Jueves, 30 de agosto de 2007 | Hoy
ENTREVISTA AL DIBUJANTE FRANCISCO SOLANO LOPEZ, CREADOR, JUNTO CON OESTERHELD, DE “EL ETERNAUTA“
Estilista nato, es el centro de la exposición Operación Masacre, que se inaugura hoy. Referente ineludible de varias generaciones, Solano López dice que, pese a la connotación política de su trabajo, siempre prefirió ser “independiente”. Y concluye: “A mí me da la sensación de que con la historieta se puede decir casi todo”.
Algunos dibujantes pueden presumir de haber hecho historia en el arte popular de la Argentina. Con más de cincuenta años de trabajo en sus espaldas, dos exilios, una de las historietas más famosas que Argentina dio al mundo y un reconocimiento que recorre Europa y Estados Unidos, Francisco Solano López podría ser uno de esos que presumen. Pero no. El dibujante de 78 años, cocreador de El Eternauta, estilista excepcional de las viñetas, centro de la exposición Operación Masacre que abre hoy en Piedras 1065 (ver aparte) es un tipo humilde. Es el mismo que recibe a Página/12 en su departamento de Almagro con sencillez y amabilidad para charlar durante dos horas sobre su vida, su obra, la historia del comic y las influencias de Goya y Rembrandt en sus dibujos. Acaba de ser publicado Rescate - Las historietas perdidas de Solano López, un tomo de 128 páginas que reúne el conjunto de sus historias inéditas en la Argentina (ver aparte).
–Durante el siglo XX han pasado cosas de las que no somos muy conscientes: la aparición del cine, de la aviación, de las armas atómicas. En todas esas secciones de la realidad del género humano está metida la historieta, que nació humildemente como un entretenimiento para enganchar a los inmigrantes analfabetos de Estados Unidos y 20 años después apareció un tipo como Roy Crane, que creó la estructura de la aventura realista en historietas. El hombre tenía un estilo muy dinámico, buena síntesis. Representaba el dominio anglosajón en todo el mundo a través de Captain Easy, Soldier of Fortune.
–¿Usted cuándo leía eso?
–Eso en los años ’20, claro. En los ’40 apareció Flash Gordon, Ming, toda esa ciencia ficción fantástica. Historias de aventuras que acompañaban el estallido tecnológico del siglo XX, con la civilización occidental llegando a esos confines inexplorados por entonces: el Congo, el desierto del Africa, la selva, todos lugares “misteriosos”. La historieta, como Hollywood, exploró esos lugares a la vez conectados con la ciencia, la tecnología, y siempre en un tono menor, algo más dedicado a los chicos.
–Eso al principio.
–Claro, pero pasó el tiempo y resulta que esos mismos personajes terminaron siendo desarrollados en producciones cinematográficas de alto costo, para un público total. Hollywood creó esa especie de necesidad total y por una cuestión ideológica también, que los ayudó en la Guerra Mundial, en la Guerra Fría, definiendo un enemigo para contener. La historieta acompañó todo eso.
–¿Entonces la historieta es también política?
–Termina siendo política también. La prueba está en que el propio Oesterheld, después de hacer el primer Eternauta, cuando se metió en política, la metió a ella en las historietas, ¡y a mí sin preguntarme! A mediados de los años ’50 apareció un tipo como Oesterheld y, no creo que él lo inspiró, sino que hubo un movimiento también en Europa, cuando los guionistas exploraron temas sociales, psicológicos.
–¿Usted en cierta manera no militó a través de la historieta?
–Yo soy reacio a embanderarme en algo que tenga una estructura, porque me quita independencia de pensamiento. Preferí hacer eso que dice usted, intentar alguna historia con otros en donde mandamos nuestro mensaje político, que sí, es más bien contestatario, pero siempre independiente. A mí me da la sensación de que con la historieta se puede decir casi todo.
–En lo artístico, ¿qué implicó esto de no cerrarse a ninguna estructura?
–Depende del mercado. Por ejemplo, los franceses tienen una cosa muy estructurada, con la que no me sentí cómodo trabajando. Ellos, más que historietas mensuales, sacan mucho tomos y no los venden en los kioscos, sino en las librerías. Si sacás un tomo, mi exploración estilística le saca homogeneidad.
Leyendo Rescate – Las Historietas perdidas de Solano López (Domus), la evolución estilística de la que habla Solano López queda en evidencia: texturas hechas con lápiz para la adaptación de Operación Masacre, tinta, pincel y Rotring en las otras.
–Yo me siento medio un francotirador por esto. En Rescate son ocho o nueve historias cortas que tienen una temática muy diferente, e incluso un tratamiento técnico diferente. Esto no es un capricho sino el deseo de variar, la evolución natural mía, que de pronto me siento cansado con un medio y encuentro que hay otro con el que puedo conseguir alguna cosa que me interesa. Lo mismo con la temática...
–Aunque cambian los temas, sus historias siempre tienen un tema social. ¿Será por eso que siguen vigentes?
–Puede ser. La temática social y política siempre aparece por ahí. Yo no adscribo a ninguna ideología ni nada, excepto la apertura.
–Usted publicó mucho en Inglaterra e Italia, pero el mercado norteamericano, que es muy fuerte, siempre costó.
–Ahora los norteamericanos se están abriendo un poco, obligados también por la invasión del manga, que no ha llegado sólo acá. Yo en una época me acerqué, ya tenía un equipo formado para la Fleetway de Inglaterra, y probé con una editorial que tenía historietas de terror, pero tampoco cundió porque ellos sentían que estaba lejos para tener una colaboración regular. Yo lo sentía una tontería, decía: “¿Ellos no sabrán que yo les mando a los ingleses 25 páginas por semana desde hace seis años?”
–¿Y Marvel, o DC?
–La Marvel y la DC están hechas para el superhéroe, y eso te condiciona la forma de trabajo y el estilo, que para mí no tienen atractivo.
–¿Ninguna oportunidad?
–Estuve en una feria de San Diego y me puse en la cola para ver a un editor de la Vertigo, que por lo que yo sabía era más elástica, con otra temática, otros climas, y él mismo me dijo “acá no te van a pagar lo que te merecés”. Me dijo “oh, Solano, Solano López, no venga acá, no vale la pena” y me recomendó algún nombre para que fuera a buscar.
–Esto fue relativamente reciente, ¿no? La línea Vertigo de DC surgió hace algunas décadas nomás.
–Sí, después me conecté con Dark Horse, que es más chiquita y está más atenta a lo que viene de afuera. De hecho, en Rescate, la última historia tiene 26 páginas y la hice con un guionista de esa editorial. También les hice una de aliens, con buenos guionistas, que contaban la historia de un cachorro de alien que tenía una enfermedad y era medio un marginal y lo envían a un satélite de los ricos.
–Y después de tanta carrera, ¿qué queda todavía pendiente?
–Quedó en el tintero el tratamiento de la Guerra de la Triple Alianza. Eso que aparece en Rescate es un prólogo, así lo pensamos con mi hijo, diez páginas que después se convertían en una narración épica de la resistencia y el sacrificio de todo un pueblo. Pero yo lo llevé por Europa y noté que no había mucho interés.
–Eso fue durante su exilio en España. ¿Cómo fue esa época?
–Para mí fue agradable. Era una época muy difícil, claro, en el medio de los años ’70, haciendo una historieta montonera que me pasaba Oesterheld desde la clandestinidad y mi hijo preso por un grupo de tareas que lo fue a buscar, primero a mi casa y luego a la pensión donde vivía: rodearon la manzana y se lo llevaron. Yo conseguí ponerlo al costado de los centros clandestinos y quedó detenido en la policía de la Capital Federal. Un año después pude sacarlo e irnos juntos a España. Pero fue un alivio.
–¿Ahora en qué está trabajando?
–Ahora no estoy trabajando porque ustedes no me dejan... (se ríe). Me entrevistaron mucho en estos días. Tengo a Maiztegui, que está trabajando ahora en las sesenta páginas finales de La búsqueda de Elena, el encuentro de este último tramo de la historia en que Juan Salvo se encuentra con su mujer, que a su vez ha sido tomada por otro bando interestelar. Tengo amigos que me piden que me meta con el Martín Fierro. Lo tengo a Sampayo que va a venir a radicarse a Baires para hacer algo con él, sin necesidad de reeditar Evaristo, sino otra historia distinta. Quizá Clown, que figura ahí en el libro también.
Exiliado dos veces y con un amplio y notable trabajo a veces opacado por el éxito de El Eternauta, hoy Solano López vive momentos de reconocimiento: publicación de trabajos inéditos o sólo editados en Europa, una exposición de sus originales y el cariño de los lectores, que lo siguen llamando Maestro. Y no les falta razón.
Entrevista: Andrés Valenzuela.
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