Martes, 22 de julio de 2008 | Hoy
MUSICA › CARLA BRUNI Y LAS CANCIONES DE UNA PRIMERA DAMA
La esposa de Nicolas Sarkozy y cantautora de éxito acaba de editar el disco Comme si de rien n’etait, que coquetea con la mención a su sobreexpuesta vida privada. “Todo lo que hago es un autorretrato”, dice. “Así es el ser humano.”
Por Jesús Rodríguez *
La espera transcurre en la cocina de la primera dama mientras su hijo, Aurélien, de siete años, corretea por el jardín entre rosas rociadas de gotas de lluvia de un chaparrón de verano, y Teresa, la niñera peruana, rezonga en castellano: “Mi hijito, apúrate”. Carla Bruni, madame Sarkozy, habita en una burbuja en el corazón del exclusivo distrito XVI de París. Un rincón secreto al fondo de un callejón con nombre de cardenal, empedrado y sin salida, donde dos miembros del Grupo de Seguridad del presidente, jóvenes y rapados, con vaqueros y pistolas al cinto, descienden a la carrera de la furgoneta en la que están apostados en cuanto detectan la presencia de un extraño y le exigen sin ceremonia la documentación. Sobre una mesa, la correspondencia personal del presidente, una armónica abrasada y una caja para cigarros puros decorada con la imagen del Che en esmalte rojo y negro y una vistosa leyenda autógrafa: Hasta la victoria siempre. Regalo del Comandante.
Es la casa de Carla Bruni, su refugio; en el extremo opuesto del palacio del Elíseo, la Jefatura del Estado, donde su marido, Nicolas Sarkozy, atesora el gatillo nuclear de la fuerza de choque francesa en plena calle del lujo parisiense. Más allá de la distancia geográfica, la residencia de Madame (como se refieren a ella los escoltas) está en las antípodas del suntuoso estilo de vida de SaintHonoré y toda la pompa sarkozyana. Esta casa es discreta, sobria, cálida y cómoda. Sin obras de arte ni muebles intocables. Con suelos de madera sin barnizar y techos infinitos. Troncos a medio consumir en la chimenea, una lámpara desvencijada para leer y Tome, el perro de la anfitriona, dormitando en el terciopelo ocre de un sofá. Una casa de millonaria sin aspavientos. Su castillo.
Madame Sarkozy, de 39 años, recibe sola, en casa, sin condiciones ni cuestionarios previos ni llamadas telefónicas intempestivas ni una cuenta atrás para concluir la entrevista cuando deja de interesarle. Madame Sarkozy recibe y despide con un beso y una sonrisa. Las únicas interrupciones durante la entrevista serán las quejas de Aurélien, exigiendo a su madre que le preste atención. Madame lo despacha firme.
Conserva el porte etéreo de aquella modelo que desfiló entre 1988 y finales de los noventa para todos los grandes de la moda. Lleva un pequeño jersey de cashmere gris de manga corta de Dior, un amplio pantalón azul y mocasines de Gucci. La única joya es la mínima alianza de brillantes en el anular izquierdo de unas manos grandes, como sus pies. Es alta y atlética. Con un físico de nadadora con curvas. Tiene una piel blanca y pecosa que se pliega en algunos rincones. Ya no es una niña. Tiene unos ojos bailarines azul grisáceo ligeramente achinados. La nariz está perfectamente esculpida. La boca es pequeña y cuando ríe descubre unos dientes tallados a mano. La voz es suave aunque firme, con una leve ronquera de fumadora. Salta del inglés al francés y al italiano. Acepta y practica el tuteo, cosa rara en un francés. “No se olvide que soy italiana –dice–. Bueno, ya no lo soy; soy francesa; ya no sé ni lo que soy.”
–¿Qué le gustaría que la gente supiera de su disco Comme si de rien n’était (Como si no pasara nada)?
–Lo que realmente me gustaría explicar es que hacer un disco, escribir y plasmar lo que quieres es siempre una suerte; un refugio frente a la realidad de la vida. Pero hacer este disco al mismo tiempo que me estaba casando y con toda la sobrecarga mediática que teníamos encima, me ha proporcionado un refugio aún mayor; un refugio indestructible. Hacer este disco ha supuesto una de las épocas más agradables y más cálidas de mi vida. Porque a medida que mi vida se ha hecho más pública hacia el exterior, más he tenido que proteger mi interior. Me he desdoblado. Me he metido en una burbuja.
–El título del disco se ha interpretado como una metáfora de su curiosa situación como cantante y, al mismo tiempo, como primera dama de Francia.
–Describe muy bien cómo hicimos el disco. Lo hicimos como si no hubiera pasado nada, aislados. Libres. Eso es importante para mí y por eso escogí ese título.
–¿Por qué un disco ahora? Muchos pensaban que tras su boda con el presidente de Francia entraba en una nueva etapa de su vida.
–Tuve mucha suerte con mi compañía discográfica al publicar mi primer disco, porque tuvo éxito y vendimos, y entonces tuve la oportunidad de hacer un segundo disco, Promises, y un tercero, que es éste. Todo viene del primero, no es una idea que nos haya surgido ahora. No es nada forzado. ¿Por qué he hecho este disco? Porque es mi trabajo y tengo la suerte de poder hacerlo.
–¿Se cuestionó si era bueno para la carrera política de su marido?
–No le di ninguna vuelta. No gasté ni un minuto en pensarlo. Escribí todas las canciones y teníamos fecha para la grabación antes de todo el lío, y nunca, en la medida de lo posible, rompo un compromiso.
–¿Nadie la presionó desde el Palacio del Elíseo?
–Nadie ha interferido en mis decisiones. A nadie le importan.
–Algunos medios de comunicación dicen que su disco favorece la carrera política del presidente en unos momentos en que su imagen pública está muy deteriorada; otros, por el contrario, piensan que lo perjudica.
–Tengo muy poca influencia en la vida política de mi marido, que es una cosa muy seria, un trabajo muy serio que tiene que ver con asuntos muy serios y no tiene nada que ver conmigo. De lo que estoy segura es de que al ser su mujer mi vida puede enriquecerse más porque puedo aprender mucho y ayudar a la gente.
–¿Cree que esa bajada en las encuestas tiene algo que ver con usted?
–Tiene que ver con los tiempos difíciles que corren para la gente en Francia. Tiene que ver con el hecho de que él quiere cambiar muchas cosas y a la gente no le gusta cambiar tanto. Hay mucho inmovilismo. Tiene que ver con la economía, que está en una situación difícil. Tiene que ver con los combustibles, que son muy caros. Pero, desde luego, no tiene que ver conmigo. No soy tan importante.
–¿El presidente ha apoyado su decisión de lanzar este disco?
–Todo el tiempo. Es difícil para él, porque tiene un trabajo muy duro y necesita una esposa que esté a su lado, pero también sabe que me tiene incondicionalmente y me apoya. Dejándome tranquila cuando necesito tiempo; estando conmigo cuando pierdo la confianza; animándome cuando me deprimo (porque cuando escribo me vuelvo loca); empujándome cuando me vuelvo perezosa. En todo, como cualquier esposo. Mi marido y yo no somos diferentes de otras parejas. Si me llega la inspiración, haré otro disco. Si a la gente le importa lo que hago; si no le choca a la opinión pública, si no les molesta a los ciudadanos, haré discos hasta que me muera.
–¿No le molesta que el juicio de la crítica sobre su trabajo, para bien o para mal, sea todo menos musical?
–Lo que más me preocupa en la vida es la indiferencia. Quiero que guste o que no guste, con mayúsculas, pero que no deje a nadie indiferente. El problema es que llegue a saber si es bueno o malo por su calidad artística, no porque sea la esposa del presidente de la República. Tiene razón, pero yo hacía discos antes de conocer a mi marido y ya me juzgaron antes de conocer a mi marido. Escribía canciones antes de conocer a mi marido y espero poder seguir haciéndolo hasta que me muera.
–¿Su disco está hecho con la cabeza o con el corazón?
–No hay discos hechos con la cabeza. En mi caso sería imposible. La cabeza no es importante en la música.
–¿Cómo es su proceso de creación?
–Cuando escribo una canción lo hago desde la confusión que rige un momento de mi existencia; navego en ese desconcierto hasta que necesito precisar algo y entonces escribo la canción. Cada canción pone palabras a una confusión; después me siento aliviada.
–¿Un disco es algo más que un producto?
–Puede que sea un producto para la discográfica; para mí no lo es. Para mí es lo que da sentido a mi vida, la expresión de lo que siento, el mejor trabajo que podría tener.
–¿Ha hecho el disco que ha querido?
–Soy totalmente libre cuando canto y cuando compongo. Quizá demasiado libre.
–¿No han quedado canciones en el tintero porque no les han parecido convenientes a sus asesores?
–Nunca tengo en cuenta esas consideraciones, nunca pienso en la opinión de otra gente. En lo que conviene y lo que no conviene. Puedo cometer un error, pero es como soy. Si considerara todo en profundidad, si le diera muchas vueltas, nunca haría nada de nada.
–¿Se puede adivinar cómo es Madame Sarkozy a través de su disco?
–Probablemente, pero no es una elección deliberada. Creo que todo lo que se hace, todo lo que se escribe, es un autorretrato. Incluso cuando usted escribe sobre mí, está haciendo su autorretrato. Así es el ser humano.
–¿Hay que escucharlo como una confesión?
–Todo lo que puedo decir sobre mí, lo más profundo, lo digo en mis canciones y me alegro de que las interpreten del modo que sea; no me quejo. Que cada uno las interprete como quiera. No puedo controlarlo; además, no me gusta controlarlo. No soy controladora. Lo que me gusta es que la gente interprete mis canciones. Y en ese sentido tengo mucha suerte.
–¿Esa mujer enamorada, apasionada, infantil, divertida, bucólica y un poco frívola que dibuja en sus letras es o no es usted?
–No es exacto que escriba sobre mí; más bien escribo a través de mí, a través de lo que siento. Escribo sobre usted, o sobre aquél, pero siempre soy yo, porque soy la que escribo. No es que intente dibujarme, intento escribir sobre lo que siento, y sale de mí como un chorro.
–Hay otro ejercicio que han hecho los medios de comunicación, que es averiguar si cada canción de amor está escrita antes o después de que apareciera Sarkozy en su vida. ¿Le molesta?
–Mis canciones tienen mucha suerte de conseguir toda esta atención. Me encanta. He tenido una vida y ahí está. Como no puedo ni sé hacerlo, no me oculto y lo llevo bien. Incluso estoy contenta de no haber ocultado la historia de amor con mi marido. Estamos contentos. No podría ser de otra forma.
* De El País Semanal. Especial para PáginaI12.
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