Miércoles, 4 de julio de 2007 | Hoy
JON LEE ANDERSON Y EL PERIODISMO EN TIEMPOS DE ODIO
Veterano de varias coberturas de riesgo, el periodista analiza las diferentes facetas del guerrillero argentino y lanza un sombrío pronóstico: “Va a venir una hemorragia mundial”.
Por Juan Cruz *
Jon Lee Anderson (nacido en California en 1957) no es un cínico, es un periodista. Ryszard Kapuscinski, uno de sus maestros, decía que para este oficio no sirven los cínicos, y Anderson es un periodista comprometido con la gente y con la realidad, compasivo. Sus reportajes en el New Yorker cubren las más diversas zonas del sufrimiento humano; ha informado de guerras abiertas o subterráneas, compartió experiencias con los revolucionarios de La Habana y Argel y contó batallas del Congo y de Bolivia. Su último libro (una reedición ampliada) es Che Guevara. Una vida revolucionaria, pero la charla se desliza hacia su carácter de testigo de las últimas décadas de un mundo marcado por el odio.
–En España, el juicio del 11-M estuvo ambientado por una teoría de la conspiración. Algo que no pasó con las Torres Gemelas...
–Hay en medio un grupo que ha perdido el poder, que creía que tenía amarrado. Los que fabricaron, sin éxito, una teoría de la conspiración en Estados Unidos fueron gente del extremismo musulmán y hallaron eco en extremismos similares en otros países. Pero no prosperó. Es gente profundamente antidemocrática. Esta es una analogía, y ésta es una conclusión: los que promueven esas teorías buscan el poder. Es una maniobra de poder, cínica y burda.
–¿Qué momento está viviendo el mundo?
–Va a venir una hemorragia mundial. No veo nada que nos desvíe de un camino de mayor enfrentamiento y mayor sangre, y una mayor polarización, a corto y mediano plazo. Mire Irak: la inclinación siempre es a peor, y fue así desde que cayó Bagdad. No sé, a lo mejor se produce un golpe de suerte; en todas las guerras se produce un momento en que la sangre deja de derramarse, pero éste es un tiempo muy crispado y muy peligroso. No hay un fin previsible para los conflictos que están en curso.
–En esta situación, ¿qué se espera de un periodista?
–Para mí, un periodista hoy es lo que fue siempre. Somos los que informamos al público, de la verdad, del acontecer cotidiano. Mi misión no ha cambiado; me sentí atraído, impulsado, obligado a participar como observador y narrador de estos hechos, y pienso que ése es un deber. Al fin y al cabo, soy un ser humano, mi país está muy implicado... En términos generales, el periodismo tradicional está en una crisis, la circulación de los diarios disminuye. Yo mismo compro periódicos más por romanticismo que por otra cosa; me sé la mayoría de los titulares, por la radio, por las webs, por los cartelones electrónicos en las grandes ciudades. De momento, la tecnología no es muy atractiva para leer textos de largo aliento. Con la prensa pasará lo que ocurrió en la época de los dinosaurios: desaparecerán los dinosaurios, pero quedarán los cocodrilos y los tiburones, que sobrevivieron de aquellos tiempos.
–Será siempre verdad lo que decía Kapuscinski, que los cínicos no sirven para este oficio...
–Aunque hay mucha gente cínica en el oficio. Es, de todos modos, una expresión un poco tópica del querido Kapuscinski. ¿Cínicos en el sentido de la mentira o del escepticismo?
–En el sentido de la falta de interés por los dramas que cuentan...
–El periodismo como tal tiende a crear personas que llegan a ser un poco cansinas, que terminan no creyendo en nada... Pero por fortuna vienen nuevas generaciones de gente curiosa, que rompen moldes y que intentan no ser cínicos... Y ahora la profesión está llena de bloggers: se democratiza el acceso a la información, pero observo que por la blogosfera circula mucha teoría de la conspiración. Tenemos una avalancha de información, pero se mezcla con los rumores. El mayor problema es que la gente pueda distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo certero y lo falso.
–Dice usted, hablando de su libro sobre el Che, que es sobre América latina. Y afirma que si el Che viviera hoy sería un moderado. ¿Es la evolución de América latina?
–Creo que sí. Todavía hay una izquierda residual, potenciada y encarnada ahora en Hugo Chávez, Evo Morales... Lo vemos en las universidades, en las reivindicaciones campesinas. Las luchas de hoy son adecuadas al nuevo tiempo; quizá la inocencia de noción de la utopía, que llevaba a toda una generación a empuñar armas y a morir por una causa, ha menguado, en parte por el resquebrajamiento de uno de los polos del mundo, la URSS. Después hubo procesos de paz, y los que antes luchaban ahora hacen política de partido. Y por muchos antiglobalizadores que haya, siempre buscan alianzas y algún anclaje en el mercado global. Quedan, sin duda, gente como Hebe de Bonafini, que grita en la plaza de Mayo: “¡Viva la insurgencia iraquí!”. ¡Por favor! La llevaría a una plaza de Bagdad para que viera cuánto duraba, simplemente por occidental.
–¿Le cae bien el Che?
–El joven Guevara me cayó muy bien; en términos abstractos, el Che es muy atractivo. A veces me hago esta pregunta: si me hubiera presentado ante el Che, ¿cómo me habría tratado? Depende de la etapa en que lo hubiera agarrado, porque hubo diferentes épocas en él, y unas me desilusionaron. Recuerdo que me sentí muy atraído por el joven que iba en busca de filosofías de toda índole y buscando matices... Tuvo una etapa, muy atractiva, pero luego se hizo un inquisidor, pasó a ser un verdugo, que veía a su alrededor desertores y traidores. Cuando dejó el Congo y se fue a Bolivia, ya no era tan severo; no fusilaba gente por deserción.
–De los mitos queda Fidel. ¿Cuando muera será el final de una época?
–Así es. Ya la sucesión está amarrada. Es muy posible que Fidel vuelva a ejercer un rol más público. Para la revolución cubana, eso es un ojalá.
–Usted es muy aficionado a hacer diccionarios. ¿Qué palabra define este tiempo?
–Odio. Es lo que mueve todo. Es lo que nos tiene agarrados a todos, lo que alienta el terrorismo. ¡Ya no hay guerrillas, todos son terroristas! Los guerrilleros como el Che tenían un determinado código ético. ¡Comparado con los terroristas de ahora, es una especie de Robin Hood! Hemos llegado a un punto en que a la gente no le importa inmolarse entre muchedumbres cada día. Eso es el odio, y la reacción también es odio.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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