miller o Scott Fitzgerald. Claro que el ingreso no era libre, había que estar invitado, y Hemingway, aún joven, necesitó una carta de recomendación para poder asistir. Más tarde, confesaría haber aprendido de Stein “los maravillosos ritmos de la prosa”, además de recibir consejos muy prácticos, como el de llevar encima una libreta para anotar ideas y frases.
Pérez explica que en Europa ha habido una tradición en la que se concebía la escritura como el fruto de la inspiración. “El saber literario era algo volátil que se encarnaba en un escritor, que podía tener la capacidad de crear arte a través de la palabra. En cambio, en Estados Unidos hay otra concepción más ligada al oficio”, compara el director. “Muchos escritores de primera línea salen de talleres o de escuelas de escritura. Aparte del rédito que puedan sacar de sus novelas, viven de dar clases en sus escuelas o en los departamentos universitarios de escritura creativa que hay en las universidades norteamericanas. Esta tradición anglosajona se está extendiendo por toda Europa, desde Italia, donde Alessandro Baricco organizó una escuela con la misma idea de transmitir los saberes relativos a la creación literaria, hasta en España, donde están floreciendo no sólo los talleres sino las escuelas de escritura”. Pérez asegura que las escuelas de escritura tienen “un futuro espléndido”, porque la experiencia demuestra que hay muchos secretos de la escritura que se pueden transmitir. “Quienes han practicado la escritura de manera solitaria han encontrado en las escuelas una manera de compartir sus anhelos y también de tomar distancia con el propio texto, que es lo que garantiza que ese texto gane en calidad.”
“Hay una necesidad, una demanda por parte del público, de aprender a escribir. En las escuelas les damos las herramientas básicas, y en un momento dado los alumnos comprueban los beneficios que tiene en su escritura, y el boca a boca entre las personas hace que se añadan más alumnos”, opina Mayodormo, de la Escuela de Escritores Alonso Quijano. “El hecho de estar hermanados con Barcelona y con la Argentina nos permite aunar esfuerzos para difundir la lectoescritura. Las autoridades en España se han dado cuenta de la importancia que tiene la escritura, porque aunque no existe como carrera, en un futuro será interesante el desarrollo de las escuelas de escritores, que podrían adquirir el mismo estatus de las carreras de bellas artes.” Lutteral señala que en la Argentina los talleres literarios tal vez han sido una de las causas por las cuales no se ha desarrollado el concepto de escuela de escritura. “En Casa de Letras estamos tratando de tomar, a partir de la experiencia exitosa del mundo anglosajón y ahora del hispánico, este concepto que es mucho más abarcativo que el de un taller, que es un programa, una organicidad entre varias asignaturas, que tienen objetivos y contenidos que se complementan entre sí. Tenemos una gran pluralidad de docentes; los alumnos van pasando por diferentes materias donde cada profesor/escritor le da su particular mirada, su enfoque, lo cual hace que al cabo de los dos años de nuestra propuesta, que se extiende a tres en una especialización posterior, tengan la oportunidad de estudiar con diferentes escritores. Creemos en la posibilidad de hacer de la pasión por la escritura un oficio, como dice el eslogan de la escuela Alonso Quijano.”
Pérez confirma que la Escola d’ Escriptura tiene una gran variedad de asistentes. “Hay un sector de gente que se matricula con la intención de dedicarse a la escritura de por vida, en la medida en que pueda publicar y vivir de la escritura, y el trabajo de la escuela va destinado en gran parte a este público. Pero también hay muchos aficionados a la escritura que quieren tener más elementos para valorar, con la mayor objetividad posible, sus propios textos”, advierte el director. “Hay gente que se acerca no con el afán de escribir literariamente, sino con el de mejorar su escritura, porque lo necesita para el trabajo o para comunicarse con otras personas. Pero también están los que se acercan a la escuela con el afán de trabajar en el mundo editorial. Barcelona es la primera ciudad editorial en catalán y en castellano también, y formamos correctores, traductores, editores, lectores, que consiguen trabajo en las editoriales de Barcelona. Hay otro público que no viene con el afán de escribir sino que busca adquirir elementos de análisis o herramientas para disfrutar más de la lectura. Son grandes lectores, pero consideran que les faltan recursos para disfrutar más. El abanico de gente que se acerca es muy amplio: desde los que se quieren dedicar profesionalmente a la escritura hasta aquellos que lo hacen sólo por placer.”
Lutteral observa que los alumnos de Casa de Letras tienen algo escrito que nunca se animaron a perfeccionar y no tienen nada publicado. “También hay algunos que recién se inician, en el sentido de que siempre tuvieron la fantasía de poder escribir y lo están intentando. No tenemos hasta ahora alumnos inscriptos con la finalidad exclusiva de publicar y de ser Premio Clarín de Novela. Me da la sensación de que nuestros alumnos tienen una vocación por escribir, pero se dedican a otras profesiones y desean poder mejorar su nivel de escritura.” Mayordormo añade que más allá de las inquietudes de los alumnos, ya sea para formarse en la escritura, o bien como lectores, “las escuelas son un vínculo para conocer a los escritores, no al mito, sino a la persona que hay detrás de esos libros que leyeron”.
¿El florecimiento de las escuelas de escritura sería la antesala de la institucionalización de la carrera de escritor? “En Estados Unidos esto es una realidad”, responde Pérez. “La gente que quiere escribir se matricula en la Licenciatura de Escritura creativa en la Universidad de Yale, y esto es algo absolutamente instalado en la sociedad norteamericana, y no crea ningún tipo de sorpresa. En Latinoamérica o en Europa, con la conciencia de que hay una serie de saberes que se pueden transmitir, las escuelas estamos organizando estos saberes en una serie de materias que alimentan la formación de un escritor. No todos los que se anotan en la Escuela de Bellas Artes salen siendo Picasso. Depende de muchos factores, pero quien aspire a ser intérprete de piano, obviamente pasará 8 años en el conservatorio; que luego sea Rubinstein es otra cuestión, pero todos van al conservatorio.” Pérez precisa que las escuelas de escritura tienen menos tradición que los conservatorios o las instituciones de bellas artes por una razón. “Todos aprendemos a redactar en la enseñanza reglada, pero no todos aprenden música o artes plásticas, o no se les dedican tantas horas a esas materias como se le dedica a la escritura, y quizás hay una idea confusa de que uno sale de la enseñanza reglada sabiendo redactar. Bueno, primero habría que distinguir entre redactar y escribir literatura”, plantea.
“No podría afirmar si vamos hacia una carrera de escritura”, admite Lutteral. “De momento, nos proponemos llenar un hueco para la gente a la que le interesan la escritura y la literatura, y que no se lo puede dar, por el formato que tiene, la carrera de Filosofía y Letras en Universidad de Buenos Aires, donde no aprenden a escribir; aprenden otras cosas. Estamos tratando de satisfacer una necesidad, de poder tener una enseñanza con cierta metodología y organicidad para quienes quieran escribir. El tiempo dirá si podremos convertirnos en una carrera de escritura. Suena pretencioso en el sentido de que acá se pueda enseñar a ser un escritor talentoso. El talento no se puede enseñar; lo que podemos enseñar son algunas técnicas y procedimientos para que puedan escribir mejor.”
Mayordomo no duda en afirmar que “Internet fue y es fundamental” para la escritura. “En España muchos no pueden acceder a la publicación de sus textos. Pero en Internet no hay limitaciones, una hoja en Internet no tiene espacio, puedes meter todos los caracteres que quieras. Es cierto que cuesta más distinguir qué es bueno o no, pero Internet es la democratización de la escritura.” Lutteral opina que los blogs son una consecuencia de la necesidad de escribir. “Me parece una herramienta maravillosa en tanto democratiza la escritura, pero la necesidad de escribir, de transmitir, de expresarse, es anterior al blog”, precisa el director de Casa de Letras. “La única diferencia es que antes lo que se quedaba en un cajón, fuera bueno o malo, ahora es accesible a todo el mundo”, compara Pérez. “No creo que los blogs hayan disparado la necesidad de escribir, son una herramienta más.” La directora de la escuela Alonso Quijano plantea que el fenómeno de los blogs demuestra la inquietud que hay por escribir. “Si no, no habría tantos blogs ni revistas literarias. Estamos asistiendo al germen de los blogs, luego veremos en qué deriva.” Según Pérez, los blogs son la prueba de una vieja sospecha de quienes trabajan en el mundo editorial: que hay muchísima gente que escribe. “Incluso a veces pensamos que hay más gente que escribe que la que lee. Vamos hacia un mundo en donde la necesidad de expresarse, ya sea por vía escrita o por cualquier otra vía, crece porque tenemos mayor espacio y tiempo. Y éste es uno de los indicadores de que el papel de las escuelas de escritura será cada vez más importante, porque son un medio de canalización de las inquietudes de la gente.”
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