Miércoles, 5 de noviembre de 2008 | Hoy
MUSICA › PABLO AGRI PRESENTA A DúO TANGO, SU NUEVO DISCO
En medio de una infinidad de actividades, presenta un disco que “terminó en una fiesta entre amigos... de ahí la calidez”.
Por Cristian Vitale
Cosecha Agri. Pablo –40 años, violinista como su padre Antonio– tuvo tres hijos en cadena: María Constanza de 5, Victoria de 3 y el pequeño Tomás, que redondea los 365 días de vida. “Mi casa parece un jardín de infantes”, dice. Y fantasea poder repetir con alguno de ellos una secuencia similar a la que vivió con su padre cuando ambos, poco antes de la muerte de Antonio –diez años atrás–, compartieron un cruce inolvidable para el álbum familiar: la presentación a dúo, junto a la Orquesta del Mercosur, que cristalizó una obra medular para el tango de hoy: Agri x dos. “Lloraba de emoción arriba del escenario”, evoca él. Pero el deseo no alcanza status Salzanito... no es que sus hijos serán violinistas o no serán nada –como los trompetistas de Daniel Salzano–, sino que es, apenas, una posibilidad. Ellos podrán ser cirujanos o arquitectos. “Ya compré un violín de 16/8, el más chiquito que hay, para que vayan jugando. Igual, como mi viejo conmigo, no soy de la idea de que tienen que ser violinistas. Pero para estudiar un instrumento tenés que empezar de chico, y no me gustaría que ellos me recriminen no haber hecho algo... debe ser muy fuerte imaginar un final como el que tuvo mi viejo conmigo”, sigue.
Por lo pronto, mientras los nenes juegan a ser, el Agri del medio está absorbido por un trabajo que no cesa: toca con Leopoldo Federico y Juan José Mosalini; da clases en la Casa de la Cultura de Almirante Brown todos los jueves, y los viernes suma talento a la Orquesta Sinfónica Nacional; aporta, también, en el Cuarteto de Osvaldo Berlingieri y prepara un viaje a San Pablo –a mediados de noviembre– como una cuerda más del quinteto de Daniel Binelli. “Los pañales y la leche están muy caros y el sueldo de la Sinfónica no alcanza”, se ríe. Entre la vorágine laboral, casi permanente, Agri hijo se hizo un hueco para grabar lo que considera un gustazo: el disco A Dúo Tango. En él, el violinista estrella del momento se cruza en duetos –instrumentales y cantados– con Berlingieri, Federico, Susana Rinaldi, Guillermo Fernández, Juan Esteban Cuacci o Walter Gómez reviviendo, a su manera, clásicos inoxidables del género (“Los mareados”, “Milonga triste”, “Adiós Nonino”) y perlas inviables para sordos: “Oblivión”, “Kicho” y “Vida mía”.
“La idea nació de una invitación que me hizo la Tana Rinaldi para dos conciertos en el Ateneo. Yo todavía no tocaba en el grupo de ella... con Walter Ríos hicimos ‘Adiós Nonino’ y ‘El día que me quieras’ y el productor Osvaldo Acedo me ofreció grabar tangos tradicionales a dúo. Lo bueno fue que tuve estudio gratis por primera vez en mi vida y todo terminó en una fiesta entre amigos: tres o cuatro horas de ensayo y temas grabados en dos tomas. No hay mucho artilugio, de ahí la calidez del disco”, comenta sobre el sucesor de Cuadros tangueros que, tal vez, recree parcialmente esta noche en el Teatro Regio, junto a la Orquesta de Canal 7 como postre de los siete movimientos de S.P Nada, gran obra de Antonio. “Mi viejo me decía que tenía que tocar con músicos mejores para aprender y para mí es una suerte cruzarme con todos estos monstruos.”
–¿Qué siente cuando se lo integra al panteón de la nobleza del violín, en la dinastía Vardaro-Bajour-Francini?
–Lo digo sin falsa modestia... uno aprende todos los días cuando toca con gente que sabe. La entrega de Leopoldo Federico en el escenario es impresionante... pobre, está hecho bolsa de salud pero toca impecable. Igual que la Tana: muchas veces se quedan en la anécdota de que es una diva, pero ella es una mina muy generosa. Comprometida artísticamente. Es una de las pocas artistas que conozco que, cuando viajamos afuera, lleva su iluminador y su técnico de sonido. Digo, uno es poco si no está rodeado de talento.
Szymsia Bajour, por caso, fue uno de los grandes maestros de Pablo cuando en 1986, luego de formar parte de la Orquesta Juvenil de Radio Nacional, decidió adoptarlo como guía. Fue la época de su incursión en la Orquesta de la Ciudad de Buenos Aires que luego devino en un poblado periplo, entre solista y concertino, de presencias: además de la Sinfónica Nacional, la de Bahía Blanca, la de Avellaneda o la Orquesta de Cámara del Mercosur, además del codeo con Mariano Mores, Néstor Marconi, Horacio Salgán o Julián Plaza. “Para mi mujer, es demasiado el tiempo que le dedico a la música”, revela.
–¿Cuál fue la máxima enseñanza de Antonio?
–Gestos que son enseñanzas. Más allá de ser un artista admirable, lo que más extraño de él es que todas las mañanas, mientras yo hacía la secundaria, me despertaba con un mate. Se acostaba a las tres de la madrugada, pero a las siete ya estaba conmigo, despierto.
–¿Es él único que le salió músico?
–Sí, somos cuatro hermanos y el único delirante soy yo.
–¿Cómo se para frente a la tensión que existe en el tango actual? ¿Es un momento de auge o sólo la inercia de algo que fue?
–Yo creo que hay músicos maravillosos, tanto en la composición como en la ejecución; pero también, dada mi experiencia como docente, noto que muchos músicos, incluso con carencias técnicas, se meten en el tango con un fin puramente económico. Y esto, muy notorio, le quita brillo artístico a un género, el de esta gran ciudad, que necesita ser cuidado.
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