Lunes, 4 de mayo de 2015 | Hoy
SERIES › FOX ESTRENA WAYWARD PINES, DIRIGIDA POR EL REALIZADOR INDIO
El desembarco de M. Night Shyamalan a la tevé se produce con una entrega de terror y misterio, con un agente del servicio secreto que queda atrapado en un pueblo donde nada es lo que parece... y donde abundan referencias a otros artefactos culturales.
Por Federico Lisica
Al menos en su primer episodio, Wayward Pines (cuyo estreno será el próximo 14 de mayo a las 22 por FOX) puede ser descripto como el lado B de The Truman Show. De hecho desde hace un tiempo circula en YouTube un falso trailer presentando a la película de Peter Weir como una de horror. En este caso, Ethan Burke (Matt Dillon) es un agente del servicio secreto a quien le encomendaron la misión de encontrar a dos oficiales en el pueblo que le da nombre a la serie. Tras un accidente automovilístico, tardará un rato en advertir que ese lugar es una auténtica prisión, una fachada, y que todos están jugando un papel en función de algo más complejo. “No hay grillos en Idaho”, le susurran al confundido héroe que poco después encontrará en un jardín un parlante que emula el sonido de los insectos. Truman, es cierto, tardaba la mitad de su vida en darse cuenta de que su hábitat era prefabricado. Ethan carga con un estado mental y emocional igual de inestable. En el pasado tuvo alucinaciones y amoríos con una compañera de trabajo cuyo paradero actual es desconocido. El espacio –y el tiempo– le juegan una mala pasada. No sabe si pasaron años o semanas desde que está allí. ¿Es Wayward Pines un producto de su imaginación o está siendo manipulado por un titiritero a descubrir?
Una apuesta fuerte es que la trama se “escape” del entorno claustrofóbico para contar lo que acontece en Seattle, donde lo esperan su hijo y abnegada esposa (síndrome de Penélope a la vista). También están las oficinas centrales que podrían saber más de lo que argumentan. No es sólo un recurso narrativo, a nivel visual se contrapone lo grisáceo de la ciudad con la luminosidad y una paleta de colores más amplia en el idílico pueblo perdido. “Si te acostumbrás la podés pasar genial”, le dirán al golpeado Burke, que se la pasa entre camillas, bosques, sin dinero ni modo de comunicarse con el afuera. Que cada uno de los personajes interpretados por probados actores como Juliette Lewis (la mujer enigmática), Terence Howard (el sheriff irónico), Melissa Leo (la enfermera perversa), se presenten como macchietas tiene que ver con los modos del lugar y las intrigas a desplegar en los diez episodios de esta producción.
El recurso periodístico, tantas veces cansino, de mencionar referencias, influencias o similitudes de una obra con otras, aquí se torna fundamental, ya que el realizador M. Night Shyamalan pareciera jugar a conciencia con todas ellas. Imposible que la apertura con un hombre herido despertando entre árboles no remita a Lost (para más datos, es justamente la primera imagen) o que una campiña agreste con personajes excéntricos no supongan la asociación con Twin Peaks. Y es sólo el comienzo. Casi por acto reflejo, se disparan calcos con films en los que un investigador llega a una región perdida para descubrir actos macabros (La isla siniestra, The Wicker Man). También corre para las producciones con críticas al estilo de vida estadounidense, con sus idílicos suburbios estilo años ‘50 lleno de barbacoas y esposas de punta en blanco (The Stepford Wives, El Joven Manos de Tijera). Al igual que en esos otros confines, en Wayward Pines manda la uniformidad, las buenas formas, la persecuta y la imposibilidad de salirse de las reglas, o uno debe atenerse a las consecuencias (como también sucedía en un singular capítulo de The X-Files llamado “Arcadia”). Mismos tópicos que hasta el propio Shyamalan había trabajado en La aldea, uno de sus mayores fracasos tras el batacazo de Sexto sentido. ¿Eso significa que Wayward Pines no pueda disfrutarse por sí misma? Al contrario, es como si Shyamalan decidiera explicitar todas ellas para no meterse en camisa de once varas. Experto en las vueltas de tuerca y en llevar de las narices al espectador, el realizador opta por un terror en cuotas y un perverso sentido del humor. Con gracia se pasa de un vidrio clavado en la cara de una villana a una charla completamente trastornada en una comisaría. En definitiva Wayward Pines, es para Shyamalan, su propia Dimensión desconocida aunque puede que ya se haya visitado antes.
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