Lunes, 4 de mayo de 2015 | Hoy
TELEVISION › DARíO GRANDINETTI PROTAGONIZARá, DESDE HOY, LA CASA DEL MAR
La serie que hoy estrena On DirecTV fue ganadora de uno de los concursos que organizan el Incaa y el Ministerio de Planificación. El actor celebra la iniciativa y pide más cooperación del sector privado. “Los actores andamos atrás de los buenos proyectos”, dice.
Por Emanuel Respighi
La realidad y la ficción son dos mundos de una misma dimensión. Tan reconocibles como distintos, esos dos registros a veces parecen confabularse para entrelazarse caprichosamente. La trama de La casa del mar, la ficción que hoy estrena DirecTv en exclusiva y que emitirá todos los lunes a las 22, a través de su señal propia On DirecTV, es una muestra de esa extraña alquimia: una joven desaparece en una localidad costera y un investigador se carga sobre sus hombros un caso de implicancias no exentas de implicancias políticas. El detective, tan hosco como implacable, es interpretado por Darío Grandinetti, el gran actor argentino que suele asumir no sólo la exigencia que le demanda cada uno de los papeles en los que actúa sino también su compromiso con el mundo que lo rodea. El oficio de actor y el de ciudadano dialogan en su interior todo el tiempo, al punto de que uno no puede expresarse sin el otro. No parecen querer divorciarse, en realidad.
Ganador de uno de los concursos de series de ficción federal organizados por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y el Ministerio de Planificación, La casa del mar es un policial de cuatro episodios, dirigido por Juan Laplace (Perfidia). Protagonizada por Grandinetti, Gloria Carrá, Juan Gil Navarro, Antonio Birabent y Federico D’Elía, la serie cuenta la investigación que un detective pone en marcha ante la desaparición en Mar del Pinar de una joven, hija de un diputado nacional y nieta de un senador. Entrelazando los tiempos del relato en un futuro y un pasado inquietantes, La casa... construye un rompecabezas que va contando a cuenta gotas la manera en que sucedieron los hechos, algo digno de la más sagaz novela policial.
“Me encantó poder hacer género para la pantalla chica”, reconoce Grandinetti, en la nota con Página/12. “El policial es un género que me gusta. La idea fue sacarlo de los clichés. Hago de un detective no convencional, que se enfrenta a los poderes. Es un tipo que tiene autonomía de la institucionalidad policial-judicial, una cuestión que –obviamente– no le resultará gratis. Es un tipo con un pensamiento particular, con una vida personal conflictiva que se revelará paulatinamente”, reflexiona el actor.
La historia de La casa... (coproducción de Cinse Films y Storylab) tiene puntos en común con algunos casos que ocurrieron en la realidad reciente. Sin embargo, no está inspirado en ninguno en particular. La serie se grabó en 2014. “No es la primera vez –cuenta Grandinetti– que pasa, ni será la última que una ficción ‘dialoga’ con hechos de la realidad. A veces ocurren cosas en la realidad que si uno se pregunta si las puede llevar a la ficción, termina desistiendo porque lo tildarían de poco verosímil. La verdad es que uno se queda sin saber cómo explicar las relaciones entre la ficción y la realidad porque, básicamente, no la tiene. Tampoco puede uno decir que las cosas son siempre iguales. Son coincidencias que a uno lo dejan sin palabras.”
–¿Por qué esa coincidencia entre realidad y ficción adquiere regularidad en las series argentinas?
–Puede que sea el hecho de que las ficciones argentinas tienen una cercanía con lo que nos pasa. Lo que está claro es que esta clase de programas no se ven habitualmente en la televisión abierta. Por suerte, ahora, tengo entendido que Telefe emite programas que ganaron concursos. Sería muy saludable que El Trece también lo hiciera, porque se abriría el abanico y creceríamos todos. Estos proyectos suman a la TV argentina. Muchas veces estas ficciones son criticadas, se dice que no valen la pena bajo el argumento de que no tienen rating. Entonces, se emiten en canales como la TV pública o el 9 que no son las emisoras de mayor audiencia. Por eso me resulta cínica y dañina la crítica sobre el rating de estas ficciones. Que le den la posibilidad de emitirse por Telefe y El Trece en un horario central a ver qué pasa. Si en esas pantallas hacen 3 o 4 puntos, es otro cantar.
–Se dice que el país no tiene una industria. Pero a la hora de pensarla, lo estatal parece ir por un lado y lo privado por otro. Muy pocas veces hay sinergia entre ambos mundos. En este caso, DirecTV se ofrece a emitirlo.
–El problema es que todo se basa en las mismas disputas: económicas, políticas... Bah, políticas no, porque no es una cuestión política sino que son intereses mezquinos los que atentan contra la posibilidad de construir una industria. Generalmente la palabra política tiene una connotación despectiva. A mí me parece que la política es mucho más que la carga negativa que algunos quieren endilgarle. Hay una lucha de poderes que impide la consolidación de una industria. No estamos tirando para el mismo lado. Hay intereses, cosas que no les importan a quienes tienen poder de decisión, entonces se sale con esta iniciativa estatal para financiar ficciones. Una iniciativa a la que nos sumamos muchísimos actores, cobrando –y esto es bueno aclararlo– muchísimo menos de lo que habitualmente se cobra. No son proyectos de gran presupuesto. Ningún productor gana plata haciendo estas ficciones. En La casa del mar hubo que hacer muchas piruetas para que los números cerraran. Todos cobramos menos, todos laburamos muchísimo. Por suerte, tenemos una señal como DirecTV que da a conocer este programa y nos garantizará mayor repercusión. Espero que esto sirva para tentar a las señales que tienen garantizado el rating. Estas ficciones enriquecen, no restan: están grabadas en exteriores, con un cuidado visual casi cinematográfico.
–¿Y dónde queda el rol del artista, en este contexto?
–Los actores andamos detrás de los buenos proyectos, que resultan interesantes para el público porque reúnen a profesionales de primer nivel alrededor de historias originales y sensibles. Nuestro lugar es ese: andamos corriendo detrás de buenos proyectos. Despues, hay otra televisión, de la que a veces participamos y otras veces no, que tiene que ver más con el mercado. Que te llamen o no para formar parte de una historia, que se cuente tal o cual historia, depende de variables como la garantía de visibilidad que da el actor o de la coyuntura social del momento. En esa televisión uno sabe que el proyecto es otro. Pueden aparecer nuevas formas de contar historias, lenguajes diferentes, pero la creatividad está mucho más limitada. No digo que no la haya, pero el campo de acción parece ser mayor en esta clase de proyectos.
–Las ficciones surgidas de los concursos poseen un mecanismo de producción diferente, ya que se graban sin el parámetro del rating, desde el momento en que la obra sólo se pone al aire una vez que ya está completamente grabada.
–Ningún proceso te garantiza nada. Ni éstas la calidad ni aquellas el rating. Pero ese es el tema: hay quienes sólo buscan tener rating para poder vender mucha publicidad, y hay quienes buscan contar una historia atractiva.
–La casa del mar cuenta una historia de ficción sin pretensión de bajar línea política. ¿Cree que en algún momento los productos surgidos de estos concursos pudieron haber confundido las finalidades, y que el desafío de las producciones financiadas por el Estado es mejorar la calidad y el interés del público?
–Era inevitable que al comienzo se pensara como una televisión contra la otra. La iniciativa de financiar ficciones desde el Estado arrancó con una impronta política-ideológica, porque lanzar el proyecto era ideológico-político. Al principio estuvimos todos haciendo ficciones sociales, como Televisión por la identidad, Televisión por la inclusión, Perfidia, por citar algunos casos. Lo interesante es que la producción no sólo ha ido creciendo sino que se ha ido diversificando. Me consta que los concursos son transparentes. Yo no sé qué ideología política tiene Juan Pablo (Laplace). No sé si es K o anti K. Del mismo modo debo decir que a mí me llamaron de la Tv comercial sabiendo como pienso y no me han dicho nada respecto de cuidarme sobre mis opiniones. Nada. Después no llegamos a un acuerdo pero por otros motivos. Y no creo que si no me llaman más es por mi posición política. No me consta que sea así. Además, conozco a quienes trabajan en la TV y veo a compañeros K en la TV privada y a compañeros que no son K en la TV estatal. Está bien que sea así, debe ser así.
–Como pasó siempre, por otra parte.
–Claro. Ahora, lo extraño es que haya tanta virulencia contra los actores que trabajamos en la TV pública. Este nivel de virulencia no ocurría ni cuando trabajábamos en la TV pública de los militares, que era toda la TV. Ni con los militares, ni con Alfonsín, Menem ni De la Rúa pasó algo. Nunca se cuestionó tanto a los actores como ahora. Parece que a algunos lo único que les preocupa es que con dinero de ellos, de todos, se pague el sueldo a los actores. Hay millones de empleados que cobran con sueldos del Estado pero sólo les molesta el pago a los actores en la TV pública.
–En Estados Unidos, buena parte de los actores de Holly- wood apoyaron la candidatura de Hillary Clinton a la presidencia y no hubo tanto revuelto.
–Acá se instaló la idea de que si opinás de política la gente que no piensa como vos no va a ver tus trabajos. No creo que sea así. Pero te lo dicen, me han dicho que no me convenía ser tan explícito en mis posiciones políticas porque la gente no me iría a ver al teatro. Un absurdo. Cada uno tiene todo el derecho de pensar lo que quiera y fundamentarlo. Si lo pensara en términos resultadistas, cosa que no hago, diría que me convendría porque la presidenta ganó con el 54 por cientos de los votos. Uno no lo piensa así. Nunca existió tanta virulencia.
–¿No había vivido este nivel de virulencia?
–No, nunca lo había vivido. Como tampoco nunca habíamos vivido una etapa en la que gente de la cultura se manifestara tanto, masivamente.
–¿Eso es saludable?
–Pero claro, ¿cuál es el problema? Se cuestiona a gente que opina y habla y explica por qué dice lo que dice. Y algo más: no hay ningún actor que se haya pronunciado públicamente a favor de este proyecto que esté intentando formar parte de alguna gobernación o de alguna lista de candidatos. Y nadie lo dice.
–¿Y los que son críticos del gobierno nacional sí lo están?
–Hay compañeros que han formado parte de listas de diferentes partidos. Hay un montón.
–Lo dice por Miguel Del Sel, Fabián Gianola...
–Hay varios. De nuestro lado, ninguno.
–¿O sea que bajo el paraguas de que los actores “no se pronuncien políticamente” porque el público puede dejar de verlos hay un mensaje más profundo de fondo?
–Siempre es en nombre de la no-política. Te dicen que no hables de política, que ellos no son políticos, pero votame. ¿Para qué te voy a votar, entonces? ¿Para administrar qué? Es como si al que se le rompe la heladera, como piensa que los técnicos que las arreglan son todos ladrones, llama a un amigo simpatiquísimo, divino, que tiene una verdulería a la que le va bárbaro. Y como le va bien no te va a chorear. ¡Pero la heladera no te la arregla! Entonces, terminás llamando al que te arregla la heladera. O sea: a Cristina.
–¿Se considera kirchnerista?
–Sí, soy kirchnerista. No soy peronista, nunca lo fui.
–¿Qué encontró en el kirchnerismo como un espacio político con el cual identificarse?
–Luchas parecidas a las de Alfonsín. Porque yo fui alfonsinista, no radical. En otro momento, con otro poder político que se pudo construir, sin la amenaza de los militares armados como tuvo Alfonsín. Pero le pagaban los mismos que pegan ahora. Basta ver los archivos.
–¿Los medios de comunicación son un poder político en sí mismo?
–Sí. Es un rol que han tenido siempre. A tal punto que hasta 2003 siempre creíamos que todo lo que salía en los diarios era cierto. “Salió en el diario”, decíamos, como garantía. Lo escuchamos y lo dijimos. Ahora, en cambio, como decía Alessandro Baricco en el monólogo de Novecento que hice, uno puede escuchar: “salió en el diario pero es verdad”. En la obra esa frase la sacamos, entre otros cortes, lamenté no poder decirla. Pero si la ponía iban a decir cualquier cosa, cuando en realidad fue escrita por Baricco en 1995.
–¿Se corrió un velo que modificará definitivamente la relación de la ciudadanía con los medios o se trata de un hecho coyuntural?
–Va a continuar. Se ha generado conciencia, militancia, y gente atenta como para permitir que eso ocurra. Esto no tiene vuelta atrás. Eso es lo que más les jode.
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