Sábado, 15 de septiembre de 2007 | Hoy
LOS EXTRAÑOS RECORRIDOS DE “INTERIORES”, DE MARIANO PENSOTTI
La obra que programó el Centro Cultural Rojas propone al público circular por un conjunto de departamentos, en los que se despliegan distintas vidas posibles de gente sola y de parejas que se entregan por un rato al espectador.
Por Julián Gorodischer
El grupo de espectadores empieza a disfrutar de las delicias del turismo planificado: ese formar parte de algo que aquí se aplica a la experiencia teatral. Así lo concibió el director Mariano Pensotti cuando diseñó estos Interiores siguiendo el trazo de un viaje al corazón de un edificio (sobre la avenida Corrientes, en la misma cuadra del Centro Cultural Rojas, institución que lo programó para el FIBA), donde conviven los vecinos propietarios o inquilinos con los actores de esta obra/intervención, cuya fusión entre hecho teatral y vida cotidiana sorprende al paseante desde el primer minuto. De pronto, el contingente se perturba ante la invisibilidad que les toca como público de teatro, más disimulada en el contexto de la oscuridad y la fijeza en las butacas de una sala tradicional, pero no aquí donde empieza el recorrido por los livings, los dormitorios, los baños, que demuestran los alcances que puede adquirir el realismo. La escenografía prevé que hasta en los tachitos de basura de los baños, las alacenas y los placards haya elementos ad hoc para favorecer el clímax, para hacer que cada uno de los fisgones se sienta bien adentro de esos cuartos y esas cocinas con gente en su mayoría solitaria y sufriente.
Esto no es un reality show: el público se desplaza, sube escaleras, llega hasta la terraza saltando de una historia a otra, de una a otra privacidad, pero la inmersión en los mundos íntimos no se produce a través de un acto, ni sexual ni escatológico como en el Gran Hermano sino a través del pensamiento, expresado en un monólogo interior que puede seguirse a través de un sofisticado sistema que añade a la caminata unos auriculares y un Ipod. Entonces, las mentes de esta gente empiezan a hablar, y las historias que cuentan tienen un alto potencial para identificar al contingente que, a pesar de que está habilitado a decidir libremente su rumbo, se arma como cuerpo compacto, como si rigiera la orden de un guía imaginario (¡no se separen!), que cohesiona y marca el paso. En los departamentos, esperan: “el solo” en calzoncillos que mira un video de su viaje de egresados a punto de ir a la reunión de reencuentro, “el solo” que acaba de ser abandonado y escucha los gemidos, que provienen del departamento de al lado, de su novia junto a su mejor amigo, “la sola” que fantasea con recuperar al ex planificando sueños de triunfo tan ambiciosos como imposibles, “el solo” que acaba de cometer un pequeño atentado inocuo y extemporáneo, como si con esa visita al cuarto precario se subrayara el hecho de que en un edificio, en esos cuartos y esos baños, cualquier extravagancia es posible.
El ritmo es el que marca la morosidad del pensamiento, como un ronroneo en el caso de las parejas, como un quejido en el de los solos, con picos de emoción y arrebato cuando el contingente ingresa al monoambiente de la parejita, arrojada en el colchón, en plena sesión amatoria, allí, a unos centímetros de los cuerpos invisibles; y los invisibles se espantan o perturban ante la desnudez y la pasión de esos dos, que se sacan la lengua desde el colchón a la cocina como si no existiera nadie más. Pero hay mucha gente que los está mirando. El dramaturgo de estos cuentos ha sabido encontrar las situaciones dramáticas más propicias para que afloren conflictos simples pero intensos: el reencuentro con la adolescencia pasada, la contigüidad con la infidelidad, la situación de fuga o clandestinidad: implican la crispación de toda víspera y cualquier espera, sin que haga falta interactuar con las criaturas, sin que se necesite una evolución para estos dramas. La emoción del contingente aparece en otra zona: en ese puente que tiende cada objeto en una repisa, cada libro semiabierto en el que se pueden espiar unas líneas subrayadas con marcador flúo, cada preservativo presuntamente usado desde el interior de un tacho de basura, cada gesto que comparten entre dos y dejan al resto afuera, en suma: todos estos hábitat estratégicamente calculados para incluir e incorporar. Por unos minutos, pueden vivirse demasiadas vidas como si fueran propias.
* Interiores se exhibe hoy a las 19, y mañana y el lunes a las 21, con punto de encuentro en el hall del Centro Cultural Rojas.
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